Capítulo 7

Es extraña la sensación que tengo en mi pecho. Sin ningún motivo estoy emocionada y me resulta incómodo. Creo que es por el chico de ojos azules aunque mantengo la esperanza de que no sea así. No lo conozco lo suficiente y solo hemos hablado unas cuantas veces, pero no entiendo por qué mi corazón está teniendo este tipo de emoción.

Esto con otras personas jamás me había pasado. Bueno, que yo recuerde, creo que con nadie. Soy médico y voy a tener que hablar con un colega para que me haga un chequeo. No puedo andar por la vida sintiendo palpitaciones por gente prácticamente desconocida.

Llegamos a la cafetería algunos minutos después y miles de intentos por hacerles creer que mi curiosidad por el chico era genuina y sin motivos ocultos. Pero voy a admitir que estoy con unos niños muy agradables. Sí, niños porque eso parecen estos hombres. Lo único que han hecho desde que llegaron es hablar y bromear sobre series y caricaturas. 

—Iremos por la comida —me informa, Dylan—. Ve tú primero, nosotros te encontraremos.

—La comida del hospital me recuerda a D'angelo y Timofte —habla nostálgico, Sebastian.

¿Quiénes son esas personas? 

—Compañeras de trabajo —responde, Logan—. Solo ignoralo y no le hagas caso, Natasha —sonríe de lado—. Ve con Nate, nosotros estaremos allá pronto. 

Termina de hablar y se va con los chicos después de decirle algunas palabras en otro idioma. Mi querida amiga también se fue con ellos.

—Traidora —susurro, viéndolos marcharse. 

Busco por la cafetería hasta que doy con Nathan. Él al verme me hace un ademán para que me acerque a donde se encuentra sentado. Camino hacia él fingiendo no sentirme nerviosa, y, ahora que lo veo bien, no es un tipo común.

Está guapo —admite, mi conciencia. 

Se podría decir que es un adonis, cabello corto de color rubio oscuro, ojos azules claros, tez bronceada, sonrisa perfecta, barba que empieza a salir, cejas pobladas y cuerpo de infarto. Debe hacer mucho ejercicio porque sus músculos están bien formados. Lleva una camisa color gris que marca muy bien sus bicets, jeans color azul y unos vans gris también. Me doy una cachetada mental para sacarme de mi ensoñación. 

Llego a la mesa intentando recuperar la dignidad perdida y tomo asiento, pero ya es demasiado tarde, Nathan, me ve con diversión. 

¡Debo haber parecido una idiota!

Trágame tierra y escúpeme en Europa. 

—¿Disfrutando la vista? —pregunta, su voz tiene un leve sonido de diversión.

Idiota.

—¿La verdad? —asiente—. Tu anatomía es término medio. Nada que no haya visto antes en la morgue —alza una ceja y suelta una sonora carcajada.

—Que linda eres —dice, irónico—. Sabes cómo destruir un momento de incomodidad —vuelve a reír, esta vez también le sigo.

—¿Si ya sabes como soy para qué me invitas? —reímos otra vez. 

No sabía que él podía ser divertido. Es tan serio que pensé que el día que repartieron el sentido del humor, él había llegado tarde.

—Eres una chica extraña —alzo una ceja—. Sí, eres extraña y disculpa si mi comentario te resulta inapropiado —me encojo de hombros restándole importancia—. Me tienes miedo y eso se nota, pero a la misma vez se te nota también que te estás acostumbrando a mí —asiento—. Que mal que no disfrutes de la vista porque a mí sí me gusta verte —sonríe pícaro.

Por un momento pensé que estábamos teniendo una conversación seria.

—Eres un idiota, Nathan —se ríe—. No puedo hacer nada si en la morgue existen mejores cuerpos que el tuyo —alza una ceja, viéndome interesado—. No... no... no es que yo haya visto tu cuerpo —pone los codos sobre la mesa, apoya su rostro en sus manos con una sonrisa de diversión—. Mm... yo... este... olvídalo, no dije nada —estalla en una carcajada. 

Bajo la mirada avergonzada, me acomodo en la silla y al alzar de nuevo la vista, lo veo reírse. Está feliz, sus ojos demuestran calma y a la vez misterio. No demuestran problemas, pero ahí hay más escondido. No tiene la guardia alta como cuando nos conocimos y me hace sentir bien…

Diferente. 

A pesar de que todo él diga peligro, para mí solo dice libertad. 

Al darse cuenta de que lo veía a los ojos, su postura se volvía recta y su espalda se apoyaba en el espaldar de la silla. Sus ojos perdieron la calidez del momento y su mirada cambió rápidamente a una muy fría. No expresaba ni demostraba absolutamente nada.

Lo siento, estoy invadiendo tu espacio.

—Eres demasiado adorable —me guiña un ojo, piensa unos segundos y vuelve a hablar—. Mejor cambiemos de tema, creo que tus intentos por no hablar de cadáveres va muy mal —me dice, sonriendo y acomodándose en la silla, al parecer le empezaba a incomodar—. Supe que estuviste en quirófano casi toda la mañana. ¿Cómo te fue en la cirugía?, ¿te quedan otras más por hacer?

Esto es lo que me gusta de él, sabe que aún le tengo un poco de miedo y me intimida, pero no me presiona al notar algún cambio en mí, más bien busca la manera de hacerme sentir segura. 

Quiere que confíes en él porque te está engañando —asegura mi conciencia. 

A veces creo que una parte de mi cerebro tiene vida propia y no es por mí.

—No soy adorable porque aún no me has visto molesta —alzo la ceja, él sonríe de lado.

—Me encantaría verte así, de verdad. Un día de esto te sacaré de tus cabales y te llevaré al límite —ambos volvemos a reír.

—Definitivamente eres un idiota —asiente obvio—. En la cirugía me fue bien, hubo una pequeña complicación, pero nada grave —hago un ademán quitándole importancia—, y creo que me quedan dos cirugías más. Nos tomó mucho tiempo hacer esta —apoyo mis codos en la mesa.

—¿Te gusta mucho tu trabajo? —pregunta, asiento con una sonrisa—. No sabes como te entiendo. Salvar la vida de otros que necesitan de nuestra ayuda es lo más reconfortante que puede existir —lo miro confundida—. Si me dieran a elegir una vez más te juro que vuelvo a tomar las mismas decisiones para llegar a donde estoy hoy —habla con orgullo—. No todos en este mundo se pueden defender —su voz suena nostálgica.

—Nathan, no te entiendo. ¿Has salvado vidas?, ¿ese es tu trabajo? —abre los ojos sorprendido.

—Es algo complicado y un poco similar a lo que tú haces —suspira—. Yo rescato a las personas de situaciones difíciles —me mira con... ternura—. Prometo contarte todo acerca de mí. Dame un tiempo, no es fácil confiar en las personas y decirles quien soy —me da una media sonrisa—. ¿Puedes prometerme algo, por favor? —me mira serio, asiento frunciendo el ceño—. No salgas corriendo o te alejes después de saber quién soy —habla sincero.

—Te lo prometo —¿así de terrible será su trabajo?—. Oye... Nathan, —alzo una ceja—. ¿Eres un actor porno y te da vergüenza admitirlo? —se sorprende, soltando una carcajada.

—Estás loca —afirma, me empiezo a reír también—. ¡Definitivamente eres la reina de matar los momentos! —niega con la cabeza—. Natasha, ningún actor porno salva vidas.

—¡Claro que sí! —su boca se abre de la sorpresa—. Los adictos al porno, los pervertidos y esa gente rara son salvados por eso —me mira muy, pero muy mal.

—No son salvados más bien los convierte en enfermos mentales —comienzo a reírme otra vez. Tan fácil es hacerlo molestar—. ¿Te parece divertido lo que estoy diciendo? —asiento y sigo riendo—. No entiendo que es lo que te divierte tanto —su voz suena molesta, acaricia su cuello mientras me ve con interés.

—Nathan, solo estoy bromeando —le regreso la mirada—. Sé que al paso del tiempo se convierten en unos enfermos —sigue serio—. No te pongas así... —me interrumpe sin dejarme terminar de hablar.

—No me compares con ellos, no soy ningún enfermo mental ni adicto a nada —se tensa—. ¿Tan mala imagen tienes de mí? —pregunta, sin apartar la vista.

Dios, no sé cuánto tiempo podré seguir con este contacto visual.

—No tengo mala imagen de ti —suspira—, no te estoy comparando con ellos y mucho menos estoy diciendo que eres un adicto —cruza sus brazos, apartando la mirada hacia otro lado—. Eres un maleducado. Mira a la gente cuando te habla —lo reprendo, fingiendo indignación.

—No quiero —dice, seco.

—¿No quiere? —me río—. ¿Acaso eres un niño? —achina sus ojos, volviéndome a ver—. Oh, señor ofendido, permítame ir a poner una alfombra roja para que usted, macho pecho peludo —lo señalo—, pase por ella y se sienta el rey de la manada —comenzamos a reírnos.

—Esta es una perfecta escena de tórtolos y sé que se la están pasando de maravilla sin nosotros, pero quisiéramos comer. ¿Será que nos podremos sentar y así disfrutar de una velada amistosa? —pregunta, Logan, con voz socarrona.

—Hermano, eres muy imbécil —todos se empiezan a reír—. No sé desde cuando eres educado ni a quién estás intentando engañar con tus altos estándares de educación —se queja Nathan.

—Eres el rey de los imbéciles, Nathan —ataca su hermano, entre risas.

—Logan, deja de llorar y tomen asiento —responde, nos entregan las bandejas de comida y tomaron asiento junto a nosotros.

Comimos tranquilamente entre risas y conversaciones tontas. Los chicos son muy buena onda, todos parecen familia y te hacen sentir parte de ellos. Vi que entre Dani y Logan hay algo más que una amistad. Él está demasiado atento con ella y se miran más de lo que se debería. Luego le preguntaré qué es lo que me esconde y se trae con el joven tatuado. Nathan, en cambio, se me quedaba viendo no muy discretamente, sus amigos le hacían bromas por eso y al parecer, era lo que menos le importaba. 

Son unos niños.

Doctora, Natasha Záitseva, por favor, dirigirse a la sala de cirugías —suena el parlante.

—Ya terminó tu descanso —afirma, triste y acongojada, Danielle —Yo me quedo un rato más con ellos —la miro divertida negando con la cabeza.

Doctora, Natasha Záitseva, por favor, dirigirse a la sala de cirugías —suena de nuevo el parlante.

—La pasé muy bien con ustedes chicos —me levanto de la silla—, espero verlos pronto —hago un ademán con la mano en forma de despedida y me alejo de ahí.

*****

Tan rápido pasa el tiempo cuando te la estás pasando bien. Esta vez lo diré sinceramente, solo espero volverlos a ver. Aunque Nathan salió enojón, debo decir que me relaje mucho estando con él. Con respecto a Danielle, estoy segura de que se trae algo con Logan, en algún momento que tengamos libre, le preguntaré qué onda con él.

—¡Natasha! —escucho a lo lejos mi nombre.

¡Oigan estoy en el final del capítulo haciendo mi perfecto monólogo, no me interrumpan así tan cruelmente!

—¡Natasha! —vuelven a decir, suspiro y volteo para ver quien me llama.

—Nathan, ¿paso algo? —lo miro sorprendida, este niega con la cabeza sonriéndome tiernamente 

—Yo quería preguntarte algo —busca mi mirada, al encontrarla sus ojos brillan—. Tú... ya sabes —¿está nervioso? Qué lindo—, Masha, yo me preguntaba sí...

Ay, por Dios, no dudes que me tienes nerviosa también.

—Oye la de los titubeos soy yo, ¿lo recuerdas? —sonríe tan ampliamente que hace a mi corazón palpitar. 

—Tienes razón. Empezaré otra vez —toma aire y manteniendo ese contacto visual que me está empezando a gustar, vuelve a hablar—. ¿Quieres salir conmigo uno de estos días?

No quiero —responde mi conciencia.

En este momento no me sirves. Voy a buscar tu botón de apagar en este preciso instante.

¿Me lo estaré imaginando? Me invitó a salir esta persona. ¿Le debo responder ahora?, ¿será que le gusto?, ¿por qué me invito y por qué me estoy haciendo tantas preguntas?

Espera un minuto…

¡Natasha, responde!

Te vas a arrepentir —vuelve a hablar mi conciencia.

¡Ay, cállate! La pongo en modo de silencio y le respondo a Nathan.

—Está bien —sonrío sincera—. Me gustaría salir contigo uno de estos días —su sonrisa se ensancha.

—Perfecto. ¿Te parece bien mañana en la tarde? —suelto una pequeña risita.

—Lo siento, mañana entrego guardia, pero el sábado estoy libre —asiente.

—Entonces pasaré entonces por ti el sábado a las tres —sonríe de lado—. Te escribiré y ya no te podrás escapar de mí —me río, negando con la cabeza. 

Ya se volvió loco.

—Tranquilo, no escaparé, nos vemos el sábado a las tres —respondo, él me guiña un ojo.

—Es una cita —afirma.

—Es una cita —contesto, chocamos los puños y me alejo de la cafetería.

¿Quién lo diría? El sábado tengo una cita con el expandillero. Voy a admitir que Nathan se ve muy dulce cuando está nervioso. Es la primera vez que saldremos solos y aunque hemos compartido conversaciones, salir sin que nadie nos vaya a interrumpir, me hace sentir entre adrenalina y ansiedad.

Debo pensar que ropa ponerme para no parecer una loca. Para mi estropeada mente estos eventos les causan emoción y me hacen sentir parte de algo. No es que antes no saliera con nadie y fuera el patito feo de la historia. Es que mi familia en temas para salir siempre se negaron y mi escape fue el hospital.

Nathan, para mí, es peligro, adrenalina, misterio, libertad... Nathan es tan desconocido que me emociona.

Llego a la sala de cirugía y comienzo a prepararme, camino a lavarme las manos y espero a la persona que me ayudará a terminar de ponerme lo que me falta.

«Saldré con él, solo espero que todo salga bien» pienso, animadamente.

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