"No la toques", gruñó Aleric. "Ella no te pertenece"."Supongo que aún no te has enterado de la noticia, pero ella ya no le ‘pertenece’ a nadie", respondió Cai en tono despreocupado, sin inmutarse por la actitud de Aleric. "Además, no creo que tenga que recordártelo, pero te das cuenta de que en rea
"Vaya, pequeña lobita", dijo Cai, pareciendo estresado por haberme molestado aún más sin querer.A estas alturas ya habíamos entrado en una zona de reunión común fuera del vestíbulo y agradecí que no hubiera nadie cerca para verme en ese estado.Él se acercó a uno de los sofás y me puso suavemente e
"Bueno, espero que algún día me cuentes la verdadera razón", dijo y puso su mano en mi cabeza antes de acariciarla suavemente.No pude evitar hacer un pequeño gesto de disgusto ante el trato. Siempre estaba tratándome como una niña."Pero si yo fuera tú", dijo, volviéndose a levantar y estirándose.
Una vez que conseguí convencer a mi madre de que me dejara volver a casa, empecé a pensar en mis opciones. Había mucho riesgo y yo no tenía precisamente muchos conocimientos en la materia. Por desgracia, no acabé teniendo mucho tiempo para mí, ya que mi padre le contó a mi madre lo que había pasado
Al llegar al gimnasio, noté que mi cabeza ya estaba especialmente mareada, pero sabía que los resultados no eran fáciles. Me puse los guantes de boxeo y empecé a golpear el saco con todas mis fuerzas para calentar. Sin embargo, tras solo cinco minutos de entrenamiento, empecé a sentirme débil y mi
"Caius... ¿Knight...?". Me escuché preguntar con voz tensa. No había escuchado ese nombre en un tiempo increíblemente largo. Me había esforzado por olvidarlo. "¿Estás bien? Te ves muy pálida de nuevo. ¿Sigues muy débil por lo de antes?". No podía escucharlo. Las emociones me superaban. Culpa, ver
Era un recuerdo que nunca quise revivir, enterrado bajo años de intentar reprimir los pecados que había cometido por ignorancia. Caius había sido el primero de un largo camino de horribles errores. Un nombre que hacía tiempo que había escondido en lo profundo de mi memoria. Y por algún desastre del
Sus ojos brillantes me miraban directamente y tuve que luchar contra el impulso de mirar hacia atrás para ver si había alguien más. Pero no era el caso; podía sentir el contacto de su mano contra mi mejilla e incluso el calor que emanaba de su piel. Esto era real, él podía verme. "Aria...", dijo dé