Hemoso sabor de boca

Desde el punto de vista de Mina

—Puedes irte. —dijo Ivar con seriedad mientras Kon le miraba con los ojos muy abiertos.

Lentamente, me levanté y le miré. —¿Qué? —pregunté con una cara de asombro.

—He dicho que puedes irte. No te retendremos ni nos interpondremos en tu camino. —Respondió con seriedad.

—Debes estar enfermo, bastardo loco. —Kon escupió con rabia.

—Tienes una hora para dejar la manada, Mina, te daré la libertad que necesitas y anhelas. Si pasa una hora sin que te hayas ido, serás nuestra para siempre. —dijo.

No perdí tiempo y me di la vuelta y me eché a correr hacia la frontera de la manada. No me importaba si esto era una prueba o no. En cualquier caso, me libré de sus miradas y de sus acciones orgullosas.

—¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! —Sonaba en mi cabeza mientras seguía corriendo.

«¡No puedes dejar a nuestros Mates!», mi loba me gruñó.

«Obsérvame». Le dije mientras corría.

Por alguna razón, elegí creer las palabras de
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