Julio colocó suavemente a Sofía en el sofá. —¿Dónde está la herida?—Aquí, donde la cintura—Sofía señaló su costado. Julio no podría verla directamente porque la ropa la cubría. Julio frunció las cejas, preocupado. Quería mirar la herida, pero Sofía no se lo permitía. —No te preocupes. Ya se han ocupado de ello en el hospital. —De acuerdo. Te creo—Julio sabía que Sofía no quería desnudarse, así que no la obligó. —¿Cómo sabías que estaba herida? —preguntó Sofía con curiosidad. Julio no lo habría preguntado de repente, ¿verdad? El hombre le puso un vaso de agua delante y luego contestó: —Dijiste que estabas comiendo con Camila, pero cuando me enviaste tu ubicación, estaba en el hospital. —¿Fue sólo por eso? —preguntó Sofía con incredulidad. ¿Había llegado Julio a esa conclusión sólo por el lugar? Julio asintió con la cabeza. Su intuición siempre había dado en el clavo, así que enseguida adivinó que a Sofía le había pasado algo cuando dio a conocer que estaba en el hosp
Sofía soltó una risita. —¿Y si no cocino bien?—Entonces lavarás los platos después de que yo cocine—Julio le siguió el juego mientras les sacaba la comida del comedor. Sofía se lo pensó un poco. —Eso puede funcionar. Puedo conseguir un lavavajillas. —Ven a cenar—instó Julio, dejando el tema en paz. No le importaba si Sofía cocinaba o fregaba los platos. Podían contratar a alguien que se encargara de la comida. Bueno, a él tampoco le importaba cocinar para ella. Sólo que a menudo estaba ocupado con el trabajo. Cenaban mientras compartían una conversación, igual que una pareja normal. —Haré que alguien venga a cocinar para ti durante la semana. Descansa un poco—dijo Julio mientras comía. Sofía se negó:—No lo hagas. Puedo cuidarme sola. No le gustaba compartir su casa con gente de fuera. Si no sabía cocinar, le bastaba con la comida para llevar. —Entonces enviaré a mi mejor chef—se refería al chef de su casa. Aún no tenía chef personal. Sofía estaba a punto de negars
Sofía durmió bastante bien aquella noche, aunque la herida seguía doliéndole de vez en cuando. Cuando se despertó al día siguiente, consultó su teléfono como siempre. Los Llan eran noticia una vez más, pero no por nada bueno. El odio de Daniela hacia Eva había atraído la atención de los internautas. Había noticias sobre los escándalos de Eva y el cambio de directiva del Grupo Llan. Sofía leyó el artículo. Aquel hombre al que Eva había hecho investigar había sido detenido por malversar fondos de la empresa. Seguro que los Llan no lo estaban pasando bien. Sofía se estiró perezosamente en la cama. Los asuntos de los Llan no eran de su incumbencia ahora. Mientras tanto, los Llan sufrían en tenso silencio en su casa familiar. Eva miró a su padre, Esteban Llan, desde el otro lado de la mesa. Había envejecido más de lo que ella recordaba. Su espalda, antes recta, estaba ahora ligeramente encorvada, y su pelo se había vuelto gris. No había ni una pizca de arrepentimiento en su corazó
El salón se quedó en silencio casi al instante. Eva hizo una mueca, no esperaba menos. —Yo también soy de Llan. ¿Por qué no tengo los derechos que tú tienes? —preguntó. —¿Cuál es exactamente tu plan, Eva? ¿De dónde has sacado esta absurda idea? —Esteban gritó fríamente. Ya no reconocía a esta hija suya. Sentía que las cosas se le escapaban de las manos. A Eva no le disgustó en absoluto la actitud de su padre. —Por aquel entonces, no creía que tuviera lo que hay que tener. Pero ahora...—Con una sonrisa brillante en la cara, se volvió para mirar a Daniela. —Me temo que esta familia podría cambiar pronto su nombre a Navarra. Daniela no podía fingir que no estaba involucrada. Sonrió cortésmente a Eva. Eva no la había respetado ni una sola vez desde que se casó con Sergio. Ahora incluso se había convertido en uno de sus mayores obstáculos para el éxito. —¿Qué quieres decir, Eva? No deberías meterte así en mi relación con Sergio...— Daniela maulló, las lágrimas a punto de caer po
Aburrida ya de la situación, Eva se dispuso a marcharse. —Les aconsejo a todos que se preparen. Pronto no pueden permitirse vivir en una casa tan bonita. Las cosas serían diferentes si la hubieran dejado convertirse en la heredera de la familia. —¡Desgraciada! — rugió Esteban, pero no pudo reunir nada más que decir. Daniela miró a su suegro y a su marido antes de seguir a Eva fuera. —Espere, Srta. Llan. ¿Puedo hablar con usted, por favor? —gritó. Eva se detuvo y miró a con expresión llena de curiosidad. —Vaya, no creo que tengamos mucho que decirnos.—No será fácil hacerse cargo del Grupo Llan ahora mismo en tu posición—dijo Daniela. —Yo puedo ayudarte. Eva fingió estar sorprendida. —¿Tú? ¿Ayudarme? Me temo que no entiendo. —Estoy segura de que sí, Srta. Llan. Sabe exactamente por qué me casé con Sergio. Por eso debemos trabajar juntos y destituir de sus cargos tanto a Sergio como a tu padre.Eva comprendía ahora por qué Sofía se había preocupado por Daniela. Su
A Eva no le importaba revelar su relación con Sofía. El enfrentamiento entre las dos mujeres no afectó en absoluto a su búsqueda de la herencia. Detrás de ella, el rostro de Daniela pasó de un pálido mortal a un rojo feroz en cuestión de segundos. —Sofía otra vez. No me extraña que Eva le propusiera heredar la empresa de la nada—dijo Daniela enfadada, apretando los dientes. Eva entonces salió de la mansión Llan, dejando a Esteban y Sergio para crear estrategias contra ella en la sala de estar.—Tienes que hacer algo al respecto, papá. No puedes permitir que Eva herede la empresa—dijo Sergio con ansiedad. No era el más listo del lugar, pero incluso él sabía que se convertiría en un don nadie sin la empresa a su nombre. Daniela incluso podría abandonarle si eso ocurría. Esteban reflexionó antes de decir: —No te preocupes. Los muertos no vendrán a buscar tu herencia. No podía permitir que su familia o sus bienes cayeran en manos de un extraño, especialmente el hombre con el
Sofía acababa de terminar de comer cuando alguien llamó a su puerta. —¿Quién estaría aquí a estas horas? —se preguntó. Se dirigió a la puerta y la abrió vacilante, sólo para encontrar a Daniela Navarra fuera. —¿Qué haces aquí? —preguntó aún sorprendida. Daniela la fulminó con la mirada y preguntó enfadada: —¿Convenciste a Eva para que se hiciera cargo del Grupo Llan?Sofía parpadeó durante varios segundos antes de reír. —Sí, lo hice. ¿Por qué? ¿Asustada?—¿Asustado? No tengo motivos para estar asustada—Obviamente, Daniela no admitiría que lo estaba. —La suerte no está a su favor con Esteban todavía al mando.—Ella sabía lo despiadado que podía ser el viejo. Parecía simpático en apariencia, pero ella sabia que era sólo una farsa. Podía ser muy cruel. —Entonces, ¿por qué has venido a visitarme? —replicó Sofía, cruzando los brazos sobre el pecho. Daniela se contuvo para no abofetearla. —Tenía curiosidad por saber cómo les iba a ti y a Julio. ¿Son novios ahora?Sofía no contes
A Daniela casi le da un ataque al oír eso. —¿Y qué? ¡¿Y qué?! ¡¿No te importa que sólo seas una sustituta de alguna mujer?!— ¡Se negaba a creer que alguien pudiera ser tan tolerante! ¡No, sólo los idiotas se comportarían así! —Sí, no me importa. ¿Algo más? — Sofía miró molesta a Daniela. Se abofetearía a sí misma antes de creer en las locas declaraciones de la otra mujer. Si lo hacía y se peleaba con Julio, le estaría haciendo el juego. Sofía cerró la puerta antes de que Daniela pudiera decir nada más, dejándola sin habla fuera. —Puedes mirar por ti misma entonces... cuando veas la cara de esa mujer, sabrás que no me estoy inventando las cosas—refunfuñó, y finalmente se marchó. Sin embargo, una pesada sensación de inquietud pesaba sobre su pecho. Cuando Daniela se marchó, Sofía abrió la puerta de su casa y miró la puerta de enfrente. No podía mentir y decir que no había ni un ápice de duda en su corazón, pero tampoco podía irse y tener dudas sobre Julio por culpa de las divag