Julio no sabía si considerarse afortunado o no, pues no se encontró con Sofía en el vestíbulo. Decepcionado, entró en el ascensor. Justo cuando las puertas se estaban cerrando, una mano se alargó para bloquearlas. —¡Un momento!—¡Sofi. . .!Antes de terminar , se dio cuenta de que no era Sofía, sino una mujer vestida con elegancia. —Señor César, ¿vive usted aquí? —preguntó sorprendida la mujer. Era evidente que sabía quién era Julio. Se preguntó por qué el poderoso señor César se quedaba en Orihuela. Julio, sin embargo, no sabía quién era ella. —Sí. ¿Y usted es…? —preguntó. —Soy un representante de DR. Usted nos trajo antes a la señorita Márquez para encargarnos un vestido —contestó ella. Aunque Julio no recordaba bien el incidente, asintió en silencio. Como él callaba, la señora también callaba, temerosa de romper el silencio. Pronto, el ascensor llegó a su planta, y los dos salieron juntos. —¿Usted también vive aquí? —preguntó Julio frunciendo el ceño. —No, vengo a
Después de un nuevo encuentro desagradable con Julio, Sofía planteaba mudarse para no volver a cruzarse con él. Mientras tanto, Julio, en su casa, llamó a Dante. —Señor César, ¿por qué me llama tan tarde por la noche? No me diga que me llama sólo para charlar conmigo. Estos dos no tenían nada de qué hablar. Agarrando el teléfono, Julio dijo: —Te advertí que te alejaras de Sofía. Pero no te tomarás en serio mis palabras, ¿verdad? —Julio, ¿quién te crees que eres? ¿Por qué debería tomar en serio tus palabras? —se burló Dante , pensando que Julio era una persona graciosa. —¿No ha sido difícil la vida en los últimos días? —preguntó Julio—. Tu familia está deseando acabar contigo. Ahora que se les presenta la oportunidad, no te dejarán escapar tan fácilmente. Dante apretó los dientes, en silencio y con odio. Sin duda, los César estaban en lo más alto de la cadena alimenticia de Guadalajara. Cuando Julio le dijo que actuaría contra los Fernández, Dante no le tomó en serio, pue
Aquella noche Julio durmió con los nervios a flor de piel. En sus sueños, volvía al día en que Sofía y él obtuvieron su certificado de matrimonio. Esta vez, sin embargo, en lugar de que su abuelo se encargara de todo, era Julio el que iba al ayuntamiento a por el certificado . Allí se encontró con Sofía en sueños. A diferencia de los dos años que pasaron sin verse, en sus sueños todo fue distinto después de casarse . Al despertar, Julio se dio cuenta de que no había sido más que un sueño. En el hospital, después de operar por la mañana, Sofía tenía la tarde relativamente libre y la dedicó a organizar los historiales médicos en el despacho. En medio de la organización, recibió una llamada telefónica del viejo César invitándola al banquete de cumpleaños. —Sofía, sólo celebro mi cumpleaños una vez cada diez años. No te lo perderías, ¿verdad? —le preguntó. — Estaré allí a tiempo, abuelo —respondió Sofía. —Estupendo —dijo el anciano, satisfecho con su respuesta. Esperaba con impac
—Supuse que no te invitarían —dijo Dante con el ceño fruncido—. ¿Fue el cabrón de Julio el que te invitó?—No, fue su abuelo —respondió Sofía—. Teniendo en cuenta mi relación anterior con él, tiene sentido que me invitara, sobre todo porque estuve casada con Julio. La mirada de Dante se ensombreció. —No sabía que el viejo y tú tuvieran buena relación. —Sí, no tan mal —dijo Sofía. La habitación se quedó en silencio hasta que Dante dijo: —Te pasaré a buscar mañana. ¿Te parece bien?—Está bien —aceptó Sofía, sin querer faltar a su promesa. Dante se levantó y se dirigió a la puerta, pero Sofía lo detuvo con una pregunta. —Tengo algo de curiosidad. ¿Por qué le guardas rencor a Julio? Ella nunca había oído hablar de ninguna enemistad entre las dos familias. Sin embargo, por el comportamiento de Dante, se dio cuenta de que algo grande debía de haber pasado entre ellos , lo que despertó su curiosidad. Las manos de Dante temblaron ligeramente y una expresión de angustia cruzó
Sofía creía que la única razón por la que Dante era tan exasperante era porque no le habían dado una buena paliza antes. Respiró hondo y continuó con su trabajo en el hospital. En cuanto a por qué Julio tenía miedo a la oscuridad, no quiso darle más vueltas, ya que en realidad no era asunto suyo. Cuando volvió a casa, se encontró con Julio y decidió que era el momento de empezar a planear mudarse del condominio. En el ascensor, hizo como si Julio no estuviera. Tras un largo silencio, él habló por fin para preguntarle a Sofía si había recibido una llamada de su abuelo. —¿Me está hablando a mí, señor César? —preguntó Sofía, tratando de ignorar a Julio.El rostro de Julio se ensombreció, pero intentó mantener la calma y preguntó: —¿Con quién más podría estar hablando? ¿Hay alguien más aquí? —Ah, he recibido una llamada suya —respondió Sofía con indiferencia. Entonces él le preguntó si asistiría y ella contestó: —Por supuesto, iré ya que el abuelo me invitó. Sin embargo, cuand
Encontraron una mesa en el garito y se sentaron. En el rostro de Julio se apreciaba su desagrado por el entorno, lo que provocó la risa de Sofía. —Parece que no te gusta este tipo de ambiente. ¿Por qué entonces has elegido vivir en Orihuela? —preguntó ella—. Si vivieras en la Mansión César, no tendrías que soportar este tipo de lugares a menos de quince kilómetros a la redonda. Julio no contestó. La Mansión César era una propiedad privada con poca gente en sus recintos, lo cual era perfecto para una persona quisquillosa como él . Solía vivir en la Mansión César antes de casarse, pero, después del matrimonio, dejó de querer vivir allípor la presencia de Sofía. Por eso encontró un lugar cerca de su empresa. Sin embargo, después del divorcio , había planeado volver a vivir allí, aunque nunca imaginó volver a ver a Sofía y sentirse atraído por ella. Ahora no estaba seguro de querer mudarse. Sofía miró a Julio durante unos segundos y luego dijo con sarcasmo: —No ha sido fácil para ti
Sentado al otro lado de la mesa, Julio siguió bebiendo, sin responder a la pregunta de Sofía . Un pensamiento cruzó su mente mientras le miraba. —Julio César, ¿no me digas que sientes algo por mí? —le preguntó sonriendo. A pesar de que ella esperaba una respuesta negativa, Julio guardó silencio durante un rato. Sofía sintió pánico, ¿por qué no decía simplemente que no? Le gritó: —¿Te has vuelto loco? Julio dejó el vaso y contestó: —¿Estoy loco si me gustas? ¿Qué lógica es esa? —Está bien que yo les guste a los demás, pero tú no— contraatacó Sofía:—. Esto es una locura. ¿Qué clase de psicópata se enamora de repente de su ex después de divorciarse? — se preguntó . Julio suspiró: —Sabes, a veces pienso que... si te hubiera conocido al menos una vez durante nuestro matrimonio, seguiríamos juntos. Sofía preguntó incrédula: —¿Me estás diciendo que te enamoraste de mí a primera vista? Le parecía absolutamente ridículo. Julio no lo confirmó ni lo negó. En ese momento, S
Julio guardó silencio durante mucho tiempo. Justo cuando Sofía pensaba que iba a enfadarse otra vez, él de repente dijo:—Mañana te recogeré e iremos juntos al banquete de cumpleaños.—No es necesario —respondió Sofía y, bajo la mirada asesina de Julio, añadió —: Ya he quedado con Dante.En resumen, su invitación llegaba tarde.Vio cómo el pecho de Julio subía y bajaba violentamente, y supuso que en ese momento debería estar al borde de la furia. Pasó mucho tiempo, tanto tiempo que Sofía pensó que él no volvería a hablar, cuando Julio finalmente dijo:—Está bien, te esperaré en el banquete.Sofía no dijo nada para provocarlo. Después de todo, no había beneficio en ofender a Julio. Solo quería distanciarse de este hombre.Ella comió brochetas y le preguntó:—¿No sois novios Daniela y tú?—¿Novios? —Julio se apresuró a refutar — —. Hemos crecido juntos desde pequeños. Como mucho, solo somos buenos amigos.Antes no sabía lo que significaba gustarle a alguien, por eso tenían una íntima rel