La mañana de Michael era un desastre, a pesar de todo lo sucedido la noche anterior, y de que apenas había dormido cinco horas, el problema no era ese. Por la mañana, se había levantado para salir a correr, con el propósito de volver a recuperar el estado atlético que un día tuvo, pero antes de salir del hotel, lo habían avisado de recepción.
Él se acercó pensando que se trataría de algo sin importancia, como saber si ese día pensaba desayunar allí o no, pero cuando llegó a la altura de la recepcionista, se dio cuenta, por su expresión grave, de que algo sucedía.
- Discúlpeme.- comenzó ella.- no quería molestarlo en su horario de hacer deporte, pero como lleva ya bastantes días con nosotros, y no ha dado ningún problema, me gustaría tratar este tema personalmente
Danisa leyó el mensaje varias veces, y a pesar de que sabía que debería sentirse indiferente ante la declaración de intenciones del misterioso hombre que la citaba esa noche, se sentía inquieta de anticipación. Le dolían los muslos, de la fuerza con la que los estaba apretando para evitar ser consciente de la humedad que se extendía entre ellos.- ¿Danisa?Se giró hacia la persona que emergía de la puerta de su despacho, y contempló a su compañero de trabajo, era uno de los miembros de su equipo, y la miraba atentamente, y en ese momento, ella se dio cuenta de que aún estaban trabajando.- ¿Si?- Venía a traer el boceto del abrigo que me has pedido esta mañana.- Si, claro, Margo, pasa y muéstramelo.La chica pasó sin darle mayor importancia su mira
Faltaban cinco minutos para la hora a la que había quedado con la mujer del club, y aún estaba en el vestíbulo, esperando a que me dejaran entrar en aquel club que me estaba volviendo loco. Mientras contemplaba el semáforo en rojo de la pequeña habitación en la que me encontraba, y que servía para marcar cuando la recepción del club estaba ocupada con otro miembro; pensé en la última vez que me había sentido así.Traté de rememorar si mi compañera, Rose, me había hecho sentir de esta forma en alguna ocasión, y decidí que nunca, pues ni siquiera habíamos sido capaces de completar el apareamiento. Yo nunca había tenido sexo con ella, y tampoco lo echaba de menos, por lo que no me importaba si ella dormía cerca de mi, semi desnuda.Llegué a la conclusión de que la ú
Danisa llevaba ya diez minutos en la barra del bar, tomando uno de esos coloridos cócteles que servían allí, y comenzó a preocuparse por no ver por allí al número doce. El número doce se había convertido para ella en una incógnita, y mientras bebía su cóctel a sorbitos, trató de imaginar que aspecto se escondería tras aquella máscara que él siempre portaba consigo.No conseguía imaginarse sus facciones, pero tampoco le importó. Pensó en su cuerpo delgado;e involuntariamente lo comparó con el de Beta Michael, que había sido musculoso, y había tenido suficiente fuerza para cogerla en brazos, siempre que lo había deseado.Definitivamente, el hombre misterioso era más delgado que Beta Michael; pero ella se sentí
Salí de aquella habitación con la sensación de ser una persona distinta, renovada, repleta de paz, y saciado por la sesión de sexo desenfrenado que acabábamos de vivir. Recuerdo que recorrí los pasillos del club con la chica misteriosa agarrada a mi mano, y me sentí el hombre más dichoso del mundo, y en cuanto traspasé el umbral que separaba aquel pequeño club del resto del mundo, la burbuja explotó.La sala común del club se había convertido para mi en un oasis, un lugar en el que la realidad desaparecía, y me devolvía a mi antiguo ser; volvía a convertirme en el hombre que un día fui; el Beta seguro de si mismo, fuerte e independiente, que era capaz de garantizar la seguridad de una importante manada.Pero volver al vestidor, en el que el chico de siempre me entregaba mi ropa, me hacía sentir indigno, un ser poco merecedor de felicidad. Mientr
Después de la pasión desenfrenada que llevó a Danisa a tomar el control de la noche, ella se fue a su casa, subida en el mismo automóvil que la había recogido unas horas antes,pero sintiéndose mucho más liviana. Contemplaba todo con una inmensa sonrisa, y se sonrojaba con cada recuerdo que cruzaba su mente. Ella no era demasiado vergonzosa, ni sentía ningún tipo de vergüenza por las estrías que recorrían sus muslos, o la pequeña barriga que se marcaba en su zona central. Simplemente aceptaba su cuerpo, antes más delgado, y ahora más grueso; y también aceptaba las necesidades que éste tenía, por eso motivo consideraba que la sexualidad era algo que formaba parte de ella, y no sentía la necesidad de avergonzarse por ser fogosa, y tomar el control en la cama.Y precisamente por su forma de ser, no se preocupó demasiado cuando el
Las horas de trabajo de aquel viernes se me estaban haciendo eternas. Había dormido mal, pues justo antes de acostarme vi en la pantalla de mi teléfono móvil el icono de mensaje, y aunque me había prometido a mi mismo, cortar de raíz mi relación con el club, no pude evitar la tentación de abrirlo.Lo leí deprisa, y luego volví a releerlo, paladeando las palabras, y disfrutando secretamente de la familiaridad que aquel mensaje destilaba.Puede que no fuera muy elaborado, pero el estilo era claro, y muy semejante a la forma en que aquella chica misteriosa se comportaba. Era clara, concisa, e iba siempre al grano; se notaba que sabía lo que quería, y no le asustaba pelear por ello.Eso enardeció mi espíritu, y la imaginé de nuevo desnuda, sobre mi, montándome como una valquiria, y antes de saber como había
Era ya mediodía del viernes, y Danisa estaba muy nerviosa, llevaba toda la mañana esperando a que su jefa la llamara para acudir a su despacho, y por si la ausencia de avances en el trabajo no fuera suficiente, encima el misterioso hombre del club no había respondido a su mensaje.Volvió a actualizar su bandeja de entrada de la aplicación de mensajes que utilizaba para concertar las citas, y comprobó que seguía sin ningún mensaje nuevo. Estaba intrigada, mirando en la zona de ajustes del móvil, para comprobar que efectivamente estaban todo correctamente activado, cuando una voz la distrajo de sus propósitos.- ¿En eso inviertes el día, Danisa?La voz correspondía a su jefa, y en cuanto la escuchó, levantó la cabeza, y delos nervios, sintió como el pequeño teléfono se le resbalaba, y salía volando hasta impactar contra el suelo.
Me pasé toda la tarde del viernes dando vueltas al despacho que Carl me había asignado dentro de su compañí, pensé en multitud de respuestas con las que declinar amablemente la invitación de la chica misteriosa del club, pero ninguna de ellas me gustaba; y no me gustaban, porque realmente quería acudir a aquella cita.Quería hacerla mia, y arrancarle la máscara con la que se cubría el rostro, pues sentía que ella me pertenecía. Luego lo pensé adecuadamente, y me di cuenta, de que aunque no lleváramos puestas nuestras máscaras, y aunque no hubiéramos firmado un acuerdo que nos impedía hablar sobre nuestras vidas reales; aún así, yo no querría que ella supiera nada de mi vida fuera de sus cuatro paredes.Fuera de la sala común del club, no era más que un lobo que no tenía ya manada, pues mi suegro había de