Otro grupo de gritos agudos emanan del pasillo del apartamento.

Ruedo mis ojos y sacudo la cabeza antes de dirigirme a la puerta principal y pasar la cabeza por ella.

— Travis— digo con exasperación.

— ¿Qué? — pregunta inocentemente.

— ¿No has tenido suficiente?

— ¡Pero a ellos les gusta!

La mirada aterrorizada en los ojos de los niños cuando miran por encima del hombro y escapan de nosotros (o debería decir de Travis) Dicen lo contrario, pero ¿qué puedo hacer? Es Halloween. Los niños no quieren tener miedo y no es como que Travis evite que se lleven los dulces antes de que él los asuste. De hecho, el enorme tazón de plástico naranja con murciélagos impresos volando alrededor de su borde está sorprendentemente casi vacío, lo que significa que nuestro dulce es mejor que el de los