Mientras él sigue caminando, una sensación agridulce se acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo.

Estoy en los brazos de Alfa Reagan, inhalando su colonia fresca y limpia. Es un sueño hecho realidad para todas las chicas de esta manada. Estoy eufórica de estar en sus brazos, pero al mismo tiempo, aterrorizada, por Alina.

La mirada asesina que me lanza cuando Alfa Reagan sale de la arena vivirá en mi cabeza hasta que me muera.

Estoy acabada.

Cuando por fin llegamos a la enfermería, me realizan un chequeo corporal completo y limpian mis heridas y moretones. Incluso me han dado una bolsa de suero para darme energía y Alfa Reagan solo deja de insistir que me hagan un escaneo de cuerpo entero cuando el médico le asegura que no tengo huesos rotos ni hemorragias internas.

Sigo pensando en Alina. Luchó contra mí con tanta rabia que me fue imposible ganar una sola ronda. Estaba dispuesta a clavarme las garras en la cara. Estaba lista para hacerme daño de verdad.

¡Diosa!

¿E