Prólogo - 5

Parte 5...

Uno de ellos tenía incluso fechas de lanzamiento de proyectos que había creado durante una reunión. Levantó la cabeza, poniéndose de pie. Y ella estaba allí ese día, en un rincón de la sala.

Le dolió la garganta al tragar con fuerza ante el descubrimiento. Él mismo había traído al traidor a su casa.

La vieja e****a de la distracción por el sexo.

Se sintió como un idiota, cayendo en ese viejo truco.

E incluso la información falsa que había plantado en la última reunión cinco días antes estaba allí. Escrito a mano, exponiendo los planes que había dado sólo para atrapar al espía, que creía que era alguien del tablero. Ahora sabía que no lo era.

Ella, con su forma de ser tan mona, con su cara de niña y su talento en la cama, lo dejó ciego. Cayó como un patito.

Sintió un sabor amargo en la boca.

Y lo peor de todo es que él mismo se encargó de que le acompañara. Cora trabajaba como asistente en su empresa cuando la conoció.

Enseguida quedó encantado con ella y hasta que estuvieron en la cama no tardaron en hacerlo. Se obsesionó tanto con ella que incluso le dijo que dejara de trabajar y se mudara a su piso para poder estar siempre juntos. Por supuesto, aceptó sin pensarlo y siguió siendo feliz.

Tonto. La había llevado a donde quería que fuera.

Antes recibió la llamada de Taurus, informando de que había desaparecido del centro médico y que la había buscado durante casi una hora sin encontrarla. Había desaparecido de la escena.

Es obvio. Había utilizado esa excusa para reunirse con otra persona y transmitirle sus planes, pero no debió tener tiempo o algo se interpuso en su camino. Los papeles todavía estaban allí.

Se había enfadado con Taurus por su recaída y se preocupaba por ella por vagar sola. Al ser conocida como su amante, no podía andar sin guardaespaldas.

Demasiada gente podría querer acercarse a ella para conocer su vida o incluso causarle daño.

Qué tonta soy. Ella no necesitaba eso, sabía manejarse bien.

Cogió el fajo de dinero. Se suponía que eso era el pago por algún secreto que debía haber pasado y que aún no había recibido de su actual, que no sabía que era todo un farol para descubrir al espía.

Pero no se quedaría así. Ella no iba a aprovecharse más de él.

Estaba a punto de volver a su habitación cuando ella apareció en el salón. Sus ojos estaban llorosos, pero eso no lo conmovió. Estaba muy enfadado, casi poseído. Había descubierto que ella lo había manipulado fácilmente.

- Te quiero fuera de mi casa", dijo secamente.

Ella frunció el ceño y se detuvo, mirándole, medio perdida.

- Que... ¿Qué es lo que no entiendo?

- ¿Qué es lo que no entiendes? - habló en voz alta - Quiero que te vayas de aquí.

Su voz era tan fría que ella se sorprendió. Nunca le había hablado así.

- Fellipe, yo no...

- Te doy veinte minutos para que cojas tus cosas y te vayas -se acercó a ella con odio en los ojos-.

Estaba tan perpleja por lo que oía que se tambaleó hacia atrás, con el corazón acelerado. Empezó a temblar.

No había manera de que la echara sólo porque quería hablar de su futuro. No, no sería tan cruel.

- No sé por qué hablas así, pero yo no hice...

- ¡Cállate! - gritó - No me manipularás más, no caeré en tu truco de niña buena dos veces.

Le tiró el sobre con dinero encima, golpeando su hombro y luego los papeles de la empresa, que cayeron y se desparramaron por la alfombra. Cora no sabía qué era y se limitó a mirarle con los ojos llenos de lágrimas. Se quedó helada, sin saber qué decir. Pero él lo sabía.

- Me robaste descaradamente, mintiendo para robar los planos de mi empresa y venderlos a un competidor.

Él se acercó a ella y ella retrocedió, sintiéndose nerviosa y sin entender aún lo que estaba pasando allí. Sus manos temblaban y sus piernas se debilitaban.

Parecía odiarla. ¿Pero por qué?

- Yo, eh... No sé qué es esto... - miró los papeles - Nunca te robé - abrió las manos haciendo un gesto - Nunca haría eso.

Él soltó una carcajada que le heló el corazón.

- Puta, mentirosa - dijo entre dientes enfadado - Dejé un cebo y te lo llevaste - señaló los papeles - ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? - sacudió la cabeza y se puso a llorar.

- Lo juro... No sé de qué estás hablando, Fellipe.

- No digas mi nombre -levantó el dedo-, quiero que te vayas de aquí ahora, tu tiempo se ha acabado -la agarró del brazo con fuerza-.

- Oh... Fellipe, me estás haciendo daño.

- Quería aplastar tu cara de cínico, perra vendida. Y alégrate de que no llame a la policía para que te arreste. No quiero que el nombre de mi empresa aparezca en un escándalo periodístico.

La empujó y casi se cae, pero se agarró al respaldo del sofá. No sabía cómo actuar ni qué decir.

- No puedes hablar en serio. Nunca haría nada contra ti", estaba lívida, temblando.

- Tic tac tac... Se te acaba el tiempo, mentiroso -dijo, casi escupiendo de odio y revuelta-, toma lo que es tuyo antes de que tire todo por la ventana. ¡Fuera!

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