—¡Ah! En el momento en que Sofía cerró la boca, una taza de café caliente salió disparada hacia ella. Había sido algo inesperado y la tomó completamente desprevenida. El café le alcanzó en pleno rostro, dejándola momentáneamente cegada por la sorpresa y por el café. Dado que ya se sentía incómoda por la situación previa, este acto brusco solo agravó su malestar. Sofía fulminó a Luciana con una mirada gélida.—Vaya, vaya. Así se porta una hija de la familia Rojas.—¿Qué se supone que significa eso? ¿Me estás amenazando con el respaldo de tu familia? —se mofó Luciana. No se inmutó ante la mirada de Sofía.Luego añadió: —Sofía, no te creas superior sólo por ser la jefa de los López. Déjame decirte que, aunque tengas un estatus distinguido, ¡igual tienes que afrontar las consecuencias de tus acciones!Sofía no contestó. En su lugar, cogió un pañuelo de papel para limpiarse el café.—Te digo lo mismo.Le haría entender a Luciana lo que significaba pagar el precio de sus acciones, pero n
En ese momento, Sofía tenía un enorme dolor de cabeza y no estaba de humor para discutir con ellos. Apartó la mano de Erik y dijo con cierta dificultad: —Podéis seguir hablando vosotros. Yo bajaré primero.Temía desmayarse allí mismo si se seguía alargando la situación.Entró en el ascensor, pero Paulina no tenía intención de dejarla marchar. Miró a Sofía con enfado y le dijo: —Sofía, ¿qué quieres decir? Rechazaste a Erik, pero ahora flirteas con él. ¿Quieres tener el pastel y comértelo también?—Le estás dando demasiadas vueltas a las cosas. Él no me interesa —dijo Sofía. La cabeza le martilleaba.Por desgracia, Paulina no la creyó.—¿Estoy pensando demasiado las cosas? ¿Estás diciendo que me he equivocado?Paulina hizo una mueca y detuvo el ascensor allí.Sofía se quedó sin palabras. Miró a Erik, que estaba fuera del ascensor, y le preguntó: —¿Podéis salir y hablar fuera? Necesito bajar urgentemente.—¡Sofía!Paulina se enfadó aún más al ser rechazada por ella. Pensó que Sofía e
Cuando Paulina se dio cuenta de que había malinterpretado a Erik, se sintió un poco avergonzada.—¿Cómo iba a saber lo que estaba pasando? Después de todo, ella te gustaba antes.Aunque Paulina dijera eso, Erik sabía que ya no estaba enfadada, sólo que ahora mismo no podía aceptarlo.—Ha sido culpa mía, no he manejado bien la situación lo que llevó a vuestro malentendido. Prometo que no volverá a ocurrir la próxima vez —dijo Erik sin culpar a Paulina.Al oírle decir eso, Paulina se sintió mucho mejor.—Entonces, ¿eso significa que no la cuidarás si la ves enferma la próxima vez?Erik se sintió incómodo y sólo después de un rato contestó: —Llamaré rápidamente a otros colegas para que la llevemos juntos abajo.Estaba seguro de que si decía que no ayudaría a Sofía, Paulina tampoco estaría contenta con su respuesta porque pensaría que no tenía corazón.Efectivamente, Paulina ya no estaba enfadada después de oírle decir eso.—Bueno, eso está bien.—Paulina, ¿ya no estás enfadada? —preguntó
Media hora más tarde, Paulina y Erik estaban en la oficina del director del hospital.—¿Quieres decir que Sofía ha desaparecido del hospital? —El director se ajustó las gafas y los miró con incredulidad.Paulina asintió y contestó: —Sí, yo la vi ir al tercer piso con mis propios ojos, pero la gente del tercer piso no la ha visto. Además, el señor Zapata, que estaba abajo, tampoco vio salir a Sofía. ¿No se considera esto una desaparición?—¿Podría haber salido por la puerta trasera? —preguntó el director.Después de todo, el hospital tenía una puerta trasera específica para el personal médico.—Fuimos a comprobarlo y preguntamos también a los de seguridad, pero no la vieron salir —añadió Erik.El director frunció el ceño, pensando que los dos parecían estar armando un escándalo por nada.Intuyendo lo que estaba pensando, Erik prosiguió: —El teléfono de Sofía está ahora ilocalizable, y su estado la última vez que la vi no era bueno. Hay que encontrarla. ¿Y si realmente le ha pasado a
La puerta se abrió con un chirrido.El hombretón de antes entró en la habitación y miró fríamente a Sofía.—Señorita López, pídale a Julio que venga a salvarla. Sofía frunció el ceño.—Ya estamos otra vez.Ernesto no parecía estar dispuesto a darse por vencido. Apenas se estaba recuperando del golpe que había sufrido, y ya la tenía en su punto de mira de nuevo.¿Tan ansioso estaba por probar de nuevo el sabor de la derrota? —No tenemos elección. Eres alguien a quien Julio valora —dijo el hombre.Sofía le miró con desconfianza.—¿Te ha enviado Ernesto? —Sofía no pudo evitar preguntarse si de verdad se trataba de Ernesto. A los César no les iba bien actualmente. Si movían ficha tan pronto, no tendrían muchas posibilidades de éxito. Tampoco parecía el estilo de Ernesto.—No hace falta que sepas quién me envía —respondió el hombre sin dar una respuesta definitiva.Sofía le miró un momento, luego bajó la cabeza y dejó de hablar.—No importa que no hables. Ya hemos avisado a Julio, y debe
Sofía quería ayudar, pero en esas circunstancias sabía que sólo conseguiría distraer a Diego en lugar de serle de utilidad. Al final sólo pudo esconderse detrás de la ventana, sintiéndose atemorizada.Los disparos continuaron.Pronto, Diego salió por la ventana y llegó al lado de Sofía.—¡Vamos!—Esos hombres...—Parece que Julio ha traído aquí a sus hombres. Deberíamos irnos y dejar que se ocupenellos —dijo Diego.Sin esperar a que Sofía hablara, la cogió de la mano y se dispuso a marcharse.Sofía oyó disparos no muy lejos y se preocupó por Julio, pero también sabía que era mejor marcharse rápidamente. Si eran atrapados, eso solo obstaculizaría los esfuerzos de Julio contra los secuestradores.Los dos escaparon sigilosamente. Sofía se dio cuenta de que estaban en una residencia normal. La casa no era grande y sólo tenía un pequeño patio. Permanecieron en el patio escondidos, vigilando su entorno y planeando su próximo movimiento.Parecía que los secuestradores estaban ocupándose de J
Cuando el coche entró en el hospital, ya había un nutrido grupo de personas esperándoles. Se apresuraron a conducir a Diego hasta la sala de urgencias.Julio llegó al lado de Sofía. Estaba a punto de consolarla diciéndole que Diego estaría bien cuando notó lo caliente que estaba el cuerpo de Sofía.—¿Todavía tienes fiebre?Esa mañana pensó que Sofía estaba bien porque tenía buen aspecto. Había tomado un antifebril y había dormido toda la noche, así que ya debería estar recuperada.¿Quién iba a pensar que seguía enferma?—Yo... estoy bien. Necesito saber si Diego lo está.Sofía insistió en esperar a la puerta de urgencias, pero Julio no se lo permitió. La levantó enseguida.—Pórtate bien y no te muevas. Vigilaré a Diego. Mientras tanto, tenemos que llevarte a un médico.Sofía no pudo oponerse y dejó que Julio la llevara en brazos a ver a un médico. Quizás porque el aroma de Julio calmó sus nervios o tal vez porque había llegado al límite de su resistencia, en cuanto entraron al hospita
—Sigue en la UCI. Mañana iremos a visitarle. Ahora deberías comer algo —dijo Julio mientras miraba a Sofía.Aunque no se había recuperado por completo, quería visitar a Diego de inmediato. Julio se sintió un poco molesto por ello, pero no dijo nada. Sabía cuánto valoraba Sofía los favores. A ella, al igual que a él, no le gustaba deber nada a nadie, especialmente en asuntos de vida o muerte.Sofía negó con la cabeza e insistió: —Echaré un vistazo desde fuera. No puedo estar tranquila si no lo veo con mis propios ojos.—De acuerdo.Julio sabía que no podía detenerla. Así que no le impidió ir a ver a Diego. Pensó que no le haría ningún daño y podría tranquilizarla.Ayudó a Sofía a salir de la sala y se dirigieron directamente a la UCI, donde estaba Diego. Dado que Sofía era médico en el hospital, le permitieron entrar para ver a Diego. Aun así, ella no entró en la habitación, sino que se limitó a mirar a través de la pequeña ventana de la puerta.—Yo... no sé cómo enfrentarme a él —se a