“Respira hondo, cariño”. Kade se rio entre dientes en mi oído, pero yo no era ajena a la tensión en sus propias emociones.

Estábamos siendo escoltados al segundo piso, donde la reunión se llevaría a cabo. Todo el piso estaba fuertemente resguardado y era mucho más ancho y abierto que los otros pisos.

“No hables a menos que te digan”, nos advirtió una mujer de piel bronceada con una falda lápiz a Kade y a mí. Ella caminaba sin esfuerzo en sus tacones, balanceando sus caderas como una modelo de pasarela. “Si ellos desean que hables, te avisaran. Esa es tu oportunidad. También puedes llamar a tantos testigos como desees, así que aquellos con los que viniste pueden dar su testimonio sobre ti”.

Kade y yo habíamos sido interrogados tanto como era posible, pero nada podía prepararnos para cuál podría ser el resultado. Aparte de Marcus Novak, no teníamos ni idea de lo que podrían querer los otros miembros de la Mesa Alta.

Ajusté el vestido que llevaba e hice una mueca cuando el material rí