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Capítulo 3 – Mujer al rescate

La expresión del hombre conmovió a Rossalyn, evidentemente no podía recordar su propio nombre.

- No te preocupes, debe ser la conmoción —  ella dijo con urgencia intentando calmarlo — ¡Alguien puede ayudarme! —gritó al tiempo que los enfermeros se le acercaban.

- Espera... — dijo sujetándole la mano, ella lo miró

- Gracias.. — profirió con una voz apenas audible y en ese instante algo dentro de ella se rompió.

No fue una sensación de dolor, más bien de nostalgia, nunca en su vida antes hubo que preocuparse por un hombre, tal vez la situación le recordó lo que había perdido al no tener un padre, volviendo a la realidad se movió y dejó que lo ingresaran al consultorio, a partir de ese momento ella perdió la noción del tiempo, no la dejaron ingresar con él y de cierta forma eso la molestó, no era pariente suyo pensó, pero en ese momento era lo más cercano a un familiar, estaba preocupada, sentía que era su responsabilidad, que no muera se repetía. Sesenta minutos después el doctor Sullivan salía a decirle que el hombre viviría.

- ¿Y bien?

- Está vivo

- ¿Y?

- Aparentemente tiene amnesia

- ¿Y la herida?

- Se dio un buen golpe, y tiene un corte superficial en la cabeza, por suerte no se ha roto ninguna costilla, pero tiene muchos hematomas por el impactó.

El alivio que sintió fue evidente, porque su padrino intentó tranquilizarla un poco más.

- Estarás feliz de saber que no tendrá ninguna cicatriz visible

- ¿Qué? dijo ella mirando extrañada

- El corte en la cabeza quedará cubierta por el cuero cabelludo

- ¿Y porque eso sería relevante para mí?

- No es tu "amigo" —  tanteó

- ¿Qué?, ¡no! yo solo lo encontré accidentado en la carretera.

- Por tu expresión creí que eran cercanos

- Tal vez solo estoy siendo humanitaria, ¿quién se preocupará por él si no yo?

- Qué bueno que lo mencionas, porque cuando le dé de alta necesitará un lugar para quedarse

- ¿No pensarás que se quedará conmigo?

- No tengo como hospedarle aquí, y ya sabes que en mi casa no hay espacio porque Yaz acogió temporalmente a dos niños huérfanos

- - Lo sé — dijo riéndose al recordar de esa escena, Yaz había llegado sin previo aviso con dos huérfanos desamparados y su padre no le pudo decir que no — ¡pero no se puede quedar conmigo! — siguió —debería hospedarse en un hotel.

- ¡ Vamos Rossy! — siempre usaba su diminutivo cuando quería persuadirla de algo, el muy desgraciado pensó.

- Solo piensa por un segundo en la situación del "pobre" hombre, está herido, no tiene memoria, ni dinero, y mucho menos parientes o amigos aquí, y hasta que pase la tormenta no podré pedirle al sheriff que vaya a recuperar sus cosas del auto, además — agregó — aunque supiéramos quien es, no creo que vayan a venir por él con esta catástrofe en curso.

- Entiendo — tuvo que admitir a duras penas  — está bien — pero solo hasta que recuperen sus cosas o su memoria, pensó

- Esperaremos hasta que pasé la peor parte de la tormenta, luego puedes llevarlo a descansar, lo he medicado y estará dormido por un par de horas

- ¿Crees que lo de la memoria sea temporal?

- Es difícil de saber a ciencia cierta, puede ser debido al golpe, un trauma físico por el accidente o solo psicológico, muchas personas olvidan para protegerse, no podré saberlo hasta que se haga un examen con un especialista.

- Ya, habrá que esperar entonces...

Dos horas después lo peor ya había pasado, tanto el clima como el hombre desconocido estaban más estables, finalmente se animó a ingresar para verlo, tenía cubierto solo la mitad del cuerpo porque le habían vendado el torso, ese hombre era lo que Yaz llamaría "demasiado atractivo para la salud mental de las mujeres", tenía la piel algo bronceada y el abdomen marcado, no quiso pensar en lo que había debajo de las sábanas, pero igualmente su mirada se posó en la zona de su bajo abdomen en donde sobresalía una línea de vello que sin necesidad de mucha imaginación sabía dónde iba a parar, no seas pervertida se auto-recriminó, su fuerza de voluntad ganó y dirigió su mirada a su rostro, ahora que lo tenía limpio se le podía notar una barba sin afeitar de al menos dos días, sus cejas eran bien definidas y la nariz pequeña, sus labios sin embargo eran pecaminosamente carnosos, llevaba un corte de cabello formal, parecía un abogado, pensó, como tenía los ojos cerrados aún tenía dudas sobre el color, pero le habían parecido verdes, se mordía el labio inferior mientras analizaba su cuerpo dormido, estaba empezando a compararlo con una obra de arte, ¡ya deja de alucinar! Rossalyn volvió a auto-recriminarse, entonces ingresó el doctor y empezó a darle indicaciones sobre la medicación y los cuidados que debía tener en los primeros ¿días?, ¿es que pensaba que el hombre se quedaría por una semana?

- Espera Doc., ¿por cuánto tiempo exactamente piensas que debe estar de reposo?

- Absoluto, al menos dos o tres días, depende de cómo evoluciona.

- Si tiene que tener ese tipo de atención ¿por qué no se queda aquí?

- Porque aquí no es un hospital, solo atendemos las urgencias, ¿quieres que lo envíe a la costa en medio de un huracán?

- No, por supuesto que no, solo quería que tuvieras claro que no soy una enfermera y tengo un trabajo ¿recuerdas?

- Lo recuerdo perfectamente... —le recordó  — él había intentado enseñarle el oficio, pero Rossalyn era demasiado sensible a la sangre, siguió diciendo — Estoy seguro que Beckett te puede dispensar por uno o dos días.

- No puedo darme el lujo de perder dos días de trabajo Doc.

- No debes preocuparte, yo lo voy a llamar y responderé por ti, todos saben lo trabajadora que eres, además es por una buena causa, tú siempre estás haciendo de buena samaritana ¿verdad?  — dijo sarcásticamente para presionarla.

- Sí — dijo quejándose  — pero solo lo haré porque me siento responsable por él.

- Creo que ya podemos trasladarle, puedes irte en tu auto, yo lo llevaré con los enfermeros en la furgoneta, así no tenemos que moverlo de la camilla, sigue con los efectos de la anestesia.

- Ok, me iré adelantando para prepararle un lugar más o menos habitable.

El departamento de Rossalyn, no era el más lujoso, pero era acogedor, ella misma lo había pintado y decorado con tonos cálidos y suaves, tenía dos ventanales en la sala de estar que era de concepto abierto y daba a la cocina uniendo ambos espacios, entraba mucha luz por allí y se sentía muy hogareño, ahora mismo no se veía para nada acogedor pensó, estaba desordenado y oscuro, ella siempre era precavida y dejaba las persianas corridas antes de salir, creía que era triste tener que hacerlo, porque le gustaba llegar a casa y ver todo iluminado, pero últimamente el clima era inestable, y sus ventanas ya eran viejas, a veces filtraban cuando llovía, al menos había acertado esta vez, se dijo, al ver que su hogar estaba intacto, al menos nada se había roto, pero igualmente parecía que una catástrofe hubiera ocurrido allí, todas sus ropas estaban tiradas por la sala, se moriría de la vergüenza si un extraño viera sus tangas extendidas en el sofá, empezó a arreglar la sala pero aún le quedaba el desastre dejado en la cocina del día anterior, cuando había estado experimentando con nuevas recetas. A veces cuando dormía soñaba con su madre, en esos tiempos en que todo estaba bien y ellas horneaban pasteles y cupcakes, cuando despertaba sentía unas ganas incontrolables de hornear y de esta manera siempre inventaba una nueva mezcla de ingredientes que resultaba en algo delicioso, así había armado su pequeño libro de recetas que algún día sería parte del menú principal de su repostería

- Debería apresurarme  —  dijo al ver que ya habían pasado al menos veinte minutos desde que llegó.

Volviendo a la limpieza empezó a retirar las sabanas de su cama, no tenía otra habitación y no podía hospedar a un enfermo en el sofá, le tocaría dormir allí hasta que el hombre estuviese mejor para cuidar de sí mismo. Alguien golpea la puerta y se apresura a abrir, los enfermeros ingresan con la camilla plegadiza y ella les indica la dirección por donde deben ir, depositan al hombre todavía dormido en su cama, que ahora extrañamente parecía muy pequeña, tendrá que contentarse pensó, recibió las últimas recomendaciones del doctor antes de despedirse, no tenía nada que hacer así que fue a preparar un té, estaba un poco inquieta, nunca antes había tenido un huésped "masculino", y no se sentía muy cómoda con la idea de compartir la casa con él.

- Por Dios! está convaleciente, no es un peligro para nadie  —  dijo riéndose de sí misma por tener pensamientos tan tontos.

Pasó otra hora y como su huésped no había despertado pensó en hornear para distraerse, puso algo de música para inspirarse y comenzó a preparar su mezcla, al rato una torta ya estaba en el horno, mientras aguardaba a que su torta de batata dulce con su ingrediente secreto se asara abrió las persianas y vio que el cielo finalmente se estaba despejando, los rayos del atardecer se filtraban por las ventanas posándose sobre su rostro, finalmente su hogar se sentía cálido y con el aroma que flotaba a su alrededor parecía el paraíso.

Al despertarse pensó, ¿estoy muerto?, no que se sintiera fatal, pero no sentía nada, solo una sensación de que todo su cuerpo estaba inmóvil o demasiado débil para moverse, intentó levantar las piernas y a duras penas éstas reaccionaron, eso lo alivió, no estaba paralítico, sin embargo cuando quiso sentarse sintió unas nauseas terribles, logró controlar la bilis y bajó los pies de la cama, estaba desorientado pero se dio cuenta de tres cosas

1. Estaba solo a medio vestir, aún llevaba sus pantalones.

2. No tenía calzados, al menos no uno a la vista.

3. Ya no estaba en el hospital o cual fuese el lugar donde lo habían atendido.

Con dificultad consiguió pararse y sujetándose de lo que podía avanzó hacia el lugar de donde venía una música alegre y un aroma deliciosamente tentador, cuando logró alcanzar la puerta se apoyó en el marco y levantó la mirada, fue entonces cuando la vio y se le ocurrió que realmente había muerto, ¿es ahora cuando me llevarán al cielo? pensó. La mujer estaba de pie extasiada mirando hacia el horizonte, tenía el cabello suelto semirecogido para atrás, la luz del sol le iluminaba el rostro, su piel brillaba por un tono de bronceado muy atractivo, estaba manchada de harina por todas partes, y sonreía como si no tuviera ningún problema del que preocuparse, quiso estar seguro de que no estaba soñando entonces preguntó:

- ¿Estoy muerto?

Una voz grave le sorprendió y dio un respingo, miró hacia la puerta y vio que su huésped estaba de pie allí mirándole

- ¿Pero qué diablos..? — le respondió sin muchos miramientos  — ¿por qué te levantaste? deberías estar recostado al menos hasta mañana.

Ella avanzo hacia él con una cara muy molesta y le pareció adorable, eso fue hasta que empezó a sermonearle de lo tonto que había sido al ponerse de pie en su estado, empujándolo para atrás hasta llegar a la cama, entonces ya no pensó que fuese un ángel sino más bien el mismísimo demonio.

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