Hora de la verdad

Lizandra

Desperté con una maravillosa sensación de calor y me tomó más tiempo del habitual despertar por completo. Fue entonces cuando me di cuenta de que el calor provenía de Heitor, con quien estaba acurrucada en ese momento.

— Buenos días, dormilona — dijo Heitor con una sonrisa en la voz.

— Buenos días... — respondí sin mirarlo.

Sonreí, pero no pude salir de la posición en la que estaba. Me sentía avergonzada. ¿Qué debo hacer ahora? Nunca antes había dormido con un hombre y la situación es realmente diferente a todo lo que he vivido. Los libros no me prepararon para este momento.

— No pude dormir bien anoche — comentó Heitor de manera despreocupada.

Aunque estaba curiosa por saber qué había perturbado su sueño mientras dormía divinamente bien, permanecí en silencio. No me he bañado ni siquiera me he cepillado los dientes. No quiero hablar con mal aliento. Pero Heitor tampoco había hecho ninguna de las dos cosas y aún así olía bien, pensé con duda.

— Roncas mucho, ¿sabías? — explic
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