Punto final

Lizandra

Tiré el bolso sobre la cama con más fuerza de la necesaria y fui directamente al baño. Abrí el grifo del lavabo, me lavé la cara y me miré en el espejo. Tenía ojeras y no hacía falta ser adivino para darse cuenta de que también estoy extremadamente cansada.

He pasado los últimos días buscando trabajo, pero no conseguí nada. Intenté en tiendas, cafeterías y en cualquier lugar donde hubiera posibilidad de una vacante. Pero mi búsqueda no terminaba al llegar a casa. Después de tomar un baño y comer algo, me sentaba frente al ordenador y buscaba las vacantes disponibles en internet, pero tampoco obtenía ninguna respuesta. Según las varias personas con las que hablé, no sería fácil encontrar un trabajo, después de todo, no tengo cualificación ni experiencia.

No podía poner mi experiencia en la posada de mi tía, porque sería un riesgo enorme. Siempre existe la posibilidad de que el empleador intente contactar con la tía Lucrecia y ella diga que no me conoce o incluso me perjudique
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