Capítulo 41
Al escuchar eso, Tadeo sonrió con desprecio: —¿Acaso crees que esto es tu negocio?

Luciana arqueó una ceja: —Qué pena, pero resulta que sí lo es. Como dueña, les digo que no son bienvenidos en mi bar. Lárguense ya.

—¿A quién demonios le dices que se largue?

Dante, ofendido por su manera de hablar, estaba a punto de acercarse para enfrentarla cuando Mario lo sujetó.

—Cálmate, cálmate. Miguel está aquí.

Miguel, que ya se había secado el licor de la cara, tenía los ojos enrojecidos por el escozor.

—Luciana, ¿qué significa esto? ¿Estás defendiendo a Andrea?

Luciana lo miró con desdén: —No te creas tan importante. Andrea ni siquiera quiere saber de ti ahora. Como su amiga, tampoco tengo por qué considerarte. Solo que este es un lugar público y no quiero que gente vulgar y sin educación arruine mi negocio.

¿A quién iba dirigido ese comentario? Los cuatro entendieron perfectamente.

Miguel conocía bien a Luciana, la mejor amiga de Andrea.

Pero nunca le había caído bien.

Esta Luciana tenía un c
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