Cuando el reloj marcó la medianoche, se lanzaron al cielo fuegos artificiales que estallaron en brillantes y coloridas flores.Sofía, feliz, admiraba la vista y pedía en silencio un deseo: que Diego pudiera volver a andar.—¿Has pedido ya un deseo? — preguntó María.Sofía asintió.—Pero no puedo decirte el qué.—Lo entiendo. No se hará realidad si lo haces. Yo también pedí mi deseo.María sonrió, contemplando el hermoso espectáculo de luces.Al terminar, los invitados se fueron marchando uno tras otro.María subió al coche de Juan y se despidió de Sofía.—Adiós. ¡Feliz Año Nuevo, Sofía!—¡Feliz Año Nuevo!La villa pronto se vació, dejando sólo a Julio, Sofía y Diego.Julio ignoró al hombre y se dirigió directamente a Sofía.—Feliz Año Nuevo, Sofía.—Feliz Año Nuevo.Sofía sonrió.—Oh, espérame un segundo.Sofía volvió corriendo a casa de Diego para coger el regalo que había comprado para Julio.Julio no sabía si reír o llorar mientras la veía entrar corriendo. Aprovechó para echar un v
Tras la celebración de Año Nuevo, Sofía pasó la mayor parte del tiempo cuidando de Diego en su villa.De vez en cuando, Julio les invitaba a cenar.La vida era buena en general.Tras las vacaciones, todo el mundo volvió al trabajo El nombramiento de Julio como Consejero Delegado del Grupo César fue una noticia explosiva, pero al menos puso fin a la lucha por el puesto.El precio de las acciones se disparó, demostrando que todo el mundo confiaba en él.Mientras tanto, a Julio no le molestaba demasiado el acoso de las otras familias. Para él, eran meros inconvenientes que se solucionarían en un tiempo.Tras hacerse cargo del Grupo César, los Flores no hicieron ningún movimiento contra él. Al fin y al cabo, Lucía necesitaba trabajar mano a mano con Julio, y no tenía sentido ir en su contra.Por la tarde, Julio estaba ocupado en el trabajo cuando recibió una llamada de Lucía. Le pidió quedar.—Si tienes algo que decir, dímelo por teléfono. Estoy ocupado.Era reacio a estar en contacto con
Julio volvió a la villa de Diego con el doctor Anjos en un momento en el que Sofía estaba en el hospital.Diego miró a Julio con el ceño fruncido.—¿Qué pasa, señor César?—El doctor Anjos volverá pronto a casa. Antes de que se marche, espero que le permita revisar sus lesiones. Estoy seguro de que no quiere usar una silla de ruedas el resto de su vida —explicó Julio con una media sonrisa en la cara.Diego le lanzó una mirada y se fijó en los diez guardaespaldas que venían con Julio. Luego sonrió satisfecho.—¿Es así? Señor César, viendo los hombres que trajo, pensé que estaba aquí para un robo.—Señor Paredes, está sobrepensando —Julio sonrió suavemente.—¿Y si me niego a dejarte entrar? —Diego le retó. Dejó de sonreír cuando los guardaespaldas de Julio se acercaron.—Oh, bueno, no tendría más remedio que entrar a la fuerza. No querrás que eso pase.—Julio César, estás invadiendo una propiedad privada ahora. —La expresión de Diego se endureció.Julio se acercó a Diego sin inmutarse.—
—Julio, sé que no te gusta que Sofía me cuide, pero no tienes que hacerme daño de esta manera.Diego hablaba con pena en los ojos y Sofía se sintió mal por él porque estaba en ese estado por haberla salvado.Nadie querría estar confinado en una silla de ruedas si pudiera elegir.—Sofía, ¿qué tal si te vas con el señor César? —Diego decidió “transigir” con una sonrisa forzada en la cara.Sin embargo, Sofía nunca lo dejaría atrás. Se acercó a él y lo llevó en silla de ruedas a la villa.—Ignóralo. Te acompañaré a tu habitación para que descanses.Julio apretó los dientes, conteniendo el impulso de inmovilizar a Diego y obligarle a pasar el reconocimiento. Pero sabía que no debía hacerlo. En su lugar, ordenó a los guardaespaldas que se marcharan.Sólo él y el doctor Anjos esperaron en la entrada.Media hora más tarde, Sofía salió por fin del chalet de Diego. Parecía que había ayudado a Diego a acostarse.Por alguna razón, Julio sintió amargura.—Julio, ¿qué estás haciendo exactamente? Aun
Sofía se sintió desconcertada una vez más. No era tonta: debía de haber una razón por la que Julio hacía hincapié en los antecedentes del secuestrador.Mirándole incrédula, finalmente soltó: —¿Sospechas que Diego planeó mi secuestro?—Más exactamente, sospecho que lo orquestó todo para que te quedaras a su lado después de salvarte la vida.No había ninguna buena razón para que Diego secuestrara a Sofía, pero ¿y si ese nunca fue el objetivo? Ahora mismo, parecía que Diego había conseguido lo que quería.—¡Imposible! —dijo sin pensar—. Eso no suena para nada a Diego.Julio había querido decirle que Diego no era ningún santo, pero se sintió molesto al ver la firmeza con la que ella confiaba en Diego.—Puede ser. Pero para que sea inocente, tiene que estar recuperándose de heridas reales.—Está bien. Hablaré con él para que le hagan un chequeo en un hospital del DF —sugirió, pensando que tener cerca al doctor Anjos era innecesario.Julio sabía que no tenía sentido discutir porque Sofía no
Sofía tenía la llave de repuesto del chalet de Julio.De hecho, fue Julio quien insistió en darle la llave, diciéndole que se sintiera como en su casa. En aquel momento, ella pensó que se estaba pasando, pero ahora, le parecía prudente que lo hiciera.Entró en la villa y se dirigió al estudio, donde esperaba encontrarlo enfrascado en su trabajo.Sin embargo, al abrir la puerta, lo encontró tirado en el suelo, inconsciente.—¡Julio!Se apresuró a acercarse a él. Parecía haberse desmayado.Al oír su voz, Julio se removió un poco y al verla puso cara de desconcierto.—¿Sofía? Tú...—¿Estás enfermo? ¿Dónde? —le preguntó mientras observaba el ceño fruncido en su rostro y cómo se apretaba el abdomen.Forzó una sonrisa y trató de poner cara de relajado.—Yo... estoy bien.—¡Julio César!Parecía furiosa.—¿Quieres morir?—No te enfades. Me duele un poco el estómago.Hacía tiempo que sufría problemas digestivos.Antes de conocer a Sofía, llevaba una vida de horarios irregulares. En el pasado, h
Julio se despertó sediento en mitad de la noche y, cuando intentó sentarse a buscar agua, despertó a Sofía.—Deja de moverte —dijo ella—. Sólo dime lo que quieres.—Agua —murmuró con voz ronca.Le sirvió un vaso de agua tibia, pero mantuvo el vaso en la mano.—No puedes beberte todo el vaso de agua de una vez. Te limpiaré los labios con bastoncillos de algodón húmedos. ¿De acuerdo?Julio no podía dejar de sonreír mientras asentía con la cabeza.—Claro.Con Sofía cerca, su sed de repente no le pareció tan mala.Tras humedecerle cuidadosamente los labios con el bastoncillo de algodón, regresó junto a su cama.—Ya puedes descansar.—¿Y tú? ¿Piensas cuidarme así?Se alegró de que Sofía decidiera vigilarle, pero al mismo tiempo sentía pena por ella.—Sí. Estoy bien. Amanecerá pronto.No le importaba quedarse despierta.Julio había hecho lo mismo por ella antes, así que no tenía nada de qué quejarse cuando se encontraba en la misma situación.Julio no compartía la misma opinión. Se hizo un p
Julio no discutió con ella porque había llegado a una respuesta.Tal vez, el hecho de haber crecido en entornos diferentes provocó una mentalidad divergente entre ellos.Con su actitud despreocupada, podría vivir una buena vida sin él.Pero las cosas eran diferentes para Julio. Si no hubiera conocido a Sofía, seguiría dando tumbos por la vida. Por lo tanto, haría lo mejor por ella. Estaba dispuesto a vivir por ella.—Ve a dormir. Es tarde.Miró la hora y se dio cuenta de que la mañana estaba cerca.Asintió con la cabeza.Aunque no tenía sueño, sería un imbécil si estropeara el horario de sueño de Sofía, teniendo en cuenta cómo la había estado cuidando.El silencio envolvió la sala y no dijeron nada más. Sólo se escuchaba el sonido de la constante respiración.Sofía no volvió a la villa de Diego esa noche, y él perdió el sueño por ello.Cuando llegó la mañana, Sofía le llamó para informarle de que no volvería hasta dentro de un rato.No le dio ninguna razón, pero estaba segura de que él