Capítulo585
Luego, le cogió la mano y le dio un beso en el dorso de la mano.

Las pupilas de Clara se contrajeron, sus orejas se pusieron rojas más allá de las palabras, y por un momento se olvidó de retirar la mano.

—Lo siento, todo es culpa mía, soy yo quien habla demasiadas tonterías. Por favor, señorita Pérez perdóneme esta vez, ¿de acuerdo? —Alejandro frunció ligeramente sus hermosas cejas, mirándola profundamente a los ojos, que estaban húmedos, llenos de sinceras disculpas.

¡Oh, Dios mío! ¿Seguía siendo el mismo señor Hernández que reinaba en la Ciudad de México?

¿Era este el decisivo y digno señor Hernández del grupo?

¡Tan humilde que incluso un perro tendría que inclinarse ante él al verlo!

—......

Clara tosió ligeramente, no dijo nada sobre perdonar o no, sólo bajó sus pestañas mirando con recelo al fuerte y guapo hombre arrodillado frente a ella.

¡Estaba muy feliz por dentro!

—Te pregunto, ¿qué demonios pretendías esta noche? ¿Cómo puedes ser tan cobarde y quedarte ahí de pie recibiendo
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