—Christian, Lucía, acabo de darme cuenta de mi error y de cómo los ofendí. Les pido a ambos, como personas de gran corazón, que me perdonen esta vez...

Julián soportó la humillación en su corazón y, con un sonido sordo, se arrodilló, inclinando la cabeza y disculpándose ante Christian y Lucía.

—Levántate—dijo Christian.

—Julián, tengo un consejo para ti. Aquellos que actúan injustamente terminarán destruyéndose a sí mismos. Espero que las personas de la familia Molina reflexionen sobre esto en el futuro—dijo Christian en tono tranquilo.

Él no era del tipo que se aferraba a su razón y no perdonaba a los demás. Ahora que Julián se había disculpado de rodillas, no había necesidad de tener más confrontaciones con él. En cuanto a Lucía, aunque todavía estaba un poco molesta en su interior, siempre había seguido la guía de Christian. Si Christian ya había hablado, ella seguramente no se opondría.

—Agradecemos su gracia...—dijo Julián aliviado, poniéndose de pie.

—Bien, ahora pueden irse—dijo