Capítulo197
Noa dormía dulcemente en los brazos de Rodrigo, con su pequeña mano agarrando la solapa del hombre. Sus largas y hermosas pestañas se movían suavemente, como un ángel caído del cielo.

Rodrigo bajó la mirada, pero después de todo era un viejo zorro. Rápidamente calmó su mente y cuando volvió a mirar a Leona, su mirada era muy aguda: —Señorita Leona, si te vas ahora, ¿cómo podrás ver todo lo que viene después?

—Yo... yo quiero ir al baño. La frente de Leona estaba sudando, su corazón latía con miedo.

—Puedes esperar a ver todo antes de irte.

Rodrigo sostuvo a la persona en sus brazos y se dirigió hacia Clara y Alejandro con una actitud serena y valerosa.

Cuando pasó junto a Leona, ella vio sorprendida que había pequeñas marcas rojas en el hermoso y elegante cuello de la camisa del hombre. Leona se quedó rígida y su mente se tambaleó. Si Rodrigo no había sido envenenado, ¿de dónde venían todas esas marcas?

En ese momento, Noa parecía estar en sueños.

El corazón de Leona se contrajo y sus
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