La gente de la familia Pérez estaba bastante furiosa y a punto de explotar, pero alguien reaccionó más intensamente que ellos.

Alejandro apretó los labios con gran firmeza.

Sus robustos brazos se tensaron como un arco tirante, los ojos enardecidos, sus grandes manos, tan frías como el hierro, se apretaron con fuerza. Estaba a punto de ir a enfrentarse a Walter cuando una mano suave como el jade envolvió oportunamente su puño.

—Alejandro, cálmate.

Alejandro contuvo la respiración, encontrándose con los ojos resplandecientes de Clara, como si su cuerpo entero se sumergiera en un suave arroyo claro y tranquilo, y gradualmente se calmó.

Clara dio un paso hacia adelante y sonrió con arrogancia: —Walter, puedes estar tranquilo cuando Alejandro está a cargo. Seguro que no dejará pasar a ningún criminal y no culpará a ningún inocente.

Con esto, parecía sugerir que la acusación era falsa o que provenía de su propio grupo Rodríguez.

—En cuanto a la versión de Leocadio, diciendo que Alejandro es