La señora le devolvió el teléfono a Julio. Este le agradeció y se apresuró a mirar las fotos. Sonrió involuntariamente. Cuanto más miraba las fotos, más satisfecho estaba con el resultado.Sofía se acercó y no pudo evitar comentar con desaprobación: —Esta foto me hace ver gorda.—Nada de eso. Creo que te ves muy hermosa. —Julio metió su teléfono en el bolsillo, asegurándose de guardar bien las fotos. Más tarde le pediría a Alejandro que las imprimiera y enmarcara.Sofía le lanzó una mirada fulminante, sintiéndose un poco malhumorada. —Deberías habérmelo dicho antes para que pudiera ponerme algo bonito para las fotos. Ahora...Bajó la cabeza y se miró a sí misma. Estaba envuelta en su chaqueta de plumas y parecía un oso.Decidió dejar de lado esa idea.—A mis ojos, te ves hermosa sin importar qué lleves. —Las palabras de Julio fueron dulces como la miel y dejaron a Sofía momentáneamente sin habla.—¡Ah!Mientras los dos conversaban, unos niños no muy lejos estaban lanzándose bolas de n
—¡Julio! ¿Cuándo te he dado permiso para besarme? —le regañó Sofía, apretando los dientes. No era su novia, ¿qué derecho tenía él de besarla?—Lo siento. No pude evitarlo —se disculpó Julio. Pero su rostro dejaba claro que no lamentaba lo sucedido y parecía bastante satisfecho consigo mismo.Él seguía riendo mientras Sofía estaba enojada y molesta. Ella lo apartó con un empujón y lo llamó idiota antes de subir las escaleras para volver a su apartamento. A punto de seguirla, Julio fue detenido por la tendera.—Joven, ¿qué te parece esta foto que acabo de tomar de ustedes dos? —preguntó la señora, mostrándole la foto. Estaba muy orgullosa de su trabajo.Julio quedó momentáneamente sorprendido al verla, pero luego una sonrisa se formó en su rostro. —Es hermosa.—La escena me pareció muy bonita —dijo feliz, contenta de no haberse perdido un momento tan mágico.Julio sacó su teléfono y preguntó, un tanto avergonzado: —¿Podrías enviarme esa foto? Quiero guardarla en mi teléfono.—Por supue
Cuando Sofía y Julio llegaron al parque central de DF, todo estaba tranquilo y desierto. El suelo seguía cubierto de nieve virgen.Al entrar, se encontraron con un grupo de personas ocupadas preparando y decorando la zona. Sofía vio a gente colocando flores y globos. —Hola, has llegado —Dante apareció detrás de ellos con una ligera sonrisa en los labios. Sofía se volvió y notó que Dante llevaba un traje negro con corbata, algo poco común en él. Parecía mucho más enérgico de lo habitual.—¿Estás realmente listo? ¿Y si Yolanda te rechaza? —Sofía estaba preocupada, ya que Yolanda había rechazado a Dante en varias ocasiones antes, y no podía estar segura de si estaba interesada en él o no.La expresión de Dante se volvió seria y dijo: —Pase lo que pase, tengo que intentarlo. ¿No crees? Dejaré que ella tome su decisión en la primera nevada de esta temporada de invierno.Dante miró hacia el escenario que se estaba montando cerca, con expectación en su rostro.Sofía no hizo más comentarios
Al entrar en la cabaña, el calor de la calefacción envolvió a Sofía, y el frío que le quedaba de cuando estaba fuera desapareció. Se sentía mucho más cómoda.Fuera, Dante seguía dirigiendo a los trabajadores para que montaran el local. Era obvio que estaba poniendo mucho empeño en ello, prestando atención a cada detalle. Sofía nunca habría imaginado que Dante hiciera un cambio tan grande. Debía de gustarle mucho Yolanda, lo que hizo que se convirtiera en el hombre que era hoy.—Oye... —Julio habló de repente y Sofía le miró—. ¿Por qué no eligió hacerlo dentro? ¿No hace mucho frío fuera?Era una pregunta extraordinariamente buena. Sofía no se apresuró a dar una respuesta. En su lugar, le preguntó: —Entonces, ¿por qué crees que eligió el día de hoy para confesarse con Yolanda?Era sólo una confesión y no una proposición. Ellos dos aún no estaban oficialmente juntos. Dante estaba pasando por el aro ese día sólo para conseguir que Yolanda aceptara ser su novia.—No lo sé. —Julio había pen
Sofía jaló a Yolanda para entrar al parque, mientras le decía con entusiasmo: —¡No te preocupes, ya verás lo que está pasando!Yolanda se dejó llevar al centro del parque, donde se encontró con una decoración colorida y vibrante. Las rosas rojas y los globos destacaban en medio de la nieve que cubría el suelo.Yolanda se detuvo en seco y miró a Sofía, quien le sonreía con ternura. Un escalofrío de emoción le recorrió la espalda.Sofía estaba convencida de que Yolanda ya había captado la situación, pero Yolanda preguntó de repente: —¿Están organizando algún evento aquí?—¡Ay, Yolanda...!—Está bien, es una idea interesante. La primera nevada de la temporada junto a estas decoraciones... Sería perfecto para un evento, como una muestra de moda para nuestro nuevo producto —analizó Yolanda. Sin embargo, de repente arrugó la frente y agregó—: Aunque, las flores no combinan bien con los colores de nuestro producto, y esos globos rojos parecen más de boda.Mientras Yolanda empezaba a analiza
En la acogedora cabaña, Sofía y Julio observaban la escena que se desarrollaba afuera, aunque no lograban escuchar las palabras que Dante y Yolanda intercambiaban. Mientras tanto, cada uno estaba sumido en sus pensamientos al presenciar ese momento desde la distancia.Julio se preguntaba si debía organizar una gran confesión similar a la de Dante, pero tenía dudas sobre si su relación con Sofía estaba lista para ese paso. ¿Y si ella lo rechazaba? No temía la vergüenza que inevitablemente sufriría si eso ocurriera. Su mayor temor era que Sofía mantuviera las distancias con él después de rechazarlo, y que los progresos que había hecho hasta entonces se detuvieran. Eso le habría angustiado.Por otro lado, Sofía se sintió profundamente conmovida por la escena. Sentía que Yolanda era digna del esfuerzo que había hecho Dante. Aunque Yolanda no era su hermana de sangre, la consideraba tan cercana como si lo fuera. Sofía siempre se había preocupado por la felicidad de Yolanda. Si se juntaba co
La respuesta de Sofía fue todo lo ambigua que podía ser, y Yolanda no insistió. Al fin y al cabo, la relación entre Sofía y Julio no era asunto suyo; Yolanda no tenía que entrometerse.—Vamos. Vamos a comer juntos.Dante se acercó a ellos. Aquel día se había esforzado al máximo para que su confesión a Yolanda fuese perfecta.Sofía agitó rápidamente las manos de un lado a otro, declinando la oferta, y dijo: —No creo que sea una buena idea. No deberíamos estar en vuestra primera cita.Dante y Yolanda acababan de empezar a salir, y a Sofía no le parecía apropiado que Julio y ella los acompañaran y se inmiscuyeran en los preciosos momentos iniciales de la nueva pareja, cuando su amor estaba empezando.—¿De qué se preocupan? Sólo vamos a comer —Dante la miró. No había planeado otra ronda de gestos románticos para Yolanda en el restaurante. En realidad, su intención inicial era invitar a Sofía y a Julio a comer y agradecerles su visita.Sofía seguía dudando, pero Yolanda le dijo: —Vamos,
Julio no tardó en tener delante un plato de salsa. Al notar el fuerte olor a vinagre ácido se quedó momentáneamente sin palabras.—¿Esta es la salsa que me trajiste?—¿No te gusta el vinagre? Si te gustan las uvas agrias —dijo Sofía con una mirada inocente, aparentemente desconcertada sobre cuál era el problema.Julio se quedó sin habla. Por supuesto, era muy consciente de que Sofía estaba insinuando que sus celos eran injustificados. Sólo pudo forzar una sonrisa y responder: —Sí, tienes razón. Me gustan las cosas ácidas.Dante y Yolanda, sentados frente a ellos, no podían oír su conversación, pero observaban cómo hablaban en voz baja, como si estuvieran en su mundo propio. Su relación parecía ir más allá de una amistad común.—¿Han vuelto juntos? —preguntó Dante, mirándoles inquisitivamente.Parecían más pareja que él y Yolanda.Yolanda se rio sin saber qué decir.—No lo creo.—Hmm...Dante resopló sin entusiasmo, preguntándose cuánto tiempo más iban a seguir actuando como “más que