Su voz atractiva y suave hizo que Ana pensara que había oído mal. Había visto grandes subidas de alquiler, pero nunca que alguien propusiera bajarlo.¿Se había vuelto loco Gabriel o era ella?—Mi amigo solo necesita estos trescientos dólares —continuó Gabriel—. Si la cantidad fuera mayor, las cuentas no cuadrarían y le regañarían en casa.Su expresión era tranquila, no parecía estar mintiendo. Aunque sonaba absurdo, ¿quizás era cierto? ¿Quién dijo que los hijos de las familias ricas no podían estar dominados por sus esposas?Ana se esforzó muchísimo a creer la explicación. Si lo rechazaba ahora, sería ella la desconsiderada. Por el momento, no tenía planes de dejar Terraflor.Esa misma noche, firmó el contrato. Cuando Javier apareció como propietario, todavía estaba desconcertado, pero no metió la pata.Bajando en el ascensor, Javier llevaba un cigarrillo sin encender en los labios, el cual encendió al salir. A través del humo brumoso, arqueó una ceja: —¿Desde cuándo tengo yo este apa
La temperatura superaba los treinta grados.Ana no planeaba salir. Había quedado con Lucía para cenar; desde el enorme ventanal se veía el mar azul brillando bajo el sol.Ana se sentó en el sofá con su tablet. Tomó casualmente una foto de la vista y la publicó en redes sociales. El primero en dar "me gusta" fue Gabriel.Ana se quedó mirando ese nombre durante un rato, hasta que un enlace de transmisión en vivo de Lucía la sacó de sus pensamientos.En la transmisión, Lucía respondía consultas de los espectadores. Echando un rápido vistazo, casi todas eran sobre divorcios.—...Primero reúne evidencia de la infidelidad durante el matrimonio, busca un buen abogado que maximice tus beneficios.—Los hijos de la amante tienen derechos de herencia, es legal.Ana observó por un momento, pensativa, cuando una idea brillante cruzó su mente: podría crear contenido sobre las relaciones en redes sociales.Cuando le contó esta idea a Lucía, recibió su total apoyo.El restaurante estaba lleno a la hor
Después de siete años de noviazgo y compromiso con Mateo Herrera, Ana Vargas decidió romper la promesa. Pasaron dos horas hasta que recibió una respuesta, en la que él insistía en hablar con ella en persona.La cafetería estaba muy fresca por el aire acondicionado, mientras afuera el sol se ponía y el cielo se oscurecía de forma gradual.Cada vez que cerraba los ojos, veía las impactantes imágenes de Mateo e Isabella Ramírez juntos. Mateo era su prometido, e Isabella, la hija biológica que los padres adoptivos de Ana acababan de encontrar. Mientras tanto, Ana estaba sola en el hospital, conectada a un suero para aliviar los dolores menstruales, cuando los descubrió abrazándose de manera íntima.¿Y quién era Mateo? Nada más y nada menos que el heredero de una de las familias más prestigiosas de Terraflor y presidente de Herrera Enterprises, un hombre cuyo tiempo era tan valioso que ella tenía que programar citas con semanas de anticipación.Sin embargo, ahora encontraba tiempo durante s
El repiqueteo de la lluvia se mezclaba con las palabras mientras Mateo sentía cómo su corazón se estrujaba al ver la figura decidida de Ana alejándose de él.—Perfecto Ana, ¡ya veremos si no te arrepientes! —murmuró entre dientes.Ana apenas vaciló antes de continuar su camino sin voltear. La lluvia arreciaba con fuerza mientras ella sujetaba vientre con una mano, tratando de aliviar el dolor, y con la otra intentaba conseguir transporte. Los minutos se convirtieron en media hora sin que ningún conductor aceptara su solicitud, hasta que tras cambiar de aplicación y subir la tarifa a cincuenta dólares, finalmente logró que alguien aceptara el viaje.Llevaba apenas cinco minutos esperando cuando su teléfono vibró con una llamada de Laura.—¿Es cierto que acabas de verte con Mateo? —le recriminó Laura.Ana se encogió ligeramente, masajeándose el estómago adolorido, y respondió con desprecio:—¿Y desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre con quién me veo?Desde que Isabella había re
Al día siguiente, la alta sociedad de Terraflor se reunió para la gran celebración. A tres horas del inicio de la fiesta, los invitados de los Herrera comenzaron a llegar en lujosos vehículos, lo que hacía que el único taxi de aplicación destacara de manera notoria, y las miradas se dirigieron rápidamente a Ana cuando descendió de él.—¿Qué está sucediendo? ¿Ana está tan mal que tiene que viajar en taxi? ¿Mateo no le mandó un auto? —murmuraban algunos curiosos.—Pobrecita, los Ramírez la echaron, y después de tantos años aún no logra casarse con un Herrera. Seguro ese compromiso está por romperse —comentaban otros.Ana entonces se vio rodeada de murmullos y miradas furtivas; algunas de lástima y otras de malicia. Sin embargo, los ignoró mientras avanzaba decidida hacia la habitación de Carlos. Al llegar, levantó la mano para tocar, pero una conversación al otro lado la detuvo.—Mateo, pronto tendrás tu propia familia, por lo tanto, debes ser más cuidadoso con tu comportamiento —decía e
—Lo siento muchísimo, no me fijé —se disculpó una voz femenina con evidente malicia.El vestido de Ana, que llegaba hasta los tobillos, ahora tenía un profundo rasgón en el muslo que dejaba ver su piel blanca. Al volverse, se encontró con una cara familiar: Paula, la hermana menor de Mateo. No era la primera vez que le hacía una jugarreta de ese tipo. En el pasado, por respeto a Mateo, Ana siempre había optado por callar, pero ahora... ¿qué importaba?Casi todos los presentes observaban la escena, asombrados, esperando que Ana hiciera el ridículo. Paula la miraba desafiante, pero cuando vio que Ana tomaba una copa de la mesa con tranquilidad, un mal presentimiento la invadió.Efectivamente, entre los gritos de Paula, Ana le derramó la bebida sobre su costoso y delicado vestido.—Disculpa, se me resbaló —dijo Ana con una sonrisa enigmática, arqueando una ceja.La audacia del gesto hizo que varios contuvieran el aliento por un momento.—¡Ana! ¿Estás loca? —gritó Paula.Era el cumpleaños
La declaración de Gabriel los sorprendió a los tres. ¿Desde cuándo era tan amable? Por lo que Mateo recordaba, su tío era un hombre frío y distante, siempre dedicado a la investigación científica en el extranjero, sin mostrar ni la más mínima cercanía con nadie. ¿Y ahora se ofrecía amablemente a llevar a Ana?Mateo frunció el ceño, sintiendo una inexplicable inquietud. —Tío, yo puedo llevarla.—Es el cumpleaños de Carlos y tienes muchas cosas que atender. No te preocupes —respondió Gabriel, alternando la mirada entre Mateo e Isabella, con una sonrisa burlona en los labios.Isabella se tensó, sintiéndose incómoda ante la presencia intimidante de aquel hombre. ¿Qué tan cercano era con Ana? No pudo evitar especular, aunque la envidia hacia Ana predominaba en ella.Ignorando por completo a la pareja, Gabriel abrió la puerta trasera del auto, mientras decía: —Señorita Vargas, por favor.A esas alturas, Ana no tenía razones para rechazarlo, por lo que se montó en el vehículo sin más. Mien
—¡Suéltame! ¡Llamaré de inmediato a la policía! ¡Estás loca! —gritaba Isabella entre lágrimas, con el cabello desarreglado.Lucía soltó una risa burlona y la obligó a levantar la cabeza antes de propinarle una sonora bofetada que le dejó la mejilla marcada. Los presentes la miraron quedaron atónitos, mientras Lucía, volvía a golpearla, ahora en la otra mejilla.—¿Qué tal se siente apoyarte en el hombro de mi marido? —espetó Lucía con una sonrisa de desprecio.Isabella, aturdida por los golpes, no podía comprender qué sucedía. Aquella mujer había entrado y había comenzado a agredirla sin la más mínima explicación. ¡De verdad estaba completamente loca!—¡Lucía! ¡Detente ahora mismo! —rugió Fernando, separándolas con una expresión furiosa.Isabella comenzó a llorar desconsolada, mientras los demás intentaban consolarla.—No llores más, Isabella, esto no quedará así, ¡haremos justicia!—Traigan una toalla y hielo, tiene las mejillas hinchadas...—¿Así que tus famosas «reuniones de negocios