Capitulo239
María no podía hacer nada, ni decir nada al respecto.

Por dentro, sentía como si una mezcla de emociones la estuviera destrozando. Era un torbellino de frustración, impotencia y algo de rabia contenida que no sabía en ese momento cómo manejar.

Al llegar a casa, se dejó caer sobre la cama, pero el sueño no llegaba. Se revolvía de un lado al otro, incapaz de quitarse de la cabeza todo lo que había sucedido esa noche.

La situación la había impactado más de lo que estaba dispuesta a admitir.

En su desesperación, sacó el celular con la intención de hablar con alguien, pero al mirar su lista de contactos, se dio cuenta de que no había nadie a quien acudir a esa hora.

Entonces, pensó en mí.

Sin dudar, y sin preocuparse por si podía molestarme, me envió un mensaje: —¿Estás despierto?

Yo ya había dormido un poco, pero la sed me había despertado.

Cuando vi que mi celular vibraba, lo tomé y vi de repente el mensaje de María. Eran las tres de la madrugada. ¿Qué podría querer de mí a
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