NinoConfieso que oírlo pedir que me mantuviera a su lado, se sintió como el equivalente a una propuesta de matrimonio, y no es que estuviera esperando con mi vestido de novia bajo el brazo. Claro que no. Tan solo sentí cierta necesidad de compromiso, no por obligación, sino que por cariño. Por esa comodidad que sentíamos el uno con el otro, y no necesité más para entender que la paciencia tendría que ser mi mayor compañera. Por fortuna, ni él ni yo teníamos prisa.A paso lento, mis días junto a Manu comenzaron a tomar un ritmo encantador que me tenía viviendo un ensueño inimaginado. Cuatro veces por semana, me visitaba en casa los lunes, miércoles, viernes y domingo. Siempre a la misma hora del día, en micro desde su hogar, cruzaba el río que dividía una ciudad de la otra, cuidando de hacerlo en el lapso con menor cantidad de pasajeros, con guantes y un pañuelo que cubría su boca y nariz. En mi departamento, guardaba para él una muda completa de ropa que usaba después de bañarse —inm
ManuEstaba casi listo para recibir a Elisa cuando un mensaje de Nino me distrajo:"Lo siento, hoy no podré ir. Tengo que resolver asuntos académicos. No me necesitas ahí, porque eres el mejor."Me quedé helado al leerlo ¿qué iba a hacer si Nino no estaba conmigo? No podía pintar sin ella, y tampoco deseaba hacerlo. Entendía que mi lienzo era otra mujer, pero siempre estaba pensado en Nino como referencia, porque nada en Elisa me provocaba inspiración. Si tomaba un color, lo primero que hacía era pensar en el tono de piel de Nino; si buscaba sus ojos, imaginaba como unas estrellas sobre su frente los harían resaltar, tal vez de colores anaranjados, o tonos rosas que contrastaran con la oscuridad de ellos; sus hombros pequeños se convertían en alas; y su cintura, más gruesa que la de Elisa, parecía un lugar agradable para transformarla en el hábitat de pájaros libres como ella.De forma inconsciente, lo único que hacía sobre Elisa, era dibujar a Nino. Por eso, cuando la vi atravesar el
NinoAcepté con alegría convertirme en su lienzo, aunque la convicción con que me lo pidió, dejaba poco espacio para dudarlo. Tras el sí, Manu comenzó a correr. —Bien, estamos retrasados. Retrasados. Retrasados. Tienes que ir al vestidor, sacarte la ropa, yo te esperaré abajo. ¡No bajes sin ropa! Tras el biombo hay una manta blanca para que te cubras. Pero no puedes cubrirte mientras te pinto, ahí si debes quitarte la ropa, solo no te la quites antes, quiero decir, sí, quítatela, cúbrete, y luego te quitas la manta.Manu nervioso era encantador, y complejo, pues todo debía hacerse según sus reglas, lo que incluyó subir al segundo piso utilizando primero el pie derecho y bajar utilizando el izquierdo, al igual que cuando subí a la tarima dispuesta para mí, en el centro de un café donde reinaba el esnobismo y la intelectualidad.Una vez allí, vistiendo solo mí no muy sexy ni diminuta ropa interior —nadie me dijo que debía ir preparada—, sentí que el pánico se apoderaba de mi cuerpo. To
Manu Tras los vestidores, lo único que se escuchaba era el regaño constante y agudo de Nino. A su alrededor, las demás modelos reían o guardaban silencio. Sin duda, era la más inquieta —y ruidosa— del lugar. —Realmente es injusto —repetía—. ¡Tú merecías el premio! ¡Qué rabia! ¡esto de seguro estaba arreglado! Si Elisa hubiese sido la modelo, habrías ganado —bramaba mientras volvía a ponerse ropa, aún con su cuerpo pintado. Me limité a escucharla con cierto agrado mientras guardaba mis materiales e instrumentos dentro de mi maletín, tratando de disimular que era incapaz de voltear a mirarla. ¿Cómo podría volver a estar a su lado después de lo que acaba de ocurrir? Estaba seguro de que nunca más podría estar junto a Nino con calma, pues mi mente y mi cuerpo se habían descontrolado por completo. No era solo el verla sin ropa, sino la extraña sensación de insuficiencia que me provocaba solo el hecho de existir y saber que ella existía, y que no éramos la misma persona, aunque deseara co
Por supuesto que estoy feliz. ¿Cómo no voy a estarlo si acabo de recorrer el cuerpo de Nino con mis pinceles? Estuve tan cerca de ella como nunca jamás podría estarlo. Acabo de plasmar mi esencia en su piel, entre colores llenos de vida y alegres figuras. Bueno, en realidad, así es como se siente mi corazón desde que apareció en mi vida: vivo. Y aunque pueda parecer ridículo decirlo, ya no me importa arrastrarme al vacío sabiendo que su compañía tiene fecha de término. Estoy seguro de que sería horrible perderla, pero ya no me angustio por eso. Ni siquiera puedo hacerlo, porque solo tengo en mi cabeza la curva de su cuello, su cintura, sus pechos y sus labios. ¿Cómo el resto del universo puede continuar su vida sin detenerse a admirarla? No lo entiendo. Yo apenas soy capaz de mantenerme erguido mientras camino a su lado. Mis piernas están temblando y estoy seguro de que Nino se da cuenta, porque estrecha con fuerza nuestras manos.No puedo creerlo. ¿Será porque mis manos y las suyas a
NinoDesperté con sus finos brazos atrapando mi cintura, casi como si temiera que escapara en cuanto abriera mis ojos, y sonreí, maravillada al sentir su cuerpo cálido unido a mi espalda, mientras su cabeza, escondida entre mi cabello, me permitía sentir la calidez de su respiración suave y profunda en mi oído. Manu aún dormía, exhausto con todo lo que acababa de suceder. La verdad es que no me extrañaba que estuviera tan cansado, pues fue evidente que un sinfín de sensaciones se agolparon en su cuerpo desde el segundo exacto en que decidió besarme. ¿Cuánta valentía necesitó reunir para realizar algo tan sencillo como eso, una banalidad casi ridícula para quienes no pensamos que moriremos producto del más cruel de los gérmenes alojado en la boca de una mujer? Era increíble imaginarlo, pero fue todavía más asombroso verlo continuar, incluso cuando su pánico era indiscutible, y es que jamás estuve con un hombre que temblara al mismo tiempo que repetía mi nombre para que no me detuviera.
ManuEsa noche, Nino y yo hablamos hasta entrada la madrugada. Aunque siendo honesto, era ella quien encontraba siempre algo que decir. Antes de conocerla, siempre estaba molesto con las personas que jamás guardan silencio, pero con ella era distinto —todo—, más aún en ese minuto, en que me sentía en la misma medida feliz y aterrado. Por una parte, la sensación de su cuerpo desnudo junto a mí era exquisita, pero al mismo tiempo, mi mente me repetía que era peligroso, que no era hombre suficiente para ella, y que el imán que nos mantenía unidos era igual de frágil que mis momentos de tranquilidad. No sabía cuánto tiempo lograría controlarme, menos si lo único en lo que podía pensar era que si cerraba los ojos, despertaría sintiéndome sucio, que huiría de ella y jamás la volvería a tener junto a mí. El miedo me volvía loco, y sabía que Nino lo notaba.—¿Vas a dejarme? —pregunté, una vez que me sentí incapaz de controlar el pánico que crecía en mi pecho.Era consciente de la paciencia qu
NinoCada vez que noviembre aparecía en el calendario, comenzaba a despedirme de la universidad. Sin embargo, ese año no tendría unas simples vacaciones, pues ese fue mi último semestre como estudiante, antes de comenzar con mi práctica profesional y mi investigación de título. En tiempos normales, el fin de clases significaba que era hora de volver a casa junto a mis padres. Lo que, si bien no era del todo aburrido, no se acercaba ni de lejos a pasar más tiempo junto a Manu.Fue así que todo en nuestras vidas comenzó a alinearse para que jamás nos separáramos, partiendo por la necesidad de realizar mi práctica, lo que me obligó a pasar el verano en Concepción, lejos de mi familia, pero enredada entre las piernas de mi primer novio formal. Durante esos días, hacia donde mirara, mi vida florecía. Estaba alegre, ver a Manu sonreír como nunca me provocaba una sensación de completa paz. Nos divertíamos juntos, caminábamos tomados de la mano, sin que importara el calor del verano que se ap