—Christian, tú, esta bestia, te atreves a lastimarme.

—Espérame, la familia Barquero y el señor Galileo seguramente te matarán.

Eustaquio aguantó el intenso dolor en sus piernas, habló entre dientes.

—No te apresures. Acabo de hacer justicia por mi abuelo y mi tío.

—Ahora es hora de saldar cuentas contigo.

Christian sonrió fríamente, su mirada llena de intenciones asesinas.

—¿Qué más quieres?

Al sentir la ferocidad emanando de Christian, la cara de Eustaquio cambió drásticamente, y tuvo una premonición desagradable.

Ni en sueños habría pensado que, aunque Christian ya le había roto las dos piernas, aún no tenía la intención de perdonarlo.

¿No temía Christian la venganza posterior de la familia Barquero y el señor Galileo?

—Descuida, nunca he tenido la costumbre de segar vidas sin razón. No haré nada contigo.

—Pero alguien tan despreciable como tú debería ser eliminado.

—Estoy pensando en anular tu habilidad, para que no puedas causar más daño en el futuro.

Christian habló fríamente, lu