CAPITULO DOCE

HENRICo ZATTANI

Parece una yegua loca. Caminando de un lado a otro como si quisiera cavar un hoyo en el suelo o en mi cabeza, casi echando espuma por la boca.

La observo desde lo alto de las escaleras, escondida, a unos pasos de ella por seguridad y divertida por la insólita situación. Estaba de mal humor por no recibir noticias sobre la detención de Alencar.

¡Debería estar atrapado al amanecer, maldita sea!

No sé qué diablos está haciendo ella aquí, pero estoy disfrutando el espectáculo. Guilhermino la mira hipnotizado, aún conmocionado por el huracán que puede ser Amelia.

Sonrío, aunque no entiendo nada. Es gracioso verla tan inquieta y enfadada.

— ¿Donde está? — Grita sin aliento, haciendo que mi amigo se aleje dos pasos.

— ¿OMS? — Dice, mirándola asustado.

La chica luce más impaciente al escuchar su pregunta como respuesta. Resoplando de disgusto.

— Lo sabes muy bien. — Dice, señalando con el dedo en dirección a Guilhermino.

Su comportamiento es extraño, su mirada recorre cada rin
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