Capítulo 426
Al otro lado, Leonardo seguía marcando aquel número, pero una voz femenina, fría y mecánica, le repetía que no se podía contactar, y luego se convertía directamente en una desconexión.

Matilda, a un lado, temblaba de miedo ante su mirada furiosa, y bajó la cabeza, sin atreverse a hablar.

Al notar que la frialdad que emanaba de su cuerpo era cada vez más atroz, Matilda dijo con voz temblorosa: —Leo, no lo hice a propósito, vi que tu móvil no paraba de sonar, así que contesté por ti, pero esa persona colgó sin decir nada.

Leonardo la miró fríamente, su voz no tenía temperatura, —¡Lárgate!

Matilda temblaba de miedo, intuyendo que Leonardo estaba en pleno ataque de ira, no se atrevió a decir nada más y se levantó a toda prisa para marcharse.

Cuando la habitación quedó en silencio, Leonardo se apretó los dedos de la mano vagamente blancos, con los ojos llenos de arrepentimiento.

Si se hubiera llevado el teléfono a la ducha, no habría perdido la llamada.

Estaba seguro de que tenía que ser Na
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