En la mansión.Viviana miró de reojo a Lucian, quien permanecía rígido detrás de ella. Con una sonrisa juguetona, le preguntó:—¿Y bien? ¿Te gusta lo que ves?Lucian apartó la mirada con torpeza, su expresión de mucha incomodidad.—Señorita Viviana, le aseguro que no fue mi intención… Solo seguí órdenes del señor Mikel.—Lo sé. Pero no te pregunté eso. Te pregunté si te parezco atractiva.— Viviana le guiñó un ojo con picardía.Lucian, con visible nerviosismo, desvió enseguida la mirada. Ella soltó una risita burlona.—Mírate… Siempre tan implacable y feroz delante de los demás, pero conmigo pareces un gatito asustado. ¿Cómo puede ser ahhh…?Levantándose con elegancia, Viviana caminó con calma hacia el baño.—Tráeme mi bata, voy a darme un baño. Esta tarde viajamos a Valivaria.Justo cuando estaba por entrar al baño, se detuvo de repente en la puerta y, volteando la cabeza con una sonrisa maliciosa, preguntó:—¿Vas a acompañarme?Lucian, al ver el baño detrás de ella, sintió que la san
—Por cierto, dime. ¿Tienes algo que hacer mañana?Respondí: —No tengo nada importante en todo el día, solo estaré ayudando en la tienda. ¿Qué necesitas?—Es por lo de Liora. Siempre he dicho que la llevaría al médico, pero cada vez que empiezo a trabajar, me meto en un montón de cosas y al final nunca terminamos yendo.—¿Crees que podrías sacar algo de tiempo para llevarla al hospital a hacerse un chequeo?Esto… No puedo aceptar.Aunque tenía una muy buena relación con Kiros, Liora seguía siendo su novia. Acompañar a la novia de mi amigo al hospital para un chequeo ginecológico… ¡Eso sería algo demasiado extraño!Así que lo rechacé de golpe.Kiros me sujetó del brazo y dijo: —Óscar, hazme este favor, te lo pido. De verdad no puedo salir del trabajo.—Si pido un día libre, perderé entre doscientos y trescientos dólares. ¡Me duele solo de pensarlo!—Hay tiempo de sobra, no tienes por qué preocuparte solo por este momento. Es tu novia, ¿y ni siquiera puedes cuidar de ella? ¿Esperas que lo
—Paula, tú… esto…Paula cruzó con tranquilidad los brazos sobre el pecho y me miró con una expresión desafiante: —¿Qué pasa conmigo? ¿Acaso no soy tu clienta? ¿O es que ahora te niegas a atender a los clientes?Lo negué enseguida: —No es eso, es solo que ahora no estoy en condiciones de hacer algo. Tú misma puedes ver que todavía llevo el brazo enyesado.—Pero tienes la otra mano más que bien.— Paula una mueca y me miró con insistencia.Yo aún intentaba encontrar una manera fácil de rechazarla cuando, de repente, Paula se acercó y me agarró furiosa del cuello de la camisa.—No me pongas excusas. Hoy, sí o sí, quiero que seas tú quien me atienda.Mientras hablaba, me arrastró directo hacia una de las salas privadas y, sin darme tiempo a reaccionar, cerró la puerta con llave desde el otro lado.Sentí un fuerte escalofrío recorrerme el cuerpo.—Paula, ¿qué estás haciendo?¡Qué mujer! No me dio oportunidad de decir nada más. De pronto, se abalanzó sobre mí y me besó con fuerza en los labio
—Si no te atreves a jugar ni sabes cómo hacerlo, más tarde que temprano serás eliminado de este lugar.—Y este círculo está del todo relacionado con mis logros políticos. Dime, ¿cómo se supone que puedo alcanzar el éxito y retirarme ilesa?Aunque no entendía del todo la situación, podía percibir que toda esta red de relaciones era como una telaraña gigante: si tirabas de un solo hilo, todo el entramado se movía como fichas de ajedrez.Si Paula no jugaba según las reglas de ese círculo, no obtendría méritos políticos, y sin ellos, tarde o temprano no podría seguir en su cargo.Y Paula no era una mujer que pudiera conformarse simplemente con ser ama de casa.Pensándolo bien, aquello parecía un ciclo vicioso del que en realidad era difícil escapar.Mientras mis pensamientos estaban sumidos por completo en un caos total, de repente vi que Paula de forma atrevida empezaba a desvestirse.Su acción me tomó por sorpresa y un escalofrío recorrió mi espalda.—Paula, tú… ¿qué haces?Pero antes de
Patricia quiso acercarse, pero la duda y el miedo la detuvieron en seco.Pude notar su temor reflejado en su mirada, así que di un paso hacia adelante y pregunté con voz firme:—Doctor, ¿cómo está el paciente? ¿Cuál es su estado?El médico escaneó a todos los presentes y respondió con tono calmado:—Por fortuna, la situación está bajo control por ahora. Su estado es estable.Al escuchar esas palabras, un suspiro de alivio recorrió la sala. Todos parecían haber soltado el aire contenido. Pero Patricia fue la que más se conmovió. Se llevó ambas manos a la boca y rompió en un llanto desesperado.Era evidente que había estado conteniendo su angustia hasta ese momento, y ahora que la tensión se disipaba un poco, sus emociones la desbordaban por completo.Verla en ese estado tan lamentable me hizo sentir una punzada en el corazón.Poco después, vimos cómo sacaban a Aquilino de la sala de emergencias en una camilla.Patricia corrió desesperada hacia él: —¡Aquilino! ¡Aquilino!Me adelanté y le
—Óscar.Mientras me encontraba pensando, de repente escuché la débil voz de mi jefe llamándome.Me apresuré a llegar junto a su cama.—Óscar, siéntate a mi lado, quiero hablar contigo sobre algo.Me senté en una silla cerca de su cama.—Jefe, lo que necesite, solo dígame. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudarle.Él sonrió y lo negó, luego dijo: —No te pongas tan serio, solo quiero charlar un poco.—En cuanto a mi enfermedad, siempre he sido optimista. Creo que si mantengo una buena actitud, sin lugar a duda puedo vencerla.—Pero cuando la enfermedad hizo sus estragos y, cuando caí, me di cuenta de lo cerca que estaba de la muerte. Jamás imaginé que estuviera tan cerca.—Desde pequeño fui huérfano, fue mi suegro quien me adoptó y me crió como a un hijo.—Y Patricia, ella ha estado conmigo desde que éramos niños. Nuestra relación siempre ha sido muy buena.Escuché atento lo que decía mi jefe.—Cuando era pequeño, pensaba que Dios no me había tratado mal. Me dio una familia marav
Yo al principio trate de aguantarme.Después de todo, esa chica había venido con el señor Julen, y sospechaba que tal vez era su hija.Mi relación con el señor Julen era bastante buena, y si yo la regañaba, no solo sería un golpe para su dignidad, sino que también pondría en una situación bastante incómoda para él propio Julen.Sin embargo, la joven al parecer se estaba comportando de manera cada vez más inapropiada. Mientras jugaba, gritaba enloquecida: —¡Estamos preparándonos para la batalla en equipo! ¿Saben jugar o no? ¡Animales!Su voz era estridente, y además estaba llena de groserías.Vi que el rostro de Aquilino se tornó muy serio.Aquilino siempre había sido una persona muy educada y caballerosa, jamás decía malas palabras.Ahora, estando enfermo y en el hospital, esta chica seguía como loca gritando groserías, lo cual era inapropiado para el momento.Cuando estaba a punto de intervenir, el señor Julen no perdió tiempo y fue el primero en hablar:—¡Lorena Urreta, sal de aquí!
Las palabras que dije hicieron que los dos se rieran, y por fin la atmósfera se alivió un poco.—Está bien, está bien, ya no llores. Ya estamos grandes para estar llorando como niños, qué vergüenza sería si se enteraran.El señor Julen fue el primero en reírse, y mientras lo hacía, ayudaba a Aquilino a limpiarse las lágrimas.Sentí que lo trataba a Aquilino como si fuera su propio hijo.Nosotros seguíamos conversando cuando dos figuras entraron apresurados en la habitación.Ambos iban vestidos con ropa elegante y parecían tener unos 50 años.En cuanto entraron a la habitación, se acercaron a la cama de Aquilino:—Aquilino, ¿cómo estás? ¿Te duele algo?La mujer de mediana edad que hablaba no podía evitar derramar lágrimas mientras hacía estas preguntas.En ese preciso momento, vi a Patricia también entrando a toda prisa.—Papá, mamá…— Patricia no pudo evitar ahogarse entre sollozos.Resulta que estas dos personas eran los padres de Patricia, los suegros de Aquilino, y además, sus padres