Capítulo 3

Capítulo 3

Dolía, dolía ser tratado de esa manera tan cruel, dolía saber que su destino estaba escrito.

— Míralo por el lado bueno — su tobillo fue encadenado — Ya tienes donde dormir sin tener que pagar la renta.

— Por favor...

— Shh, no deseas que vuelva a dejarte dormido, ¿O sí? — Axel negó con la cabeza — Se un buen chico y no hagas un desastre en éste lugar, hay ratas — se puso de pie — Mañana en la mañana vendré por ti, así que no hagas cosas indebidas.

— Por favor, no me deje aquí — gateó — No sé que le hice, pero no puede hacerme esto, ¿Así es que son las almas gemelas tratadas?

— Nunca he tenido algo como eso y tampoco creo en las almas gemelas — se puso en cuclillas — No creo que seas un beta, el cual tiene un olor atractivo para mi gusto — apartó el cabello del rostro del menor — ¿Lo peor? Es que no te puedo marcar como deseo.

— Por esa razón tiene porque tenerme aquí, puede seguir buscando a su alma gemela...

— ¡¿Es que no entiendes?! — Se puso de pie de golpe — ¡Sólo existe una alma gemela en el mundo!

— No podemos serlo, en verdad le pido que por favor...

— ¡Cállate! ¡No quiero escucharte!

Salió del sótano, cerrando la puerta con llave, no sin antes apagar la luz de dicho lugar. Cuando amaneció, estaba en un rincón de ese lugar con sus piernas abrazadas y tiritando del frio. Un colchón fue dejado frente a él, logrando que el polvo se levantara lo que provocó que comenzara a estornudar.

— Te ves tan deplorable — dijo, asqueado — Debes de darte un baño, te sacaré de aquí durante unas horas — eso logró que se animara a mirarlo — Será mejor que intentes nada.

— ¿Me dejará libre?

— Eso ni pensarlo — le dio un leve empujón con sus dedos en la frente — Ordenaré que limpien éste lugar para que estés más cómodo y así no te andes quejando de que no te trato bien.

Hizo que se colocara de pie, quitando la cadena de su tobillo y arrastrándolo escaleras arriba. Lo metió en uno de los baños del primer piso, cerrando la puerta detrás de él, se quitó el saco que usaba para trabajar, no sin antes hacer una llamada para que remodelaran un poco el sótano y que sobre todo sacaran las ratas que había ahí.

El chico estaba temblando, no entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, como de la noche a la mañana estaba siendo tratado de esa manera.

— Entra.

— Puedo bañarme solo — dijo, cuando lo vio colocarse las mangas de la camisa hasta los codos — No tiene que hacerlo...

— No te estoy preguntando si debo o no bañarte, me aseguraré de que estés limpio —abrió las llaves de paso — Será mejor que no intentes nada porque te puedes arrepentir de tratar de matarme.

— Ni que supiera cómo hacerlo — hizo lo pedido por el alfa.

Se quitó la única prenda que cubría su cuerpo y se metió en la ducha, dándole la espalda. Apretó los puños contra la pared, cuando las manos del alfa cayeron sobre su cabello para que se mojara y la esponja por su espalda.

Debía de ser fuerte, se decía una y otra vez. Tenía que buscar la forma de salir huyendo, pero no sabía cómo. Sollozó al sentir la presión de uno de sus dedos entrar de manera forzada, la mano del alfa lo mantuvo contra la pared, quieto y sin poder moverse.

— Un beta virgen — siguió entrando y sacando el dedo, hasta que tuvo otro dentro — Esto es mucho mejor de lo que pensé.

— No siga, por favor...

— No te muevas — ordenó.

Los sollozos del menor siguieron cuando escuchó como el pantalón del mayor caía al piso. Golpeó una y otra vez la pared, sus manos fueron sujetadas y su cuerpo inclinado más de lo debido.

— No te muevas — volvió a ordenar.

— No lo haga, por lo que las quiera...

No gritó, no se movió, no pudo hacer absolutamente nada en el instante en el que entró todo de golpe en su interior, sintió como si una parte valiosa de su cuerpo fuese partida a la mitad, dejando rastros de sangre su paso. Sus ganas de vivir se fueron al saber que no había manera de regresar el tiempo atrás y olvidar ese momento.

Y lo peor de todo que sólo fue el comienzo de un inferno de la persona que debía protegerlo de los demás, que debía cuidarlo y que sobre todo tenía que mimarlo como su alma gemela.

Los días se convirtieron en meses y su martirio continuaba cada día que pasaba. El sótano se había vuelto el único lugar en el que podía mantenerse tranquilo durante unas horas hasta que el alfa llegara por más. Sabía que éste no iba a bajar en mucho tiempo por la fiesta que estaba teniendo arriba y eso lo agradeció, su vientre estaba a nada de explotar y temía que éste colapsara en una de sus violaciones brutales. Apenas y tenía ocho meses, según el calendario de los embarazos de los lobos comunes…

Cuando el alfa descubrió que era un beta raza pura, recibió golpe tras golpe en sus piernas que lo dejaron sin caminar por más de un mes y a eso se le sumó las violaciones. Esperaba que su hijo no corriera la suerte que tenia él, porque no sabía qué pasaría si nacía beta.

El alfa había estado ordenándole que debiera de abortar el feto antes de que fuera un problema para ellos, pero éste le rogó que lo dejara tener y que no se quejara más cuando estuvieran teniendo sexo. El alfa se mantenía sereno cuando su familia lo visitaba, pero eso cambiaba cuando le decían que debía de casarse y tener hijos propios.

— Aquí está tu comida — el alfa se sentó en el colchón y dejó un plato lleno de comida frente a él — ¿Cómo se dice?

— Gracias, alfa — masculló — Muchas gracias por la comida.

— Así me gusta — le sacudió el cabello — Mi familia sigue insistiendo en que debo de buscar a mi alma gemela — se acostó, y colocó sus manos detrás de su cabeza — Lo que ellos no saben es que ya la tengo junto conmigo, y que me dará un hijo.

— Un hijo que no quiere — dijo para sí mismo, y lo alfa lo miró ceñudo — Lo siento.

— Que no se vuelva a repetir lo que acabas de decir — el beta asintió — Ya encontré la solución a nuestros problemas.

— ¿Me dejará libre?

— No, sabes que eso jamás pasará — pasó la yemas de sus dedos por las piernas desnudas del menor — Nos casaremos mañana mismo.

— ¿Qué?

— Así como lo oyes — mordió la rodilla del menor — Ve el lado bueno, podrás salir de la casa, y estaremos durante unas horas. Pero antes, debes de hacer algo por mí.

— ¿Qué cosa? — Dejó de comer y se concentró en lo que el alfa sacaba de su bolsillo — Eso es...

— Una pastilla para el embarazo — se sentó e hizo que el menor se tragara a secas — Eso es, pequeño. Cuando despiertes estaremos de camino al juzgado y todo pasará.

*****

Despertó con un fuerte dolor en el cuello, estaba en los asientos traseros de esa camioneta mientras el alfa estaba conduciendo de lo más calmado. Se sentó de forma calmada, y miró por la ventana, encontrándose que estaba en el centro de la ciudad, cerca de donde vivía anteriormente.

Miró su vestimenta, la cual consistía en un camisón y un pantalón suelto.

— ¿Te duele el cuello? — preguntó el alfa, logrando que salte en su lugar — Te puse un chip de rastreo yo mismo.

— ¿Qué?

— Lo que acabas de escuchar, mocoso — le pasó su teléfono — Ya puedo saber en dónde te encuentras cada vez que te me pierdas.

— ¿Por qué hizo esto? — tomó el teléfono, temblando — No le encuentro nada sano a esto.

— Te conozco lo bastante bien como para saber que estarás intentando escapar de mi en el registro civil, así que será mejor que no intentes nada estúpido porque te irá mal.

— ¿Por qué me hace todo esto? — Comenzó a llorar — Yo no pedí esto.

— Ni que te estuviera preguntando — se bajó del carro — Camina, y no hables con nadie. Mi familia está ahí dentro y no deseo que por alguna de tus estupideces arruines mis planes, ¿Te quedó claro?

— Si, entendí.

— Perfecto — arregló el cabello del menor y le quitó el teléfono — Trágate esto — hizo que abriera la boca y le introdujo una pastilla — Al fin sacaré a mis padres de mi vista por muchos años. La pastilla que te di sirve para que tu olor sea el de un omega.

Axel asintió a medias, la luz del sol y el poco equilibrio que tenía casi logra que cayera sobre el pavimento si no fuese por el alfa, el cual, tomó su brazo con brusquedad y le dio una mirada asesina.

— Lo siento... — desvió la mirada, mirando hacia todos los lados.

Veía todo con asombro, no recordaba la última vez que había salido de ese lugar, bien, nunca salió. Pero, era increíble respirar en otro ambiente. Había unas personas alrededor de una mesa, junto con alguien que supuso que era el juez que los iba a casar.

— ¡Tú debes de ser Axel! — Exclamó Dylan, acercándose al menor — Soy Dylan, padre de Brock.

— Mucho gusto — dio pasos hacia atrás.

— No tienes que ser tímido, amor — apretó el hombro de éste — Sólo es mi familia.

— Mira lo asustado que está el niño — Jared tomó el brazo de Axel — Soy Jared, estos son futuros cuñados y los tíos de tu cachorro.

— Son muchos... — se sonrojó al darse cuenta de que lo había pensado en voz alta — Lo lamento.

— Es normal que las personas digan eso — un chico que se veía de la misma edad que Brock tendió su mano — Soy Oliver, el hermano mayor.

— Soy Noah, y ya habrá más tiempo para presentarlos a todos — sonrió — Anoche no te vimos en la casa de mi hermano.

— Estaba... — hizo una breve pausa — En mi casa, es que es de mala suerte el vernos, según yo — fue lo primero que se le ocurrió — Lo lamento.

— Tampoco te habíamos visto antes, y ya estás casi dando a luz, ¿Desde hace cuanto se conocen?

— Seis meses — sabía que eso le traería problemas, pero qué más daba — Soy un omega raza pura.

— Eso fantástico — Dylan tomó su brazo, y lo alejó de su hijo — No te sientas asustado, mi hijo es buena persona.

Si supiera lo que me hace no estaría diciendo esa basura.

Asintió, y se colocó frente al juez. En el momento de decir el si acepto fue la odisea para él, lloró y no fueron lágrimas de felicidad, sino de que ya no era un lobo libre, sino que estaba marcado de por vida a una persona sin sentimientos que sólo lo utilizaba a su uso y antojo.

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