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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

AMELIA LEAL

Miro a mi madre dormida, todavía sin creer en los últimos acontecimientos. Compruebo si realmente está durmiendo, beso la parte superior de su cabeza y salgo de la habitación con la mente pesada. Cierro los ojos, aspirando aire en mis pulmones y luego dejándolo salir. Un escape, eso es todo lo que necesito.

— Ey. — Abro los ojos, enfrentándome muy de cerca a Pedro, está serio y su mirada es dura.

Cierro mi expresión, ignoro su presencia y entro directamente, sin importarme su protesta mientras le doy la espalda.

— Necesitamos conversar. — Dice, tomándome del brazo, obligándome a detener los pasos.

— No tenemos nada de qué hablar. Gruño con dureza, luchando contra su agarre. No me suelta, al contrario, aprieta más fuerte.

— Lo hacemos, sabes que lo hacemos. Por favor, Amelia. — Dilo en un tono más suave. Su mano libre toca mi cintura y nos acerca más.

Levanto la nariz y fijo mi mirada en la suya, sin dejarme intimidar.

— Escupe lo que quieras— . Digo, odiando que me toque.
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