Nos separa el mar
Nos separa el mar
Por: Sergio Saenz
Capítulo 1
—Señora, ¿está segura de que quiere que cancelar el boleto para volar con el señor Silvestre el día de la mundanza? —La voz inquisitiva de la secretaria sonó por el celular.

Laura Díaz se asomó al balcón, miró los árboles sin vida de abajo y tomó una decisión:

—Sí, resérvame un boleto en el mismo día a casa de mis padres y a Nadia otro para que vuele con Óliver al extranjero. Es dentro de una semana, ese día los acompañaré hasta la puerta de embarque y luego volaré de vuelta a casa de mis padres.

La secretaria al otro lado de la línea se quedó un poco estupefacta.

Pues Nadia Martínez era la amante del señor Óliver Silvestre, ¿qué quería hacer la señora? Pero sintió con la cabeza a pesar de su confusión:

—Entendido, señora.

Laura colgó.

En el salón, Óliver vio entrar a Laura y se levantó impaciente:

—¿Ya tomaste una decisión? Es que Nadia sigue esperando mi respuesta.

Diez minutos antes, Laura acababa de preparar la cena.

En cuanto Óliver llegó a casa, fue directamente al grano:

—Voy a serte sincero. En realidad, Nadia ha estado viviendo en la comunidad vecina todo este tiempo. Ha estado a mi lado en estos últimos nueve años, le debo mucho, y esta vez, sí o sí, se va a venir conmigo al extranjero.

Laura acababa de llevar la comida a la mesa cuando la sonrisa de la comisura de sus labios se congeló al instante.

De hecho, no era la primera vez que Óliver le avisaba de su intención.

La primera vez que lo propuso, Laura destrozó todo el salón en un ataque de histeria, regañándole por cómo podía ser tan cruel y hacer semejante petición.

La segunda vez que se lo propuso, Laura se vino abajo de nuevo, le dio una bofetada a Óliver y se fue de casa durante una semana.

Óliver no tuvo ni la menor intención de buscarla en esos siete días.

Esta vez, Laura decidió hacerlo feliz.

—Ya le dije a la secretaria de reservarle un boleto en tu hora para que ustedes puedan volar juntos.

—¿Por fin llegaste a la razón?

El rostro apuesto de Óliver que estaba tenso se traquilizó, y sus finos labios se despegaron lentamente.

Laura bajó los ojos y tomó un poco de pan de la mesa para llévarselo a la boca, mientras tanto una oleada de amargura brotaba de su interior:

—Sí, bueno, como te preocupaba su vida sola aquí, pues...

—Cierto, ella es muy inocente, le pueden engañar fácilmente.

Como sintió que Laura ya llegó a la razón, Óliver simplemente dejó de fingir, y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios cuando mencionó a Nadia:

—De hecho, en comparación contigo, Nadia haría mejor el papel de esposa. Pero tuviste suerte de haberme conocido unos años antes que ella. Pero no es tarde, cuando ya nos hayamos instalado allí, puedes aprender más de ella sobre cómo complacer a los hombres.

Cuando las palabras salían de su boca, el celular de Óliver vibró y se dirigió al balcón para atender la llamada.

Laura miró a su espalda y bajó los ojos sombríamente.

Antes se sentía afortunada por haber conocido a Óliver.

En el primer año de bachillerato, Óliver le había escrito 99 cartas de amor para conquistarla.

Como estaban en la edad de estudiar, los padres de Laura no le dejaba tener novio.

Y cuando la gente se enteró de que estaban saliendo juntos, Óliver se presentó en casa de Laura con sus padres. Se arrodilló ante los padres de Laura, y llorando, les pidió permiso para salir con su hija.

A la hora de comprobar sus notas del examen de acceso a la universidad, Laura descubrió que fue un desastre, por lo que no podía entrar a buenas universidades.

Óliver no se alegró en absoluto de haber optenido notas excelentes, y renunció a su universidad nacional sin que ella lo supiera y la acompañó a estudiar una universidad normalilla.

Y no defraudó a Óliver.

Cuando él se fue al norte a montar su propio negocio, ella se empeñó en casarse con Óliver, que no tenía ni un dura, y le ayudó de todo corazón a montar su propio negocio.

Cuando el negocio de este fracasó durante tres años consecutivos, ella no lo dejó, vivió con él en un sótano húmedo durante mucho tiempo para estar con él en sus momentos más difíciles.

Más tarde, Óliver tuvo éxito en su negocio.

Y publicó en las redes sociales una fota de ellos juntos, como para anunciar a todos de que eran pareja, también le dio el 80% de las acciones de la empresa y le montó una grandiosa boda.

En la boda, la miró y se emocionó tanto que se le atragantó la voz:

—Cariño, sin ti apoyándome, no estaría aquí, mi amor por ti no cambiará nunca, te lo prometo.

Ella había recordado estas palabras hasta ahora.

Pero hace apenas un mes, se enteró de repente de que Óliver tenía una aventura con otra.

Quien se llamaba Nadia.

Era la amiga de Óliver de la universidad.

Aun después de graduarse, mantuvieron el contacto.

Todos los años, en su día de su cumpleaños, Óliver preparaba un elaborado regalo para ella, y también uno para Nadia.

Los regalos de Óliver para Nadia eran incluso más caros que los que le hacía a ella.

Incluso cuando él estaba muy ocupado con sus negocios, se tomaba un día a la semana para estar con Nadia.

En el día de su boda, Nadia también era una invitada.

Llevaba un vestido de novia corto y discreto con una americana ancha por encima, y esa noche subió una publicación en su Facebook:

[Estoy a tu lado, solo que no como tu esposa].

Óliver le dio like a esta publicación.

A la mañana siguiente, Óliver se despertó temprano.

Laura le enseñó su celular con su conversación con Nadia y le preguntó histéricamente:

—¿Cuántos años llevan hablando así? ¿Ocho? ¿O nueve?

Sin mencionar siquiera el nombre de la persona, Óliver sabía de quién se trataba, pero no sentía ni pizca de culpa:

—Le gusto a Nadia, nunca ha querido interferir en nuestro matrimonio, solo he mantenido el contacto con ella durante nueve años, ¿cuál es el problema?

Laura miró al hombre que tenía delante con los ojos rojos y llenos de incredulidad:

—¡Óliver! ¿Sabes qué estás haciendo? ¡Me estás engañando, me estás traicionando!

La voz de Laura era ronca, y las finas palabras estaban impregnadas de un dolor infinito.

El hombre frunció el ceño, sus finos labios ligeramente abiertos, su voz llena de desagrado y acusación:

—Laura, has estado dependiendo de mí después del éxito de mi carrera, y ni siquiera has podido concebir un hijo tras tres años de preparación, ¿no crees que faltas a tu deber como esposa?

—Ponte en mi piel, ya no soy el tipo sin un duro que era entonces, ahora tengo tres empresas a mi nombre y mucho dinero, y solo estoy teniendo una amante. Además, ella nunca se mete contigo, y yo también te muestro mi respeto, ¿qué más quieres?
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