Capítulo 47
Al percatarse de que Leonardo estaba por marcharse, Matilda se apresuró a abrazarlo por detrás y exclamó en sollozos: —¡No! Si hoy no me das una respuesta, ¡no te dejaré ir!

Leonardo frunció el ceño y, con una creciente irritación en su interior, reprendió en voz baja: —¡Mati, suéltame!

—¡De ninguna manera!

Matilda negó con la cabeza y preguntó con voz temblorosa: —¿Acaso olvidaste lo que me prometiste en el resort cuando teníamos dieciocho años?

Ante esas palabras, el imponente físico de Leonardo se puso rígido mientras empezaba a debatirse en su interior.

Él liberó suavemente la mano de Matilda, se volvió hacia ella y dijo con pausa: —Mati, nunca lo olvidé.

Por lo tanto, había hecho todo lo posible por satisfacerla con lo que quisiera, y no la culpó incluso cuando sabía que había lastimado a Natalie.

—Pero si es así, ¿por qué dudas en divorciarte de Natalie?

Leonardo no respondió. De alguna manera, la sola idea de divorciarse de Natalie le producía una gran molestia y resistencia.

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