Gia estaba en la habitación viendo a la versión más joven de Sebastian y pidiéndole que no se fuera. Sergio le vio a los ojos e intentó decirle de nuevo que no era su padre, pero de nada sirvió y cuando se movió ella le disparó al marco de la puerta. Sebastian fue el primero en llegar a la habitación y encontró a su exnovia con el arma al lado de la cabeza arrodillada abrazado a su hijo el cual estaba quieto mirándole.
—Gia, qué estás haciendo—preguntó mientras se acercaba.
—Quiero que me expliques por qué la me dejaste por ella. Podemos ser una familia todavía, díselo, dile que me amas, quien siempre va a ser así —pidió en un tono pausado, nada que ver con su energético y vibrante tono de voz. —Dile Sebastian que me amas. Vine a matarle a ella —Dijo y miró a Olivia.
—Dispárame, pero suelta a Sergio.
—No puedes tenerlo todo, no puedes tener a Sebastian siempre Olivia. No puedes prohibirle a Owen hablarme, no me lo puedes quitar
Sebastian estaba consumiéndose en su propia autocompasión. Tras tres semanas de internamiento Gia había tenido una sesión con las personas a quienes había hecho daño; Olivia, Sergio, Milena y sus padres adoptivos fueron a la cita. Le escucharon disculparse y le acompañaron en su proceso de sanación, la semana siguiente, la semana de su mes, lo pasó con las personas que le hicieron daño y para Sebastian que había sido más consciente que nunca de lo que sus palabras y acciones habían hecho en los demás. Olivia vio a su novio sentado en a oficina de su departamento, él estaba tomando un sorbo de café mientras leía unos documentos, y la mujer se sorprendió ante la paradoja. Era muy complicado verles a ambos pasar la misma experiencia y tomar tan diferentes caminos. Tanto Sebastian como Sergio habían tomado a Gia bajo su ala, su hijo era un experto en salud mental y su novio era un experto en intentar dejar de ser un imbécil nacional. Olivia le quitó el café f
Sebastian se acercó a su novia por detrás y le rodeó con sus brazos, le dio un beso en la mejilla y le volteó para preguntarle seriamente: —Olivia, ¿estás bien mi amor? —Estoy genial lo que pasa es que Carrick y Alonso no me obedecen—los dos rieron y se pusieron en pie para salir con Sebastian, ella se despidió desde la puerta del elevador y fue a su habitación. Sus hermanas llegaron treinta minutos más tarde y le llenaron de besos y miradas de amor, palabras de aliento y seguridad, le acompañaron en el maquillaje y peinado. Carrick, Alonso y Sebastian fueron por un corte de pelo y un spa muy masculino, lo cual sorprendió a Sebastian el cual se tomó una copa de champaña y vio a sus amigos, les quitó las rodajas de pepinos de los ojos y preguntó: —¿Qué se trae Olivia entre manos? —Olivia—repitió Alonso como si no le conociera. —¿Tu prometida? —Sebastian asintió. — Nada malo. Eres un hombre afortunado, en haberle
Olivia y Sebastian habían tenido un inicio de su matrimonio maravilloso estaban muy concentrados en mimarse, sentirse bien y disfrutar del momento y la compañía, unas vacaciones que eran de dos semanas terminaron siendo de un mes. Olivia estaba muy concentrada en convertirse en madre, pero su cuerpo parecía negarse a darle aquel gusto. Seis meses más tarde estaban celebrando el cumpleaños del hijo que sí tenían. Sebastian le dio un beso en la frente a su hijo y le abrazó. —Papá, me duele. —Solo, quédate aquí cinco minutos conmigo—pidió Sebastian y Sergio le vio divertido. —Mi amor, te amo tanto. —Sergio de mi vida, mi corazón, hermano favorito, te amo tanto, quiero que cumplamos 100 en el mismo acilo y quiero que seamos hermanos siempre, en todas nuestras vidas —Dijo y vio a Sebastian. —Necesito… ¿Qué lo sueltes? —dijo incómoda. —Estoy teniendo cinco minutos. —¿Sabes que fui la primera
Olivia estaba sentada con el computador sobre las piernas leyendo los correos cuando vio a sus hijos y su esposo en la playa, sonrientes, felices, su teléfono sonó con un número desconocido, la joven tomó la llamada. —No alertes a nadie, Olivia.—Advirtió la otra mujer en la línea. —He estado esperando tu llamada, tu esposo se está muriendo, tus hijas están más pobres que nunca para alguien con el orgullo como el tuyo debe ser terrible todo esto. —Quiero devolver las joyas. —Sebastian no quiere joyas ni dinero, y lo sabes, Sebastian y yo queremos tu cabeza. —Olivia, no me declares la guerra, llevas meses intentando concebir, piénsalo, estástrayendo más huérfanos al mundo—la llamada finalizó y la joven se quedó en silencio mirando la pared. Sus hijos y esposo entraron en casa, Mily estaba grabando a su esposo mientras hacía galletas de nuevo porque las anteriores de
Olivia estaba frente a la mansión Pieth, viosu hijo abrazándose con Emilia Pieth como si realmente fuese su abuela. Se giró hacia Arturo y preguntó: —¿Estás seguro? —Sergio es mi alma gemela, tú mi hermana, obvio sí. —Olivia, ¿dónde están tus maletas y las de Sebastian?—preguntó Emilia. —Sebastian yyo sabemos que no somos Pieths y que esta es una actividad familiar. —Tienes dos niños registrados con ese apellido —Comentó Emilia. —Eres de la familia. —Vamos a ser hermanos mayores así que estarán muy ocupados viendo al bebé. —Felicidades—Respondieron todos y Olivia sonrió nerviosa, le dio un beso a sus hijos y le advirtió a Arturo que podía devolverles cuando estuviesen insoportables y más locos que de costumbre. La mujer se subió en el asiento trasero y llamó a su esposo para saber si se veían en el hospital o si pasaba por él, Sebastian aceptó que le recogiera, estaba fuera del ba
Sebastian se interpuso entre su mujer y su tía. La mayor sonrió y le dijo que por favor se sentaran en la cama. Olivia vio a Sianne apuntándoles con dos pistolas como si fuese una especie de Sicario, no hacía falta mucho para darse cuenta de que la mujer había estado planeando meticulosamente aquel evento. Sebastian le tomó de la mano y continuó cubriéndole con su cuerpo como si fuese un escudo humano. No contaba con que su esposa se abalanzara contra su tía, la mujer pensó que eran dos contra uno, Sianne, se había preparado para matarles porque todo el mundo sabía que era un riesgo y cuando uno se convierte en un riego para los demás tiene que saber qué hacer. Ella en algún momento tuvo dos opciones irse o pelear, la mujer eligió irse, enterrar la cabeza. Esperar la muerte de su sobrino y deshacerse de la drogadicta de Silvia. Sus hijas no le preocupaban porque las tres eran muy manejables y Roberto, su esposo, mucho menos, pero, Sebastian no se murió y sus precaucion
Silvia vio a Sebastian ingresar al hospital en su propio pie, mientras lo tomaba la mano de su esposa en la camilla. Vio a Xavier ingresar inconsciente rodeado por varios paramédicos. Sebastian no quería soltar a Olivia y ella no podía creer que su tía fuese capaz de tanto daño, tanto odio. Le siguió hasta donde los médicos le dejaron ingresar y le tomó de los hombros. Sebastian suspiró asustado y cansado por toda la situación innecesaria que habían vivido él, Olivia y sus hijos a causa del odio de su tía. Sebastian vio a sus cuatro primas. Se quedó ahí parado entre la puerta que le conducía hacia el amor de su vida y sus hijos no nacidos y sus primas que estaban por vivir el día más triste de sus vidas. —¿Está muerta? —preguntó Sadra. —Está muerta —Confirmó. Sus primas asintieron y Silvia fue la primera en abrazarle. Sebastian le rodeó con sus brazos y pidió que fueran a una sala privada, no sin antes asegurarse
Cinco años más tarde Sebastian y Milo estaban de cumpleaños, se lo estaban tomando muy en serio, estaban por construir la pieza más grande de legos de la historia en el jardín. Sebastian estaba cargando a su hija Olimpia, les había parecido adecuado después de que Alonso pasara nueve meses rogándole sy la pequeña era un clon de su padre, para ser irónicos. La única diferencia era el cabello pelirrojo y unos colochos nunca antes vistos en su familia, los suyos eran bucles, mientras los de su madre eran los menos cerrados. Olivia vio ala bebé de un año. Cargada entre los brazos de su papá, le dio un beso a la pequeña y escuchó los gritos de uno de los gemelos. —Mamá, mi hermano mayor está aquí—Olivia rió y Sebastianhizo lo mismo. —Ja ja jaaa —escucharon a Olimpia. —¿Qué te hace gracia? —Son muy tontitos. —Lo son —dijo su papá y los tres fueron a saludar a Sergio, el cual estaba d