En el cuarto del hospital, Rosalina y Viviana se voltearon al mismo tiempo hacia la puerta cuando vieron entrar a Celeste. Ambas se sobresaltaron un poco.Rosalina le preguntó con frialdad:—¿Qué pretendes hacer?Celeste le respondió:—Quieres saber, ¿fuiste tú quien divulgó que yo soy la hija ilegítima de los Jiménez? Ahora los acreedores me están buscando para que les pague la deuda.Por ese momento, muy poca gente sabía que ella era la hija de Manuel.Manuel acababa de despertar, así que no pudo haber sido él quien lo había difundido. Y Lorenzo tampoco lo habría revelado, así que aparte de Rosalina, no podía pensar en nadie más.Los ojos de Rosalina mostraron un destello de inquietud, pero rápidamente recobró la calma y le respondió con dureza:—Si fui yo quien lo dijo, ¿y qué? Tú eres parte de la familia llevando su sangre, así que deberías estar ayudando a pagar sus deudas.Después de la quiebra de la familia Jiménez, aunque Rosalina no había ido a la cárcel, sus días eran una tor
Celeste regresó al apartamento de Lorenzo atontada.—¿Has regresado?Apenas al entrar, escuchó la voz grave del hombre. Lorenzo, vestido con una camiseta casual en casa de color gris claro, estaba sentado en el sofá, con una iPad en una mano y mirándola de soslayo.Había dejado de lado su serio y frío atuendo formal, con dos botones desabrochadosBajo la luz, el cuello flojo dejaba ver el sensual y blanquísimo escote del hombre, agregándole un toque tentador a su aire distante y distinguido.—Ven acá —le ordenó a Celeste.Ella se le acercó. Justo cuando llegaba a su lado, Lorenzo agarró su muñeca y la atrajo hacia sí.Ella se sentó de golpe en su regazo, y los fuertes brazos del hombre la rodearon por la cintura. Él percibió de inmediato el anormal calor corporal de ella.¿Aún no se le había bajado la fiebre?—¿Fuiste al hospital a ver a Manuel? —le preguntóLorenzo tomaba con su gran mano la pequeña mano de ella, jugueteando.No era extraño que sus subordinados en el hospital le info
La delicada figura de Celeste se sentía suave y caliente por la fiebre. Al verla así, Lorenzo frunció el ceño.Al mencionar el asunto, Celeste se mordió los labios y se le quejó:—En el futuro, si me enfermo, ¿podrías no dejar que Miranda me atienda? Por tu culpa, ella me humilló a propósito.—¿Te humilló a propósito? —la mirada de Lorenzo se enfrió de repente.—Incluso Margarita lo escuchó, ¡puedes preguntarle! Ella se aprovecha de su relación contigo para humillarme. Puedo ver que le gustas, y yo no soporto a esa mujer. Si vuelvo a verla en el futuro, ¡entonces terminamos la relación!Al final, su tono se volvió caprichoso y aparentaba estar celosa.El hombre la miró por un rato, luego levantó su mentón con sus largos dedos y la observó con sus ojos bonitos profundamente:—¿Estás celosa?Sí, ¡ella estaba celosa!Celeste insistió con un tono mimado:—Lorenzo, tú puedes estar con quien quieras, pero mientras estés conmigo, ¡no puedes coquetear con otras mujeres! De lo contrario, nuestr
Lorenzo le dijo que la llevaría a tratarse. Celeste pensó que la llevaría al hospital, pero nunca imaginó que llegarían a una mansión privada. Ya eran las altas horas de la noche, los guardias y sirvientas de la mansión los esperaban en la entrada para recibirlos con respeto.—Señor, buenas noches.Lorenzo ignoró el saludo y caminó a grandes zancadas hacia adentro, cargando a Celeste en sus brazos.Al ver al señor entrar cargando a una mujer, los sirvientes se sorprendieron y lanzaban miradas furtivas de curiosidad hacia Celeste.Frente a la mansión había un bello jardín con árboles de diversas especies, cuyas hojas susurraban con la brisa, llenando el aire de un sutil aroma floral.Lorenzo la llevó a un edificio a través del camino de piedra, entrando a una habitación envuelta en vapores, con un leve olor a azufre. Al ver el panorama de la habitación, Celeste entendió a qué se refería él con tratamiento.Resultó que quería a tomar baños termales…Lorenzo la recostó en una silla jun
La delicada cara de Celeste se había enrojecido por el vapor caliente, por lo que no se podía notar que se había sonrojado por la vergüenza.Sus miradas se encontraron.Lorenzo la miraba fijamente, como si el aire se estuviese congelado.Al final, fue Celeste quien no pudo resistir más su mirada y, mordiéndose el labio, desvió la vista.—En el agua termal hay hierbas medicinales que ayudan a la circulación y es beneficiosa para la salud corporal —se escuchó su agradable voz a través del vapor.—Mmm.—La fiebre requiere sudar, ¿quieres hacer algo para que sudes más rápido?—¿Qué? —los ojos claros de Celeste mostraban confusión.Lorenzo no respondió, pero su mirada era bastante obvia.Celeste tardó unos segundos en reaccionar y le dijo con cierta exasperación:—Estoy enferma, ¿podrías quitarte los pensamientos lascivos?—¿Dijiste que soy lascivo? —interrogó el hombre con la mirada enfriado al instante.—Pues es la verdad —murmuró Celeste en voz baja.Siempre pensaba en hacer el amor en t
—Lorenzo, suéltame. Tengo que ir al baño, suéltame —le dijo a Lorenzo.Lorenzo dijo algo que ella no entendió, soltó su cintura y se dio la vuelta para seguir durmiendo.Celeste lo miró de reojo, se destapó y se levantó de la cama, caminando hacia el baño.Anoche se había quedado dormida mientras se bañaba, no sabía en qué momento él la había llevado de vuelta a la habitación.Después de que ella salió del baño, Lorenzo seguía dormido.El hombre tenía los ojos cerrados, pero incluso en sueños, sus perfectas facciones transmitían una imponente y elegante presencia.Este hombre era realmente apuesto…Celeste desvió la mirada y caminó hacia la puerta.Al salir, atravesó un pasillo y llegó a un lujoso salón.—Buenos días, señorita.Una criada estaba puliendo un florero. Al verla y se irguió de inmediato, saludándola con nerviosismo.Celeste se confundió:—¿Por qué pareces temerme?La criada le respondió con cautela:—Usted es la persona del joven señor Lorenzo.Entonces, no le temían a ell
Samuel movió lentamente su silla de ruedas y miró a Lorenzo con frialdad.Lorenzo extendió los brazos y atrajo a la mujer hacia él. Había escuchado todo lo que ella había dicho. Su mirada se ablandó involuntariamente.—¿No ibas al baño? ¿Por qué estás aquí? —le preguntó.Celeste se sintió un poco incómoda: —Iba de regreso a mi habitación cuando me topé con el señor.Lorenzo pareció recién darse cuenta de que Samuel estaba ahí. Su mirada gélida se posó indiferente sobre él.—Hermano, ¿te gusta platicar con mis mujeres?Lorenzo estaba de pie, y el otro estaba sentado en la silla de ruedas.La mirada de superioridad de Lorenzo hizo que Samuel aferrara con fuerza los brazos de la silla de ruedas.Con voz fría, le dijo:—Solo intercambiamos unas palabras. Pero Lorenzo, si Nadia se entera de eso, ¿qué pensará?¿Nadia? Debía ser la esposa de Lorenzo.—Ja —Lorenzo soltó una leve risa burlona: —Eres tan amable. ¿Por qué no te preocupas por tus propias piernas? ¿Aún tienes tiempo para meterte
Entraron en el baño termal la noche anterior. Lorenzo la colocó en el suelo y con sus grandes manos desató el cinturón de su bata, dejando que esta se deslizara de su cuerpo. Celeste emitió un grito leve y se agachó cubriendo su cuerpo con las manos.En la habitación el aire estaba muy caliente, ella no tenía frío, pero estar sin ropa era realmente vergonzoso para ella.—¡Lorenzo! ¡Es de mañana!—¿Y qué?Lorenzo la miró desde arriba a la mujer encogida frente a él era como un tierno corderito blanco, como una bestia feroz que acecha a su presa.—Deberías ir a trabajar, se te va a hacer tarde.Celeste se moría de vergüenza.¿No era él un adicto al trabajo?—Un día sin trabajo de mí no hará que el grupo quiebre —Lorenzo restó importancia.—Pero... ¡Ah!Antes de que pudiera terminar sus palabras, Lorenzo la levantó en brazos. Ella era tan ligera para él, como si solo tuviera el peso de una niña. Separando sus piernas para colocarlas en su cintura y le ordenó con autoridad:—¡Sujétate bie