Las cosas no tardaron en volverse incómodas entre ellos. Julio se sentó en el sofá. Parecía cansado, aunque Sofía pensó que tal vez estuviera enfadado. Se puso de puntillas y murmuró: —Iba a cenar con Camila cuando apareció su cita a ciegas. Ella se fue con él, así que me quedé sola... —Ya veo—dijo Julio con rotundidad. Su fría respuesta preocupó aún más a Sofía. Se sentó a su lado y continuó explicándole. Sólo accedí a cenar con Felipe porque necesitaba sacarle información. Nada más. Julio la miró y sonrió. —¿Crees que estoy enfadado? —¿Verdad que sí? —preguntó Sofía. Julio la estrechó entre sus brazos y le acarició el cuello. Su aroma le relajó al instante:—No. Sé que no te gusta así. Los hombros de Sofía se aflojaron. —Menos mal. —Intenta no tener tanto contacto con él a partir de ahora. Sabes que no tiene buenas intenciones. Es posible que no pueda acudir a rescatarte a primera hora si hace algo—instruyó Julio, ahora con aspecto solemne. Sofía asintió.
En realidad, Julio no estaba muy familiarizado con tenía muy claros los antecedentes de Sofía. Sólo adivinóSolo sospechaba que ella no era tan corrienteordinaria como parecía después de escuchar al oír la llamada de su abuelo. Entonces comprendió por qué el viejo insistió en que se casara con ella y por qué era tan hábil y entendida a pesar de haberse criado en el campo. Pero incluso entoncesen ese momento, Julio no le había prestado mucha atención a su importancia hasta esta noche, cuando Felipe vino a buscarla. Felipe y él no se parecían en nadaabsoluto. Felipe lo sabía todo desde el principio y vino con un propósito, pero Julio sólo se enteró de todo después de enamorarse de Sofía.—Hice esto para asegurarme de que Sofía encuentre antes a su familia. Sólo así su seguridad estará garantizada y a su vez, la tuya—El viejo señor César sabía que su nieto iría a por todas cuando se tratara de la mujer que amaba. Por eso ideó un plan para garantizar su seguridad. Julio conocía la
—Sé que estás ahí. Sal ahora antes de que echederribe la puerta abajo—Gael llamó desde fuera del baño. Iba a casarse con él de todos modos. ¿Qué habíatenía de malo en acostarse con ellajuntos primero? —Te daré hasta la cuenta de tres—la voz de Gael estaba mezclada con algo peligroso. Se había irritado cuando Camila huyó, y su escondite ahora no ayudaba. —No digas que no te lo advertí. —Uno. Camila aferróagarró con fuerza su teléfono, permaneciendotratando de mantenerse lo más quieta posible. —Dos. Camila sabía lo que pasaría si Gael le ponía las manos encima. Aunque había aceptado casarse con él, le asustaba la idea de acostarse juntos. Estar drogada no ayudaba, ¡especialmente cuando habían acordado vivir sus vidas por separado después del matrimonio! —Tres. Apretando los dientes, Camila empujó la puerta y salió corriendo antes de que Gael pudiera alcanzarla. Varios guardias la interceptaron inmediatamente en el pasillo. Estaba a punto de ser atrapada cuando se coló en
—¡Suéltame! —Camila chillógritó mientras Gael se cernía sobreacercaba a ella. Aun así, los hombres eran fisiológicamente más fuertes que las mujeres, algo que ningún esfuerzo de Camila cambiaríapodría cambiar. En el momento en que le quitaron la ropa, la única pizca de esperanza que Camila tenía en el corazón se disipó por completo. Cerró los ojos y se dejó caer en la cama, con lágrimas cayendo por su cara como si hubiera aceptado su pobre destino. Un fuerte golpe procedenteproveniente de la puerta sobresaltósorprendió tanto a Camila como a Gael. —Muérete...—maldijo el hombre mientras se volvía hacia la puerta, sólo para sonreír cuando vio quién estaba allí. —Hola, cariño. ¿Has venido a buscar a papi? —le arrulló a Sofía en la puerta. No iba a desperdiciar la oportunidad de llevarla de nuevo a su cama. Con ese pensamiento en mente, Gael saltó de Camila y se dirigió a la puerta. —Ven aquí, muñequita. Era evidente que estaba más interesado en Sofía. Camila se recuperó rápid
Sofía no perdió el tiempo y le dio una palmadabofetada en cada mejilla. —Sí, ahora mismo están todos desmayados en este momento todos estan inconscientes en el suelo. Nadie va a venir a salvarte el culovendrá a salvarte. ¿Asustado yaTienes miedo ahora?Tan asustado como estaba Gael, se obligó a bajar la voz. —¿Qué... qué vas a hacerme? Será mejor que me sueltes antes de que haga que te arrepientas. —Jaja —se burló Sofía. —¿De verdad? Me gustaríaencantaría verte intentarlo. Arrastró a Gael hasta la ventana y lo empujó hacia afuerafuera. —¡No, No, no, espera! — Toda la mitad superior de su cuerpo ahora colgaba ahora por la ventana. El viento frío golpeaba la carel rostroa de Gael mientras colgaba de la gran altura. Camila se deslizó fuera de la cama, yendo al lado de Sofía. —Él no está bien la pena, Sofía...Por mucho que odiara a Gael, no quería que Sofía se ensuciara las manos con su muerte. Además, como los Ortega eran muy influyentes en Guadalajara, Camila se metería
Como si conociera los pensamientos de Camila, Sofía dijo: —Yo me encargo del dinero. No te preocupes.—Sofía, yo...—Camila se quedó boquiabierta. —No creo que sepas cuán... grande es la suma que mi familia necesita para arreglar las cosas—. Si necesitaran menos, no habrían pensado en un matrimonio arreglado en primer lugar. —¿Cuánto necesitas? — preguntó Sofía con indiferencia.Camila miró sorprendida y respondió en voz baja: “Mil millones.”No cien mil, ni varios cientos de millones, sino mil millones.Sofía se quedó callada ante el número, para sorpresa de nadie.—Sé que quieres ayudarme, Sofía. Ya me has ayudado mucho. Realmente no tienes que hacerlo.—Yo lo cubro—, interrumpió Sofía con firmeza, haciendo que Camila se sentara de nuevo sorprendida.—Perdona, ¿qué has dicho...?¿De dónde sacaría Sofía mil millones de dólares? Ni siquiera su acuerdo de divorcio con Julio habría conseguido tanto dinero.El coche se detuvo junto al barrio de Sofía.—No te preocupes por el dinero. Solo d
A la mañana siguiente, cuando Sofía salió de su habitación, la cocina estaba impregnada de un delicioso aroma a desayuno.La única persona que habría venido tan temprano a cocinar para ella era Julio. ¿Estaba aquí?Sofía fue a la cocina y, para su sorpresa, encontró a Camila en la estufa.—Buenos días, Sofía. El desayuno está listo—Camila apagó la estufa, emplatando tocino y huevos.Sofía la miró sorprendida. —¿Sabes cocinar?—Sí—Camila asintió. No era gran cosa para ella.Sofía, por su parte, se entristeció. ¿Por qué parecía que todo el mundo a su alrededor sabía cocinar menos ella?¿Por qué su abuelo no contrató a un chef para que le enseñara cuando era joven?Estaban a punto de comer cuando sonó el timbre de la puerta. Camila se levantó al instante. —Voy yo.Cuando abrió la puerta, vio a Julio de pie fuera, con frialdad.—¿Sr. César? — preguntó Camila sorprendida. ¿Por qué estaba aquí? ¿No se había divorciado ya de Sofía? ¿Volvían a estar juntos?Al ver que no era Sofía,
—no estaba...—Camila balbuceó.—No me lo pidió, me ofrecí voluntaria—explicó Sofía.Julio la miró con curiosidad y respondió en tono amable: —Muy amable.—¿Por qué? ¿Hay algo malo en mi decisión? —preguntó Sofía, empezando a irritarse por la actitud de Julio hacia Camila.Los tres continuaron comiendo en medio de un ambiente tenso. Fue especialmente duro para Camila, que sentía que el aire era tan denso que podía cortarlo con su cuchillo.—No te metas en los asuntos de Romeo. Yo me encargo—dijo finalmente Julio.Esto conmocionó a Camila hasta la médula.—¿Qué? ¿Crees que no puedo con ello? —Aquella gran abolladura en las cuentas de Romeo no era un gran problema para Julio como lo era para la mayoría de la gente.Sofía se volvió hacia Camila para ver qué pensaba. Pero Camila todavía estaba agradecida por toda la ayuda ofrecida.—Sé que puedes manejarlo, pero...— Sofía suspiró. —Es que creo que es mejor que me ocupe yo.Puede que Camila no supiera por qué Julio les ayudaba, pero Sofía sa