Una silla rota

JULIÁN

*Crujido.*

'¿Qué diablos fue eso?' Armando pregunta, con los ojos fijos en el escenario, haciéndome pensar que secretamente ama el espectáculo a pesar de haberse quejado con Eduardo días antes buscando los boletos.

"Parece que nuestro Alfa rompió los apoyabrazos", agrega Eduardo, explicando la situación antes de que tenga la oportunidad de hablar. Hago rodar las partes rotas en mi mano; la madera astillada y las piezas dentadas de plástico pinchan la piel cuando trato de concentrarme en eso en lugar de matar a un extraño.

'¿Por qué diablos haría eso?' Armando pregunta incrédulo ante mi estupidez, pero aun así, está viendo la obra, sin atreverse a mirar hacia otro lado. Honestamente, en lo que respecta a los musicales, esto no está mal; al menos los gatos no vienen a interactuar con los adultos sentados en la audiencia. Eso suena como una maldita pesadilla.

“Pero ese cuarentón que se quedó mirando a Alba, todo el puto show” —murmura Eduardo, claramente molesto. '¿O has estado de
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