—¡Sí! ¿Dónde estás? —respondí.

—En el mismo club de la última vez. ¡Te enviaré mi ubicación en un momento!

—¡Está bien! —respondí y colgué el teléfono. Poco después, Rafael me envió su ubicación.

Eché un vistazo, aclaré la orientación, y me dirigí directamente al club.

Cuando llegué, Rafael ya estaba esperando allí.

—¡Gerente Díaz! —dije mientras entraba. Él no perdió el tiempo y me sirvió una taza de té.

—María, ¡tengo algo que quiero pedirte! —dijo directamente.

Honestamente, mi impresión de este hombre frente a mí estaba mejorando cada vez más. No era evasivo, no actuaba de manera afectada y no jugaba con palabras.

—¡Dime! —respondí sin rodeos.

Él notó mi disposición y sacó un documento de su maletín, entregándomelo. —¡Echa un vistazo a esto primero!

Miré con curiosidad y tomé el documento. Era un contrato, más precisamente, un contrato de proyecto, pero el nombre en la parte superior no era Inmobiliaria IGNA.

Lo revisé detenidamente. El área de desarrollo era considerable y ya esta