—¿Qué estás haciendo? ¿Invadir tu camino? —Clara lo miró de arriba a abajo, con una boca afilada como una cuchilla, sin mostrar ninguna ternura hacia él.

—Cuando saliste del hospital, te fuiste apresuradamente y ni siquiera tuve la oportunidad de decirte unas palabras. —Alejandro ignoró la indiferencia de la joven mujer y aun así habló con suavidad.

—Si no fuera por Noa, nunca nos habríamos encontrado. Y no hay mucho de qué hablar.

Clara no mostró ninguna vacilación, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta de la mansión. —Enviaré a alguien a entregarte los medicamentos para el segundo tratamiento en estos días. Si quieres vivir más años, debes tomar los medicamentos de seguimiento puntualmente.

—¡Espera, Clara! —Alejandro estaba lleno de ansiedad y extendió la mano para intentar detenerla.

Sin embargo, en ese momento, Clara detuvo sus pasos y se dio la vuelta. —Ah, por cierto, hay algo que te pido que le digas a Rodrigo. Sé que le gusta Noa, pero no estoy de acuerdo con que estén