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Capítulo Uno - 2

Parte 2...

Tenía diecisiete años cuando quedó huérfana, pero contaba con su tía Celia, quien era maravillosa, una verdadera tía como las de las películas. Gracias a ella, logró seguir adelante y llevar una vida normal, sin hundirse en la depresión y todo lo demás.

La casa en la que vivía con sus padres era muy buena, pero decidió mudarse al apartamento de su tía. Después de todo, solo eran las dos, y alquiló la casa, lo que le proporcionaba un buen dinero extra de alquiler.

Juntó ese dinero y abrió su propia tienda. Se convirtió en una microempresaria en el sector de alimentos, específicamente en repostería, que era lo que más le gustaba hacer desde pequeña en la cocina de su madre, y era realmente buena en ello.

Pasaba horas inventando recetas y luego hacía que sus padres y vecinos las probaran, lo que le dio una buena reputación como repostera. Incluso cuando era niña, vendía sus creaciones a conocidos que las recomendaban de boca en boca.

Nunca tuvo miedo ni pereza al trabajo, por lo que cuando este episodio negativo ocurrió en su vida, decidió seguir adelante y hacer un cambio.

— No te estoy pidiendo que vayas a la guerra - se encogió de hombros — Solo que ayudes a alguien conocido.

— ¿Ah, solo eso? - cruzó los brazos.

— Como si fueras a morir por hacer un trabajo temporal de secretaria por unos pocos días.

Natália frunció el ceño.

— No morir, pero sabes que ya no me gusta ese tipo de trabajo. Además, mi pastelería necesita de mí.

— Oh, no necesita nada de ti - agitó la mano — Después de todo, ya habías tomado un mes de descanso, así que no te hagas la tonta.

— ¿Y quién es? ¿Por qué aún no me lo has dicho?

— Bueno, es Julio - gesticuló.

— ¿Julio? - se sorprendió — ¡Ah no, tía, justo él?

— ¿Y qué tiene de malo? - hizo como si no supiera.

— ¿Julio Morales? ¿Ese Julio?

— Exacto.

— Ni lo pienses, tía.

Volver a una oficina y, además, trabajar con Julio no era algo que quisiera. Pero con la personalidad de Celia, ya podía ver sus días de descanso desapareciendo.

— ¿Vas a quedarte quieta?

— ¿Y qué? Siempre he trabajado mucho, tal vez aproveche y me quede en casa holgazaneando en la cama.

— Como si fueras a hacer eso - se rió — Tú no puedes quedarte quieta, chica.

— Tía, él es muy molesto - rodó los ojos.

— No es nada - se rió sacudiendo la cabeza — Eras muy joven y él se divertía molestando a una tonta como tú. Es un buen chico. Y en el fondo, lo sabes, solo eres irritante con él.

Julio aparecía casi todas las semanas para visitar a los parientes que vivían en el apartamento contiguo al de ellas. Marina era su amiga y prima. Cada vez que él aparecía, iba a fastidiarla. A Natália le gustaba quedarse en la casa de su tía desde que era niña, mucho antes de que sus padres murieran, y pronto hizo amistad con Marina.

Las dos solían jugar mucho, cualquier cosa que les apeteciera, y crecieron juntas como adolescentes unidas.

Celia tenía un gran aprecio por él y lo llenaba de atenciones como si fuera alguien importante, una celebridad, lo cual la irritaba porque él se ponía muy engreído.

Como pasaba mucho tiempo con Marina, siempre estaban juntas en su casa o en el apartamento de Celia, y allí venía él a entrometerse en sus asuntos. Le encantaba fastidiarla por su forma de ser.

— Él realmente necesita una secretaria.

— Entonces, que la contrate, no soy secretaria más. Ahora soy dueña de una pastelería - dijo inflando el pecho.

— Lo sé, lo sé... Pero cariño, hemos sido amigos de la familia de él durante tanto tiempo, no cuesta dar una ayudita, ¿verdad?

— Eso depende - hizo un sonido con la boca de manera irónica — Si voy a hacerlo, seré yo quien trabaje.

— Son solo dos semanas, Natália.

— Uff... ¿Y qué diablos hace él en realidad?

— Abogado. Y de los buenos, según Ana María.

— Ella es su tía, solía mimarlo cuando aparecía... Igual que tú - inclinó la cabeza.

— Natália, no seas exagerada.

— ¿Exagerada? Apuesto a que ya debe tener unas diez exmujeres, un montón de hijos tan fastidiosos como él y debe estar gordo y calvo.

— Dios mío...

— Gracias a Dios nunca más lo he visto. Desde que los padres de Marina se mudaron, nunca volvió a aparecer por aquí - hizo una mueca — ¿Ves?

— Él está muy ocupado.

— Ya lo sé...

— Admite que estás curiosa.

— Entonces, cuéntame, ¿qué está haciendo él?

— Está divorciado, no tiene hijos y, como te dije, es un abogado exitoso.

— Oh, qué bien - hizo una mueca irónica.

— Parece que su exesposa era una de esas fanáticas del trabajo y también se excedía en las frivolidades.

— ¿Según quién? - alzó una ceja.

— Pero ¿por qué te molestas tanto con él?

— Porque recuerdo lo molesto que era.

Nunca lo había vuelto a ver, pero pasar por un divorcio es algo muy desagradable. No sabía por qué nunca se había casado, pero aún así lo entendía.

Estava com vinte e oito anos e nada de chegar perto de uma igreja. Teve dois namoros sérios, mas acabaram muito antes desse passo ser pensado à sério.

— Tia, ele já deve ter alguém a essa hora. E ele nunca foi com minha cara de verdade.

— Não seja boba. Você era criança.

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