CAPÍTULO SESENTA

Melina intenta liberarse cuando James empuja su forma desnuda sobre la mesa. Él aprieta sus manos alrededor de su cuello y la fuerza hacia abajo mientras trabaja con su cremallera. A Melina no le queda mucha energía para luchar. Está agotada por la pérdida de sangre y ha estado gritando de dolor durante las últimas horas. James le había limpiado la espalda durante horas y horas.

—¡Mírame!—Alguien en la habitación le habla a Melina. Levanta la cabeza y fija sus ojos en Thomas. Está atado a una silla con su sangre por toda la silla y el piso. Melina apenas pudo reconocerlo ya que le habían golpeado el rostro hasta desfigurarlo. Su pecho está expuesto y lleno de cortes de cuchillas. Lágrimas frescas llenan sus ojos mientras se siente culpable por su condición. Thomas nunca estaría en esta posición si no aceptara cambiar de lugar con su hermana.

—Lo siento—dice Melina con voz ronca. Le duele la garganta de gritarle a James que deje de golpear a Thomas hasta convertirlo en pulpa.

—No es tu
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