Danika llegó a la Habitación del Rey y llamó a la puerta. Esperó pacientemente.“Adelante”. Sonó la profunda voz del rey. No escuchaba su voz desde el día anterior, y le produjo un escalofrío. También hizo que su corazón se acelerara. Ella realmente estaba enamorada. No era algo que no supiera, pero el reconocerlo nunca dejaba de lastimarla. Se supone que el amor no debe calmar y herir al mismo tiempo, pero el suyo era así. Abrió la puerta en silencio y entró en su habitación. Él estaba enrollando un pergamino bien escrito y dejando caer su pluma entintada sobre el escritorio. Levantó la cabeza y la miró.“Traje su comida, mi rey”. Ella inclinó la cabeza. Él hizo un gesto con la cabeza hacia la mesa sin decir nada. Ella asintió y se dirigió a la pequeña mesa de comer situada al otro lado de su habitación. Recogió los pergaminos que estaban sobre ella y comenzó a acomodar la comida metódicamente. Así fue en los últimos días. Él siempre pedía que ella le trajera la comida.
“Ven y siéntate conmigo. No quiero comer solo. No quiero que te vayas”.Danika se giró hacia él al escuchar su profunda voz, su corazón dio un salto mortal. Él no quería que se fuera. Quería que se quedará con él.“Como desee, su Alteza”. Contestó con voz ronca. Volvió a la mesa del comedor y se sentó a su lado. Él revolvió el caldo que tenía delante, tomándolo y llevándoselo a la boca. Ella lo observó comer, guardando silencio porque sabía lo mucho que a él le gustaba el silencio. Ella no tenía comida, pero realmente no tenía hambre. Solo tener este momento para verlo comer era suficiente como para sentir algo de hambre. Ella lo amaba tanto. Colocando sus manos sobre su regazo, resistió el impulso de acariciar a su bebé. Era un mal hábito que se desarrolló en las últimas semanas: tocar y acariciar su vientre en privado cada vez que pensaba en el Rey. Un mal hábito, teniendo en cuenta su situación. Pero no podía dejar de hacerlo. El rey levantó la cabeza y la sorprendió
Danika notó que el rey estaba preocupado. Se le notaba en el rostro a medida que transcurría la comida.“¿Qué le preocupa, mi Rey?”, preguntó Danika, sus cejas fruncidas por la preocupación. El Rey Lucien no estaba acostumbrado a compartir sus problemas. No dijo nada.Ella notó su vacilación y no insistió. Él la dejaba entrar lo suficiente como para que ella supiera cómo era. Un hombre que estaba más acostumbrado a guardarse las cosas que a hablar. Pero, ella ya tenía su confianza. Él la dejó entrar. Se lo dirá cuando estuviera listo, y no antes. Después de la comida, ella se levantó y empezó a recoger los platos. Llegó a su lado y recogió sus platos. Estaba a punto de llevarlos cuando el brazo de él le rodeó de repente el vientre.“No lo hagas. No te des la vuelta”. Le ordenó, deteniendo su movimiento. Danika se congeló. Tenía el corazón en la garganta porque el brazo del rey estaba sobre su vientre. ¿Podría sentir a su hijo? Su cabeza se posó en la parte baja de su espal
Al día siguiente, Danika y Baski no tuvieron la oportunidad de ver al rey porque estaba lleno de actividades. Tal y como dijo el rey, a la mañana siguiente, le informó a Zariel sobre el plan de riego y distribución de agua al pueblo. También le dijo a Zariel que ella estaba a cargo. Así que salió del palacio y se fue al pueblo con ellos, donde supervisó y dirigió el reparto del agua. Salir del pueblo le hizo recordar a Sally. Su antigua sirvienta que siempre estuvo a su lado durante años. Echa mucho de menos a Sally aunque le escribe de vez en cuando. Valió la pena que ella le enseñara a Sally a escribir. Puede que Sally no sea perfecta y que se equivoque en la mayoría de las palabras, pero lo que le importa a Danika es que es capaz de contestar a sus mensajes y también ha sido capaz de comprender los mensajes de Sally después de unas cuantas lecturas cuidadosas. Espera que un día de estos tenga tiempo y permiso para salir del palacio y visitar a su mejor amiga. En el pueblo,
Danika estaba cansada y agotada cuando terminó el proyecto. Llevó a Corna a casa de su madre y lo dejó en el porche. Bajando para ponerse a la altura del niño, le volvió a despeinar el cabello. “Estarás bien, Corna. Pórtate bien, ¿está bien?”.Corna asintió obedientemente. “Eres una buena reina... Una reina muy hermosa”.Danika le sonrió, mientras se preguntaba por qué el niño se dirigía a ella de la misma manera que Remeta. “No soy una reina. Fui una princesa, Corna. Pero ahora, ya no lo soy…”.El niño soltó a regañadientes el dedo de su boca con un chasquido. Se acercó y colocó su pequeña mano sobre su vientre. Tocó cada uno de sus lados como lo haría un doctor durante un examen. Miró su rostro confundido y sonrió. “Píncipe de la Duvia. Todo estará bien”.Danika le correspondió con una sonrisa aunque no entendiera la mayoría de sus titubeantes palabras. La puerta se abrió y su madre salió con una cálida sonrisa. Le dio las gracias a Danika por todo.“Gracias a ti y al rey, v
Vetta se levantó de la cama y se quitó la ropa. Se había preparado para esta noche, así que no llevaba mucho puesto. Sentada desnuda junto a él, sacudió la cabeza miserablemente.“Soy tu señora, mi rey. Siento que ya no soy lo suficientemente buena para ti. Tal vez porque no nací con una Sangre Real dentro de mí... Tal vez porque has olvidado todo lo que hemos pasado. Tal vez me miras y recuerdas la suciedad…”. Las lágrimas llenaron sus ojos y sorbió, “La misma suciedad que el Rey Cone creó cuando violó mi mente y mi cuerpo, justo delante de ti…”.El Rey Lucien cerró los ojos, el recuerdo hizo que su corazón —que estaba cálido hace un rato— se enfriara.“Se le cayó una hamburguesa. Quería que me arrastrara sobre las manos y las rodillas, y que me la comiera directamente del suelo con la boca. Como un perro”. Recordó uno de los sucesos.“Algo completamente degradante y denigrante para ti”. Añadió en un susurro. Su cabeza se movió en un gesto de asentimiento, “No quise hacerlo, y p
Danika se despertó con malestar. No es algo inusual para ella desde que se quedó embarazada, pero hoy era peor que otras veces. Vomitó todo en el retrete, se tiró al suelo junto al asiento, apoyó la cabeza en él e intentó dormir un poco. Se sentía así de somnolienta. Llamaron a la puerta, seguido del chirrido de la misma. “¿Danika?”. Llegó la voz de Baski.“Aquí dentro…”. Intentó gritar pero le salió como un canturreo. Unos segundos después, Baski apareció en su puerta y la miró con preocupación, “Tu comida se ha ido por el retrete”.“No he podido retenerla. Me siento con muchas náuseas esta mañana. Más que los otros días”.Baski se acercó y la ayudó a levantarse del suelo. La condujo fuera del baño, “Así es estar embarazada. Algunos días son mejores —o peores— que otros”.La condujo hasta la silla y la sentó en ella. Comenzó a acariciar la espalda de Danika en un intento de calmar sus náuseas.“Tienes que volver a primera hora de la tarde para meterte algo en el estómago de
Callan estaba trabajando en la parte trasera de su casa. La paz y la serenidad era la única compañía que tenia, exactamente como le gustaba. El piar de los pájaros por la mañana. El sonido del dar que baja por la colina a pocos kilómetros de distancia. El suave soplido del viento a cada momento. Estaba sumido en sus pensamientos mientras cogía el lino que quiere utilizar como algodón nuevo para su casa. Rápidamente fue sacado de sus pensamientos cuando escuchó un suave pero firme golpe en su puerta principal. Dejó caer las tijeras y la tela de lino y se levantó de la silla de madera. Volvió a su casa por el patio trasero y entró en la sala de estar, dirigiéndose directamente a la puerta que abrió de un tirón. Era una visita que no esperaba después de meses de ausencia. Después de enterarse de su inminente matrimonio con un rey.“Buenos días, mi señora”. Se dirigió a ella con una inclinación de cabeza, abriendo más la puerta para que entrara.“Hola”, saludó la Princesa Kamara.