LanaDespués de sentir todo aquello fluir de dentro de mí, yo sabía que mi corazón estaba entregado a ese hombre que me trató tan mal, pero que yo no consigo dejar de querer bien. Él cayó cansado a mi lado, creo que ahora estamos mucho más esposados que antes.— Creo que ya podemos soltarnos.Iba a recoger la llave de las esposas que dejé sobre el mueble.— Lana, quiero que duermas conmigo esta noche.— Está bien, pero estaremos más cómodos libres.Asintió con la cabeza y estiró la mano atada a mí para que yo pudiera alcanzar. Nos liberé y entonces me levanté totalmente de la cama y tomé lo que había dejado allí.— ¿Qué es eso? — Preguntó curioso. Volví a su lado en la cama y se lo di.— Lo recibí de mi abuelo, yo tenía unos diez años. ¡Es su regalo de Navidad!— ¿Una moneda? — Preguntó mirándola.— Sí, una moneda de la suerte. Mi abuelo siempre creyó que los objetos llevaban la energía de las cosas, me dijo que esta moneda estaba con él cuando mi abuela se recuperó del cáncer de esóf
LanaMe desperté sintiendo el calor de su respiración en mi oído. Abrazados, compartiendo la misma manta y el calor de nuestros cuerpos, cerré mis ojos de nuevo para disfrutar cada segundo. Hasta que despertó, me dio varios besos en el hombro.— ¡Buenos días, princesa!— Buenos días, ¿dormiste bien? — Le pregunté volteándome hacia él, me di cuenta de que Leon aún extrañaba estar sin la máscara delante de mí. Le alisé, la cara...— No puedo tener una mala noche contigo, Lana.— A mí también me gustó dormir contigo, aunque no fue la primera vez.— ¿Me dejarás darte un masaje más tarde? — Miró el aceite de almendras.— Sí, lo haré.Me levanté, me puse el vestido rápidamente. Fui a mi cuarto a ducharme, vi por la cámara frontal de mi celular las marcas que me había dejado. Sonreí, sus quemaduras y los dolores de su pasado no eran nada, cerca del sentimiento tan fuerte que tengo dentro de mí.Me metí en la ducha, sentí que el agua caliente me calentaba esa fría mañana. Me vestí con la bata
LeonTan pronto como la película terminó, comencé a acariciar su suave piel y cerró los ojos. Besé sus labios, su boca sabe increíble... comencé a desnudarla lentamente, tomé el aceite de almendras y lo derramé sobre su piel blanca y lisa, gotas sobre sus pechos de pezones rosados y su vientre. Con mis manos empecé y desparramo por su cuerpo en movimientos firmes, pero al mismo tiempo, delicados.Comencé a masajear sus pechos, Lana apretó los labios al sentir que sus pezones se ataban entre mis dedos, abrió la boca dejando escapar un gemido. Sigo tocándolos en movimientos circulares, bajo las manos hasta su vientre, dibujando su cintura delgada y esparciendo aún más el aceite por su piel. Mi pene se vuelve cada vez más duro y al igual que él, mis labios se humedecen de buena gana con cada expresión de su placer.Lana abre un poco más las piernas, derramo más aceite sobre su ombligo. La extiendo con las dos manos hasta su entrepierna, ella se estira en la cama y yo acaricio de leve sus
LanaDespués de aquella visita tan inoportuna de Carla, fui a mi habitación. Leon fue poco después y cumplió la promesa de retirar la cámara, me siento mucho más tranquila así. Nunca pensé que pudiera verme y oírme desde el primer día que llegué aquí, así que siempre me lastimaba con palabras... me arrepiento de haberlo llamado raro. También lo lastimé sin saberlo muchas veces.Doctor Alberto me llamó, esperé tanto su llamada. Aunque no estaba en Tocantins, él podría darme alguna noticia sobre mi madre.— Doctor Alberto, ¿cómo van las cosas? Pensé que no me llamarías.— Jamás te abandonaría Lana, aquí las cosas van razonablemente bien. En cuanto a tu madre, yo no pude ir a Tocantins... Estoy en Río de Janeiro resolviendo problemas de la empresa de Leon. Versalles parece que no anda muy ajustada y tú, ¿está bien?— Sí, doctor, Leon y yo nos estamos llevando mejor ahora. Lo que me ha herido el corazón es solo la nostalgia de casa.— Piensa que esos meses pasarán pronto y podrás volver a
LanaOfelia estaba arreglando la bandeja para servirme, Leon volvió a la habitación.— Te prometo que me pondré bien rápido para devolverte la cama.— ¡Prefiero compartirla contigo! — Él respondió, dejando a Ofelia feliz, mientras yo probaba la sopa.— Estaré en la cocina por si necesitan algo.Ella salió, Leon se sentó en la cama frente a mí.— Tenías miedo de perderme, ¿verdad? — Sonriendo insinuante, él continuó con la máscara y seguramente para ocultar de mí la confirmación por medio de su sonrisa.— Claro que me quedé, imagine el solo valor de la indemnización que yo tendría que pagar. Además del traslado de su cuerpo de vuelta a Brasil.— Y como el dinero es un problema para ti... — Ironicé.— ¿Te sientes mejor?— Sí, Leon, me siento más fuerte ahora y esa sopa me curará de adentro hacia afuera, pero...— ¿Pero? — Lo cuestionaste.— Mis pies siguen helados.— Las extremidades del cuerpo tardan más en recibir el calor.LeonMe di cuenta de que necesitaba un cuidado especial para
Lana Leon cenó conmigo en la habitación y luego me preparó un baño caliente. — ¿Por qué no te metes en la bañera conmigo? — Prefiero quedarme mirándote, como siempre. — Él respondió mientras me miraba quitarme la ropa. Me metí en el agua caliente, y él solo me miró. Me puse a frotarme lentamente y hasta olvidé que estaba siendo vigilada y comencé a tararear mi canción favorita: When You Kiss Me de Shania Twain, siempre me encantaron las letras lindas y que retratan amores felices, yendo en contra de otros artistas que prefieren cantar el sufrimiento. — Perdóname Leon, olvidé que no te gusta la música. Y no escuchar canciones era una de las cláusulas del contrato. — Pero me estaba gustando escucharte, ¿por qué no sigues? — Me preguntó al verme enjabonar el brazo. — ¡Mi inglés es muy malo! — El mío también lo es. — Leon insistió. — Mentira, Ofelia me dijo que hablas varios idiomas. — Finge que no estoy aquí y que no hay ninguna cláusula. Era muy persuasivo cuando quería algo.
LanaMe desperté y Leon ya no estaba en la cama, así que supongo que para que se despertara antes que yo, sería una estrategia para alejarse de mi mirada en su cara. Tomé un baño, me envolví la toalla y fui a mi cuarto, pues Ofelia aún no había llevado mi ropa a nuestro cuarto.Me puse un chándal, cada día hacía más frío. El invierno en este país es muy duro y casi me va mal anoche por eso.Bajé y oí la voz del doctor Alberto y de Leon en la sala de estar.— ¡Buenos días!— Buenos días Lana, ¿cómo estás? — Alberto preguntó sonriendo y le dimos un fuerte abrazo, creo que proyecto en él el padre que perdí hace tanto tiempo. Veo que su preocupación y afecto por mí es real y estoy agradecida por ello.— Estoy bien, ¿y usted?— ¡Bien! — respondió él.— Siéntate con nosotros. — Leon pidió dos palmaditas a tu lado y yo me senté.— Parece que están más cerca de lo que esperaba. — Alberto miró sonriéndonos a los dos.— Sí, Alberto, creo que esta vez he elegido una buena acompañante.Los dos se
LeonFue mejor así, sin despedidas ni lágrimas. Lana es lo mejor que ha pasado en mi historia, pero no puedo imponer una vida como la que tuvimos el año pasado en esa casa. El aislamiento y el dolor solo me pertenecen a mí, ordené que recogieran mis cosas y me escondí como un fugitivo. Le pedí a Alberto que le pagara a ella, un valor mayor que el acordado en el contrato y sé que eso, tal vez no sea capaz de pagar toda la felicidad que ella me dio en esos días, pero dará para que ella compre la casa que tanto quería para su madre.Le pedí a Ofelia que viniera en un mes, sé que su presencia me recordará lo que no puedo olvidar ni un segundo. Entre mis cosas traje la moneda que ella me regaló y uno de sus vestidos, él todavía tiene el olor de ella.Ya debe estar de vuelta en Brasil, estoy todo el tiempo lejos de mi celular, para no preguntar sobre ella al doctor Alberto. Creo que sería mejor para mí cortar lazos profesionales con él también.— ¡Como siempre, la cobardía me vence y yo pre