Capítulo744
Viendo lo que Zacarías le entregó, Alejandro frunció el ceño y preguntó:

—¿Qué es esto?

—Son lágrimas de toro— explicó Zacarías, —¿No crees en lo que dice tu hija? Entonces, ¿por qué no lo pruebas tú mismo en tus ojos para comprobarlo? Será mucho más efectivo que explicarte todo yo mismo.

Alejandro miró en silencio, pero no mostró ninguna reacción. No iba a poner algo de origen desconocido en sus ojos tan fácilmente.

Eduardo, viendo la situación, tomó la iniciativa y recibió las lágrimas de toro de Zacarías.

—¿Solo necesito aplicarlo en mis ojos, verdad?

Zacarías asintió,

—No necesitas mucho, este producto es valioso y difícil de encontrar.

—Entendido— respondió Eduardo.

Quitó el tapón del frasco, con cuidado puso un poco en la palma de su mano y luego se lo aplicó en los ojos.

—Sal de aquí— recordó Zacarías.

Eduardo obedeció y estaba a punto de dirigirse hacia afuera, pero justo cuando dio un paso, en la puerta apareció repentinamente un rostro pálido.

Era el rostro de una anciana,
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