Encadenada

Una caricia, era tan suave la forma en que Conan tocaba su piel, Jena pudo sentir el calor de su mirada, al abrir sus ojos lo encontró a él inclinado en cuclillas frente a ella.

Un segundo bastó para que Jena saltará sobre sus hombros, ahora ella era más fuerte que su esposo, lo derrumbó como una ligera pluma, lo toco era tan real, sentirlo tan vivo y real, aferrarse a él ahogando todos sus miedos hundida en sus pecho

Lo lleno de besos, sus labios sus mejillas cubiertas por su barba, su cuello. Lo extrañaba tanto como si hubiera pasado una eternidad.

—Conan… Conan, —pronuncio su nombre entre besos y lágrimas. —estas aquí… eres tú.— se aferraba entre sus brazos, a encontrar entre ellos ese lugar seguro, a hundirse en su pecho como una niña pequeña. Conan acariciaba su cabello con ternura, apretaba sus ojos con desaliento.

—Tranquila cachorrita —Conan trato de consolarla hablándole suavemente —no tengo mucho tiempo.

—¿Tiempo?, a que te refieres —Se dio cuenta entonces que era un sueño y
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