En medio de la confusión, terminé siendo llevado al hospital por paramédicos como testigo del crimen, pensando que de adolescente necesitaría atención psicológica luego de ver tanta violencia, especialmente contra alguien del mismo sexo. Inicialmente, la idea de hablar con una psicóloga me parecía innecesaria e incluso peligrosa porque podía hipnotizarme y descubrir mis secretos, causándome problemas. Pero cuando me encontré sentado frente a una joven negra que hablaba en voz baja, como si entendiera todas las preguntas que me atormentaban, terminé contándole sobre mis pequeños estallidos de violencia, y aproveché para preguntarle qué podía hacer. tener más control sobre mí mismo.

Fue inesperadamente bueno hablar con alguien sobre mi situación, aunque tuve que omitir gran parte de la información, el médico fue amable y sugiri&