Era casi mediodía cuando Sofía volvió a llamar a María.Esta vez contestó alguien, aunque, para su sorpresa, no era María, sino un desconocido.—¿Es este tu teléfono? Te lo devuelvo por quinientos, o lo tiro al río. —Al otro lado de la llamada se escuchó la voz de un hombre.Sofía parpadeó sorprendida, pero se recuperó rápidamente.—¿Encontraste el teléfono en alguna parte?—¿Qué te crees? No vas a decir que lo robé, ¿verdad? Te digo que no lo robé. Sólo lo encontré en el camino.El hombre sonaba preocupado, como si realmente pudiera meterse en problemas.Ahora Sofía estaba preocupada. ¿Cómo acabó el teléfono de María al borde de la carretera? —¿Quieres que te lo devuelva o no?—Sí. Envíame una ubicación. Iré a verte.—No. Envíame el dinero y te lo devolveré por mensajero.Sofía se burló.—¿Qué diferencia habría? Si quisiera denunciarte a la policía, podría localizarte sólo con los registros de tu cuenta bancaria.—Tú...—Si no tienes lo que hay que tener, entonces ríndete. Vuelve a
—¡¿Qué tengo que hacer para que me perdones, María?!Un hombre gritó al otro lado de la línea. Para sorpresa de Sofía, reconoció al instante la voz de Jaime Sánchez. Parecía cabreado.—¿Por qué debería perdonarte María? No puedes esperar que un simple 'lo siento' compense todos los males que hiciste, Jaime Sánchez —respondió Sofía, con los pelos de punta.Comparado con Jaime, Julio era un santo.—¿Sofía? ¿Qué...?El tono de Jaime se calmó en cuanto supo que la que había contestado era Sofía.—¿Dónde está María? Pásale el teléfono. Es un asunto personal que tenemos que arreglar.—María perdió su teléfono. Lo acabo de recuperar. Jaime frunció el ceño.—¿Lo perdió? Pero si la acabo de ver hace un rato. ¿Cómo puede haberlo perdido tan pronto?Seguía en el lugar donde había quedado con María, tan alterado que no pudo evitar llamar de nuevo a su número. Ahora le tocaba a Sofía fruncir el ceño. Algo iba mal.—Iré a su oficina ahora mismo.Colgó el teléfono y se acercó a su empresa. Necesitab
No había cámaras en esa esquina, por lo que basándose solo en las imágenes Sofía no podía saber qué había pasado exactamente. Se marchó entonces hacia ese lugar, dispuesta a encontrar cualquier pista que la llevara a averiguar lo sucedido.Por desgracia, no encontró nada. No había ningún lugar donde esconderse detrás de aquella esquina, ni había señales de lucha. Era como si María hubiera desaparecido en el aire.Sofía volvió a revisar las grabaciones, decidida a encontrar alguna pista. Pronto notó que una furgoneta en particular abandonaba la zona. Se había detenido junto a la acera justo antes de que María doblara la esquina, y se marchó poco después de su desaparición. Desde entonces, ninguna otra persona o vehículo había entrado o salido de esa esquina.Sofía envió el número de matrícula del carro a Renata. Rápidamente le informó de que hacía tiempo que se había denunciado la desaparición de ese vehículo, por lo que no había pistas disponibles para localizarlo.Pero Sofía no pensab
María despertó lentamente. Estaba en un lugar desconocido, una villa al otro lado de la ciudad. No tenía idea de cómo había llegado allí; parecía que había sido raptada.Pero ¿por qué? Su familia no tenía ningún estatus especial en esa ciudad ni eran adinerados.Pronto, un hombre ingresó a la habitación, un completo desconocido para María.—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué me han traído aquí? —preguntó con desconcierto.—No se preocupe, señorita Rodríguez. Mi jefe solo desea tenerla como invitada durante un breve período. No tenemos intenciones de hacerle daño —le explicó el anciano.¿No querían causarle daño? ¿Por qué debería creer en sus palabras? Aun así, María decidió no discutir con ese hombre, quien aún mostraba un mínimo de respeto. No quería provocar una situación desagradable en ese momento.—¿Puede al menos decirme por qué he sido invitada aquí?El anciano parecía reacio a dar una respuesta directa.—Siéntase como en casa. Pronto podrá marcharse.Dejó una bandeja con comida y b
El interior de la villa exhibía una sorprendente tranquilidad que Sofía no esperaba. Cuando el mayordomo la condujo hacia adentro, notó que el lugar estaba vacío. La apariencia del interior contrastaba considerablemente con la del exterior. Parecía que la villa había sido cuidada y mantenida en buenas condiciones durante mucho tiempo.Junto a la villa, se alzaba una pequeña mansión que, a pesar de su aspecto desgastado, daba la impresión de ocultar un interior lujosamente amueblado. Una habitación en el primer piso de la mansión llamó la atención de Sofía, ya que estaba vigilada por guardias.“Tal vez María esté allí,” pensó Sofía, mientras se esforzaba por memorizar la ubicación.El mayordomo la condujo hacia la mansión, donde Sofía finalmente se encontró con el cerebro detrás de toda esta intriga: Ernesto César.—Por favor, tome asiento, señorita López —invitó el anciano.Sofía asintió y ocupó el asiento que le había señalado el anciano con un gesto. Dada la cortesía que había recib
—Sobreestimas lo importante que soy para él. No es tonto. ¿Realmente crees que va a ceder solo porque tienes algo en mi contra?Ni siquiera si Ernesto pudiera garantizar su seguridad si Julio muriera.Eso reafirmaba la convicción de Sofía de que Julio no se rendiría tan fácilmente.A pesar de ello, Sofía no negaba que estaba preocupada.Sin embargo, Ernesto no estaba de acuerdo.—Al contrario, creo que eres sumamente significativa para él. Estoy seguro de que estaría dispuesto a arriesgarlo todo por ti.—Esas son sus suposiciones, señor.Aunque sonrió con suavidad, no era momento para risas.—Veremos.Sofía mordisqueó su mejilla, suponiendo que Julio estaría en camino en ese instante. Sin embargo, no estaba segura de si estaría lo suficientemente preparado para el enfrentamiento. Seguro que no vendría con las manos vacías, ¿no? Sofía estaba en lo correcto.Julio no estaba allí para encontrarse con la muerte, pero tampoco pondría en riesgo la vida de Sofía. Había venido preparado para
—¿A qué se refiere, señor? Los Flores fueron responsables de la muerte de su hijo. Estoy seguro de que tanto las pruebas como la ley respaldarían eso —dijo Julio, manteniendo su cortesía. No iba a admitir haber matado a Nicolás.—Independientemente de si fuiste tú o fueron los Flores, todos sabemos la verdad. Así que discutir este asunto no tiene sentido.—Entonces, ¿su intención es vengar hoy la muerte de su hijo? —preguntó Julio.Ernesto frunció el ceño, notando la audacia en las palabras de Julio. Era como si Julio no tuviera miedo de la muerte. Pero eso no podía ser, ¿verdad? Todos temían la muerte.A pesar de sus dudas, Ernesto hizo que su mayordomo arrojara una pistola a Julio, por precaución.—Aquí la tienes.Julio la agarró, la sopesó y comenzó a jugar con ella.—¿Realmente crees que daría mi vida por Sofía López?El seguro de la pistola que estaba en la sien de Sofía fue liberado en un rápido movimiento. La expresión de Julio cambió al instante, al mismo tiempo que resonaba un
—¡¿Diego?!Sofía se quedó boquiabierta al ver aparecer a Diego, sobre todo con esa pandilla de hombres.“Algo está pasando”, pensó.Incluso había gente extranjera entre aquellos hombres.El que estaba más tranquilo era Julio. Él había sido quien había avisado a Diego de esta serie de acontecimientos, y se habían organizado para detener a Ernesto.Julio también tenía la sensación de que, aunque no hubiera avisado a Diego, él se habría dado enterado por su cuenta. Si se lo decía directamente aumentaría sus posibilidades de salvar a Sofía.Diego lanzó una mirada tranquilizadora a Sofía.—No te preocupes. Me aseguraré de que estés a salvo.Pero ésa era la menor de las preocupaciones de Sofía en ese momento. ¿Por qué Diego lideraba a todos esos hombres? ¿No había estado ocupado con sus estudios y su trabajo como le había dicho? Lamentablemente, ahora no era el momento para esas preguntas.Ernesto entrecerró los ojos y miró a Diego, dándose cuenta de algo.—Tú eras el que estaba detrás de la