243. Un momento de entrega

Ravenna

Sostuve firmemente la mano de Benjamin, guiándolo por los pasillos del refugio. El olor a sangre y sudor que emanaba de él era penetrante, mezclándose con la tensión aún presente en el aire. Cada mirada curiosa que cruzábamos llevaba una mezcla de respeto y cautela, pero yo estaba enfocada en una sola cosa: calmar a Benjamin.

“Tenemos una habitación para nosotros, donde puedes descansar un poco”, dije, tratando de mantener la voz suave y tranquilizadora.

“No necesito descansar”, murmuró él, pero sentí cómo la rigidez de sus hombros se suavizaba un poco con mi toque. Su mano apretó la mía con una fuerza que reflejaba más que cansancio: era una necesidad urgente de seguridad, de conexión.

Llegamos a la puerta de una habitación simple pero acogedora. Entré primero, tirando de él suavemente hacia adentro. Las paredes eran de un gris suave, y el espacio estaba iluminado por una lámpara de mesa amarilla que proyectaba una luz cálida sobre la cama bien hecha. Un pequeño baño estaba a
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