En la entrada del restaurante.Lorenzo dio el número de su reserva y el mesero lo guio. Mientras caminaba, giró ligeramente la cabeza y su mirada se detuvo por un instante.Sus ojos se fijaron en una mujer sentada en uno de los reservados, quien justo en ese momento levantó el menú para cubrirse el rostro.Por un momento, le pareció haber visto a... Marisela.Continuó siguiendo al mesero, pero sin dejar de mirar en aquella dirección. Cuando estaba a punto de distinguir el perfil de la mujer, una columna grande se interpuso en su línea de visión.Al volver a mirar, solo podía ver la parte posterior de la cabeza de la mujer.Pelo corto...No era Marisela. Marisela tenía el pelo largo.Además, ella debía estar hospitalizada. ¿Cómo podría estar aquí?Lorenzo apartó definitivamente la mirada, con expresión impasible. Seguramente había visto mal.Y también, como Marisela lo había bloqueado, había estado molesto toda la mañana, ni siquiera había firmado los documentos correctamente. Se estaba
Isabella esbozó una sonrisa maliciosa mientras calculaba su plan.Llegó el plato principal. Lorenzo apenas comió, pero bebió casi una botella entera de vino tinto, especialmente la segunda que pidieron, que era bastante fuerte.—Ya no más, Isa. Tengo que trabajar por la tarde —Lorenzo apartó la copa, impidiendo que ella le sirviera más.—Veo que no estás de buen humor, probablemente por el estrés del trabajo. Bebe un poco más y luego duerme una siesta en la oficina. Te sentirás mejor por la tarde —sugirió Isabella con voz tentadora y dulce.Lorenzo escuchó sus palabras. Ciertamente no estaba de buen humor, pero no era por el estrés, sino por Marisela.Marisela seguía sin buscarlo, no contestaba sus llamadas. Se sentía irritado, enfadado y... abatido.Así que volvió a colocar la copa sobre la mesa, acercándola un poco, e Isabella le sirvió un poco más.Mientras tanto, en la mesa de Marisela.Los tres habían terminado de comer y se levantaron. Matías pagó la cuenta.—Quiero ir al baño, M
Al escuchar esto, Lorenzo frunció el ceño aún más y aclaró con seriedad:—Celeste, cuida tus palabras, no andes difamando a la gente sin pruebas.Celeste encontró graciosa su reacción y respondió:—Pero si ustedes dos andan ahora mismo del brazo, y esta mañana hasta lo vi en las tendencias.Lorenzo bajó la mirada y vio que Isabella le había tomado del brazo. Sin contemplaciones, se soltó de inmediato.Isabella, a su lado, apretaba los dientes aunque mantenía una sonrisa, mientras en realidad fulminaba con la mirada a esta entrometida.—Las tendencias son rumores infundados, Celeste, no creas todo lo que ves —insistió Lorenzo con expresión severa.Celeste soltó un resoplido, pensando que Lorenzo estaba realmente borracho para decir algo así cuando la evidencia estaba justo frente a sus ojos.—¿No es ese el collar de nueve millones de dólares que lleva tu amante en el cuello? Lorenzo, la próxima vez que niegues algo, al menos esconde las pruebas —se burló Celeste.Lorenzo giró la cabeza
Alguien golpeó la ventanilla del coche. Matías miró instintivamente y, al ver que era Marisela, abrió rápidamente la puerta.Sin embargo, ella no se dirigió al asiento del copiloto, sino que se metió directamente en el asiento trasero, visiblemente alterada.—¿Qué pasa? ¿Te encontraste con algún maleante? —preguntó Matías preocupado.—No, no es eso... —respondió Marisela, tratando de calmarse.—Matías, ¿podrías arrancar? Por favor, llévame hasta la próxima esquina —añadió con urgencia en su voz.Aunque Matías no entendía la situación, arrancó el coche.Al doblar la esquina, vio a Celeste en la plaza junto a un hombre y una mujer. Al hombre lo reconoció, era Lorenzo.Miró por el retrovisor y descubrió que Marisela no estaba sentada en el asiento trasero, sino agachada, lo que le hizo fruncir el ceño con curiosidad.Era evidente que Celeste ya había salido, pero Marisela actuaba como si estuviera huyendo desesperadamente, sin querer ser vista...—Marisela, ¿te estás escondiendo de alguie
Al oír esto, Lorenzo la siguió dócilmente y juntos subieron a un taxi.Mientras tanto, en la siguiente esquina...Marisela rechazó la oferta de Matías de visitar anticipadamente la empresa y decidió esperar a Celeste allí.Al ver llegar el deportivo rojo, se acercó a la acera para subir.—Vaya Mari, qué poco considerada eres —se quejó Celeste—. Cuando menciono a Matías, actúas como si no quisieras tener nada que ver con él, pero luego te subes a su coche solo para charlar un rato más.Marisela no supo qué responder y se justificó con dificultad:—Era solo un trayecto de unos minutos, tampoco pudimos hablar mucho.—Pero sí lo suficiente para darse unos cuantos besitos —respondió Celeste con un bufido.Marisela: ...—Confiesa de una vez qué hablaron, o lo interpretaré a mi manera —insistió Celeste.Marisela esbozó una sonrisa resignada:—Te lo juro, no hablamos de nada especial, solo comentamos algunas cosas sobre la empresa.Mientras ellas seguían discutiendo durante el trayecto a casa,
Aurelio observó el rostro aparentemente normal del señor Cárdenas y respondió:—No parece muy ebrio, todavía puede reconocerme.Solo que quería llamar a su esposa y me llamó a mí por error.—Realmente está muy borracho —insistió Isabella—. ¿De qué otra manera estaría sentado sin decoro en la acera?Aurelio la miró, pensando que si el señor Cárdenas se iba con ella, no quedaría ni rastro de él. Con firmeza, respondió:—El señor Cárdenas está perfectamente lúcido. Tiene dos reuniones internacionales esta tarde y no puede ausentarse.Isabella estaba a punto de sugerir posponer las reuniones cuando Aurelio continuó:—Es un proyecto de varios cientos de millones de dólares. ¿Vas a responsabilizarte por el retraso? ¿Puedes asumir esa responsabilidad?Isabella se quedó sin palabras. Cientos de millones, tanto dinero...Si Lorenzo se daba cuenta después de que ella había intentado llevárselo a la fuerza, estaría acabada...Finalmente, solo pudo observar con rabia cómo Aurelio se llevaba a Lore
En medio de esta contradicción interna, este tormento mental, finalmente la ira prevaleció, y Lorenzo limpió la mancha de café con rostro sombrío.—Marisela se ha vuelto muy atrevida, con esta actitud durante cuatro días seguidos. Parece que ha olvidado cuál es su apellido —murmuró Lorenzo con desdén.—Con ese temperamento, en cualquier otra familia ya la habrían echado a la calle. No tiene fortuna ni respaldo familiar y ni siquiera sabe conservar su posición como señora Cárdenas.—¿Para qué tiene boca si no sabe hablar? Claramente es su error, pero actúa como si el mundo entero le debiera algo....Aurelio, observando cómo el señor Cárdenas se transformaba en un "esposo resentido" que no paraba de refunfuñar, levantó la mirada hacia el techo con incredulidad."Critica con la boca, pero anhela con el cuerpo", esa expresión parecía describir perfectamente a alguien como el señor Cárdenas.Cada palabra expresaba desprecio hacia su esposa, cada sílaba estaba llena de resentimiento y amarg
Lorenzo miró hacia la puerta, perdido en sus pensamientos.¿Enfrentar sus sentimientos? ¿Qué significaba eso? ¿Cuándo no había sido honesto consigo mismo?¿Arrepentirse? ¿De qué podría arrepentirse?Qué ridículo. ¡Lorenzo jamás se había arrepentido de sus decisiones!Lorenzo tomó los documentos que tenía a mano, pero no podía concentrarse en su lectura. Colocó su teléfono justo en el centro de la mesa, asegurándose de no perder ninguna llamada.Sin embargo, durante la siguiente hora, solo recibió llamadas de sus subordinados, no de quien realmente esperaba.*Mientras tanto, por la tarde.Marisela y Celeste estaban recorriendo los mostradores de maquillaje, comprando cosméticos y perfumes, además de bolsos y joyas. Después fueron a comer barbacoa.En la mesa, el teléfono volvió a vibrar. Marisela lo miró brevemente y lo volteó.—¿Por qué no contestas? ¿Quién llama? —preguntó Celeste desde el otro lado de la mesa.—Llamada comercial —respondió Marisela con una leve sonrisa.En realidad,