Capítulo 118
Ese día, al regresar de Salamanca, estaba aliviada de no haber visto a Juan en la entrada del complejo.

Pero, ¿quién diría? Terminó apareciendo en el hospital.

Al entrar a la habitación, con el rostro sereno le preguntó:

—¿Qué pasa ahora? Dime.

Juan, al entrar, no tenía prisa por hablar.

Dio una vuelta por la habitación, chasqueando la lengua dos veces.

—¿Así de lujosas son ahora las habitaciones? Mi hija sí que es impresionante.

Irene no quería perder tiempo en esas tonterías, y le preguntó directamente:

—¿Qué quieres de mí? ¡Ya te di el dinero que pedías!

Juan soltó una carcajada.

—¿Qué pasa? ¿Así desprecias a tu padre?

Irene lo miró fijamente.

—Si no vas a hablar, ¡lárgate ya!

—Vaya, vaya, qué mal genio. —comentó Juan mientras veía un cigarrillo que Robin había dejado en la mesa y lo guardaba en su bolsillo.

—No te preocupes, esta vez no vengo a causar problemas. Ya estás grande, casi llegando a los treinta. Tu madre puede que esté medio muerta, pero yo como tu padre tengo que enc
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