Por otro lado, en la prisión.

Amalio había sido interrogado durante tres largos días y tres noches seguidas. La deslumbrante luz brillaba sobre su cabeza, torturando tanto su mente como su debilitado cuerpo.

Sin embargo, resistió todas las capas de presión.

El aguantaría todo, mientras pensara en Ema, y en su hermosa hija a la que anhelaba día y noche, pero no podía acercarse...

Incluso si el cielo se derrumbara, él seguiría resistiendo.

En ese momento, la puerta de la sala de interrogatorios se abrió y Víctor, con una expresión muy indiferente y despreocupada, entró balanceando los brazos.

Frente a los sospechosos y delincuentes, ya no era el noble y adinerado joven de la familia Pérez. Tenía un aire de criminalidad, agudo y amenazante. En el mundo criminal, todos debían llamarlo "jefe".

—¡Oh, estás en un muy buen estado de ánimo! —Víctor bostezó, jaló una silla de acero y se sentó con elegancia con una pierna cruzada. —Lorenzo prepara una taza de café para despertar al señor Amalio.